lov韆 torrencialmente a la ma馻na, a
la tarde, a la noche. Ya la tierra,
harta de agua, se resist韆 a seguir
bebiendo y las flores recib韆n el
impacto; las margaritas, agobiadas,
miraban al suelo; las hortensias,
sin terminar de colorear, y las
hojas de los sauces, maduradas,
finas y en tropel, bordaban una
alfombra de hast韔 sobre el c閟ped
anegado, sobre el caminito de piedra
zigzagueante.
Esa noche, en el sue駉, te
aproximaste con tibieza y me
abrazaste. La palma de tu mano en la
m韆 se desliz?en antiguo gesto de
ternura, y yo mir?al cielo y dije:
—Ha
dejado de llover. Han aparecido las
estrellas.
—Entonces,
縫or qu?lloras?
—me dijiste.
No contest?porque, a鷑 en el sue駉,
yo sab韆 que ya no estabas, que te
hab韆s ido. Lloraba tu presencia en
el tangible abrazo, en el susurro de
tu voz…lloraba la certeza de la
ausencia.
Al otro d韆, el sol alumbr?
|
 |
|
|
"Nostalgia", de
Julia Lucich.
Pastel sobre acr韑ico en
papel lijado. |
|
EL SILBIDO
ntre los miles de silbidos de los
p醞aros, el silbido de mi padre.
Alegre, me llama, se esconde entre
los murmullos del amanecer.
Insistente, me lanza su recuerdo.
Silbando en aquel otro amanecer, en
su bicicleta trajo a la partera. El
primer hijo de su esposa-novia, ya
madre, ya ternura, tan joven.
Silbaba, silbaba su futuro, su
plenitud, su esperanza. Y el silbido
trenz?la calles
de la ciudad, las primeras
claridades, la ansiedad, y se esfum?
en las dimensiones del tiempo.
Y mi padre fue el primer hombre en
la espera, y mi madre, la primera
mujer en el misterio del Amor, de la
Luz, y mi hermano, el primog閚ito.
Ahora el silbido me llama, alegre;
se esconde entre los miles de
silbidos de los p醞aros de este
amanecer. Insistente su recuerdo, su
esperanza.
Delantales blancos, almidonados, un
gran mo駉 en la cintura, los zapatos
brillan y los rostros, las sonrisas.
Detr醩 del estandarte, mi hermana y
yo desfilamos en la fecha patria al
comp醩 de la marcha, de los
redoblantes, de los
espectadores-padres que, orgullosos,
nos observan. Y de pronto, la
certeza, el silbido c髆plice que
delata la presencia. El silbido, la
se馻l alegre que sube y baja en dos
tiempos. El silbido nos llama, se
esconde entre las palomas de la
ma馻na, nos acompa馻, nos mira. Y el
paso es m醩 firme, y el pecho m醩
erguido. Y yo… le respondo con mi
sonrisa.
El silbido de mi padre me convoca
entre los miles de silbidos de los
p醞aros, juega con la luz de este
amanecer.
Insistente, su memoria, la
esperanza.