N.? 46

DICIEMBRE 2006

2

  

  

 

Mi nuevo mejor amigo

Vanessa 羖varez D韊z  

  

  

E

ra un d韆 como otro cualquiera. Ni mejor ni peor, dir韆 yo. Pero Fidel viv韆 ya desde hace tiempo en esa rutina que le hab韆 convertido en una persona olvidadiza. Se hab韆 olvidado de que el mundo todav韆 estaba a su alrededor. Y el mundo todav韆 ten韆 vida. Tambi閚, con el tiempo, se hab韆 convertido tristemente en una persona olvidada.

    
     

 

Los mismos 醨boles, los mismos adoquines, el mismo olivo que quedaba all? olvidado tras las 鷏timas obras, que le hab韆n concedido la gracia de salvarle la vida.

    

Hoy era su d韆 libre de trabajo, pero 閘 no sab韆 disfrutarlo como hac韆n los otros. Para 閘 era incluso rutinario hasta su d韆 de descanso. Porque pensaba que los d韆s libres eran para eso, para descansar. Y el descanso no lo pod韆 concebir Fidel como algo que se pudiese disfrutar con actividades de ocio, aunque tal vez podr韆mos decir que s? ociosamente, si no se tratase de 閘, claro. Visto desde fuera, podr韆mos pensar que era as? casi vago. Pero Fidel lo ten韆 todo pensado, calculado hasta el 鷏timo segundo de su no-ocioso d韆.

Viv韆 as?porque no sab韆 hacerlo de otra manera. Nadie le hab韆 ense馻do a disfrutar de esos otros momentos que ofrece la vida a veces. Pero es que incluso yo, ahora, me pregunto si para esto, te tienen que ense馻r algo. ―Un momento para la reflexi髇―, creo que, cuanto menos, te tienen que ayudar a compartirlos.

Pero lo cierto es que pasaban los d韆s y el mundo cambiaba a su alrededor sin 閘 apenas notarlo. Unos van, otros vienen y el mundo no se detiene, pero para 閘 siempre estaba igual. Sin apenas detenerse. S髄o el paso del tiempo se notaba en sus facciones. Porque, eso s? ten韆 un aspecto meticulosamente cuidado. Aunque hac韆 a駉s que su forma de vestir era la misma. El mismo aspecto, la misma indumentaria y la misma vida.

Su casa ten韆 una mezcolanza de ambientes, entre acogedor y cl醩ico, con algunos objetos 閠nicos que poco a poco iba comprando en algunos de los rastrillos que cada Navidad visitaba. Los colores, de vez en cuando, romp韆n la l韓ea de lo inexpresivo e invitaban a recordar ciertas an閏dotas que casi ya hab韆 olvidado. 蓅tos eran sus momentos de felicidad, pl醕ida por supuesto. Porque, entonces, su mirada se fijaba en algo que le evocase recuerdos pasados, y despu閟 sonre韆. Y su mirada vagaba hac韆 nadie sabe d髇de. Su mente viajaba de nuevo sin billete.

Era el d韆 de hacer la compra. Como cada d韆 de descanso, tom?su desayuno, compuesto por un vaso de leche con cacao y cuatro galletas. Nunca tomaba caf? No hab韆 encontrado el placer de tomarlo por la ma馻na. Le resultaba amargo. El aroma del caf?le resultaba inc髆odo. Romp韆 la monoton韆 de sus sensaciones.

Despu閟 se dispuso a salir a la calle para comprar el peri骴ico. Lo le韆 tras la comida. La televisi髇 la utilizaba para armonizar el ambiente con su sonido de fondo. Porque, en cierto modo, 閘 tambi閚 necesitaba compa耥a. Y, a ciertas horas, 閟ta era su visita.

Viv韆 en un tercer piso. Esto le disgustaba a veces. Prefer韆 haber vivido en un segundo. Siempre hab韆 vivido en un segundo; cuando era peque駉, en la casa de sus padres y, despu閟, en el viejo piso de un barrio antiguo de la ciudad, del cual tuvo que mudarse porque su contrato de alquiler hab韆 sido renovado y ya no pertenec韆 a los de renta antigua, en los cuales s?merece la pena vivir con algunas comodidades de menos en la vivienda. Ahora, por el precio que le supon韆 el alquiler, se hab韆 buscado un apartamento, que c髆odamente pagaba con sus ahorros y con la letra de su hipoteca. En los tiempos que corren hay que decir que esto resulta imposible para el resto de la gente, pero Fidel no ten韆 m醩 gastos.

