“Por una mirada, un mundo;
por
una sonrisa, un cielo;
por
un beso, o no s?/span>
qu?/span>
te diera por un beso!”
G. A. B蒀QUER.
l principio, 閘 no la ve韆. Como si
no existiese, pasaba cada tarde por
su lado sin mirarla siquiera, ajeno
a su eterna presencia, en aquel
recodo del pasillo. Y, sin embargo,
all?estaba ella, callada y sola,
leyendo siempre un libro que nunca
terminaba porque, como Pen閘ope,
volv韆 hacia atr醩 continuamente
para no acabarlo, para aprenderse de
memoria hasta la 鷏tima s韑aba;
esperaba ansiosa el d韆 en que 閘 la
mirase y le preguntara qu?le韆 con
tanto af醤, para responderle:
“Es tu libro. Me encanta”.
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Ella pasaba algunas p醙inas
del libro hacia atr醩 y
segu韆 leyendo. |
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Pero 閘 no la ve韆. Pasaba por all?
siempre a la misma hora,
estrictamente puntual. Caminaba
deprisa, vista al frente, intentando
no chocar contra la marea de alumnos
que recorr韆 constantemente el
pasillo en ambas direcciones,
girando a la derecha cuando llegaba
al final del mismo, para perderse de
nuevo entre la gente; en el mismo
instante en que dejaba de verlo,
ella pasaba algunas p醙inas del
libro hacia atr醩 y segu韆 leyendo.
Si alguien le hubiese preguntado por
qu?siempre le esperaba all? no
hubiera podido contestar, pues ni
ella misma lo sab韆. Se conformaba
con verle pasar, con observarle sin
que 閘 se diese cuenta. Le atra韆
f韘ica y emocionalmente, pese a no
conocerle. S髄o sab韆 su nombre, el
t韙ulo del libro que hab韆 escrito y
que era profesor en su misma
Facultad, aunque ignoraba qu?clases
impart韆. Ten韆 que hablar con 閘,
lo necesitaba, pero no se atrev韆
siquiera a darle las buenas tardes
cuando pasaba por su lado. As?que
segu韆 esper醤dole en el rinc髇,
deseando que la mirase al menos, que
supiera de su existencia.
Una tarde, 閘 pas?por all?como de
costumbre, caminando deprisa, vista
al frente, esquivando alumnos,
puntual como siempre. Pero cuando
lleg?al final del pasillo y gir?a
la derecha, se detuvo de improviso.
Algo hab韆 cambiado en aquel lugar,
aunque no sabr韆 decir qu?era. Dio
media vuelta y mir?el pasillo que
acababa de recorrer, sin que le
abandonase la sensaci髇 de que algo
no encajaba all? Todo parec韆
normal; se fij?casualmente en una
muchacha que llegaba hasta el recodo
del pasillo, se sentaba en el suelo,
abr韆 un libro y comenzaba a leerlo.
“Mal sitio para estudiar”, pens? Y
sigui?su camino, intentando
averiguar todav韆 qu?le hab韆 hecho
detenerse, al tiempo que la muchacha
del rinc髇 levantaba la vista del
libro de vez en cuando, intentando
buscarle entre la gente.
Al d韆 siguiente, cuando volvi?a
pasar por all? la vio por primera
vez. Sin duda era la muchacha de la
tarde anterior. Qu?otra persona, si
no, iba a leer en medio de semejante
barullo de gente. Al pasar junto a
ella, la chica levant?la vista del
libro, y sus miradas se cruzaron. 蒷
sigui?su camino, indiferente. Ella
cerr?los ojos, reteniendo en su
memoria aquellos ojos negros que por
fin se hab韆n fijado en los suyos.
Al principio, 閘 no la ve韆. Pero
ahora la miraba a diario, cada vez
de una manera distinta. Primero, era
indiferencia, como quien ve un
mueble colocado en un lugar que no
es el suyo. Luego, fue curiosidad,
縬u?hac韆 siempre all?esa chica?
M醩 adelante, la miraba con
simpat韆; el primer d韆 que la mir?
sonriendo, ella se sonroj?tanto
que, por fin, lo comprendi?todo:
estaba all?por 閘.
Se sinti?halagado por aquella
muchachita que tan pacientemente le
esperaba cada tarde, y jug?a las
miradas y las sonrisas durante un
tiempo, orgulloso de ser admirado. A
veces incluso le dec韆 “Hola”.
Comenz?tambi閚 a fijarse un poco
m醩 en ella: su rostro, su cabello,
su ropa, su libro… Siempre el mismo
libro. Deb韆 ser muy dif韈il de
entender, pues parec韆 no avanzar
nunca en su lectura. Quiz?pudiera
ayudarla; al fin y al cabo, era
profesor. Le preguntar韆 qu?libro
era.
Ella le contest?casi sin pensar:
“Es tu libro, me encanta”. 蒷 se
ech?a re韗. “Es tu libro. Me
Encanta… Bonito nombre”, le dijo,
sin dejar de re韗se. El nombre. Le
hab韆 preguntado su nombre. Y se
estaba riendo de ella. Se le aceler?
el pulso, y sinti?un tremendo calor
que le sub韆 por el pecho y se le
agolpaba en la cara. Le ard韆n las
mejillas. Le picaban los ojos.
Estaba a punto de llorar.
“Yo soy Carlos. Encantado”. Le dio
dos besos. “Si me dices tu nombre de
verdad, te invito a algo y
comentamos mi libro, ya que tanto te
gusta”.
Segu韆 ri閚dose de ella, le divert韆
su azoramiento. Estaba colada por
閘, acababa de confirmarlo. Y la
chica no estaba mal… Ahora se
levantar韆, le dir韆 su nombre y…
Se levant?del suelo, le tir?el
libro a los pies y sali?corriendo
por el pasillo, tropezando con todo
el mundo, cegada por las l醙rimas.
No volver韆 a esperarle nunca m醩,
no podr韆 mirarle a los ojos de
nuevo sin recordar la verg黣nza que
hab韆 pasado frente a 閘. Nunca
volver韆 a esperarle.
* * *
Todas las tardes, caminando deprisa,
vista al frente, sorteando alumnos y
puntual como siempre, Carlos miraba
el rinc髇 vac韔, recordando aquella
otra tarde que se hab韆 detenido de
repente con la sensaci髇 de que
faltaba algo en ese pasillo. Y, al
girar a la derecha, siempre se
repet韆 los versos escritos a l醦iz
que encontrara en la primera p醙ina
de su libro, el que ella le hab韆
arrojado.
Al final del pasillo de la derecha,
Carlos entraba cada tarde en su
despacho, abr韆 el libro por la
primera p醙ina y rele韆 los versos,
para no olvidarlos. “Por una mirada,
un mundo;/
por una sonrisa, un cielo;/ por un
beso...”
Ten韆 una bonita letra. Ojal?le
hubiera dicho su nombre, as?podr韆
escribirle una dedicatoria debajo de
los versos de B閏quer. Ya volver韆 a
pregunt醨selo cuando viniese a
recoger el libro, para eso la
esperaba todas las tardes en el
despacho.