Bajaba siempre, desde su tercer piso, en el ascensor. Podr韆 hacerlo por la escalera, ya que no le molestaba en absoluto el ejercicio. De hecho, caminaba del trabajo a casa durante veinte minutos y s髄o cog韆 el autob鷖 cuando llov韆. Desde el ascensor, a ciertas horas, pod韆 ver c髆o cambiaba el mundo. Esto no es extra駉, ya que era apenas el 鷑ico contacto exterior que manten韆 con sus vecinos y, en cierto modo, con su m醩 cercano c韗culo social. Cuando iba a trabajar y bajaba a las siete y media, ve韆 a las dos ni馻s de los vecinos de al lado que cada d韆 bajaban coquetas, con sus falditas de cuadros escoceses y risue馻s. Otras veces menos, cuando era lunes o finalizaban las vacaciones. Tambi閚 se cruzaba con sus vecinos. El de arriba era profesor de Historia. Siempre con su peri骴ico debajo del brazo y el malet韓 de cuero desgastado en el otro. Se intercambiaban los correspondientes saludos cuando se ve韆n y nunca hablaban sobre el tiempo o sobre otras cosas banales, porque Fidel no sab韆 hacerlo. M醩 de una vez estuvo a punto, y, cuando su vecino ya se daba la vuelta para salir del ascensor, 閘 hab韆 abierto la boca mientras casi gesticulaba la frase, tan meditada, que se qued?de nuevo en el aire. Y as? nunca sal韆 de lo mismo. La misma vida.

Alguna vez se encontraba con la vecina del cuarto. Le agradaba, la verdad. Pero tampoco cruzaba con ella m醩 palabras que el correcto saludo que un vecino te dar韆 por la ma馻na. Otras veces acababa de irse y notaba en el aire su perfume. Era inconfundible. Sab韆 que era ella. Y la imaginaba bajando con 閘 en el ascensor, aunque no lo estuviese haciendo. Y se la imaginaba caminando por la casa, ya que a menudo la escucha desde la suya, con sus tacones, siempre tan alegre, siempre tan sensual. Tendr韆 unos cuarenta a駉s y viv韆 sola, como 閘. Pero ella no ten韆 una vida mon髏ona y 閘 la envidiaba. Envidiaba su vida, no para vivirla, sino para poder compartirla con ella. Pero sab韆 que no ser韆 posible. Y cuando se cruzaban en el portal, ten韆 miedo de que estos pensamientos fuesen como deseos le韉os en voz alta. Y su coraz髇, entonces, y s髄o esas veces, palpitaba m醩 fuerte.

Esa ma馻na, no se cruz?con nadie en el trayecto hasta el portal. El ascensor estaba vac韔 de personas y de fragancias. Era su d韆 de descanso. Cuando sali?a la calle, se dio cuenta de que era una ma馻na bastante soleada para ser oto馻l. No pod韆 imaginarse c髆o pudo pasarse por alto el detalle de bajar con sus gafas de sol. Se sent韆 inc髆odo. Pens?en dar media vuelta y subir a casa a buscarlas. Pero no estaba acostumbrado a olvidarse cosas, ni a volver a casa sin planearlo, ni a deshacer sus planes. As?que, inc髆odo, sigui?su camino hasta el supermercado. Intentaba no darle vueltas a este hecho, pero se sent韆 m醩 inc髆odo y esperaba que el d韆 ya no iba a ser demasiando normal.

Cruz?la acera y el paso de peatones. Absorto en sus pensamientos, camin?a lo largo del paseo del parque que estaba enfrente de su casa hasta el supermercado. Siempre era lo mismo. Los mismos 醨boles, los mismos adoquines, el mismo olivo que quedaba all? olvidado tras las 鷏timas obras, que le hab韆n concedido la gracia de salvarle la vida. No era un olivo puesto all?a prop髎ito. Llevaba all?d閏adas, antes incluso de que en el barrio hubiese casas ni bloques de edificios. Era un olivo que ahora estaba solo, pero que antes hab韆 estado rodeado por otros en una huerta de las afueras de la ciudad. Hoy, aquella huerta ya no existe, y las afueras tampoco, porque aquello, ahora, es un barrio de la ciudad bastante concurrido y bullicioso, por cierto. Aunque eso s? relativamente nuevo. Fidel siempre lo miraba y pasaba por su lado como si le diese seguridad, eso que a veces le faltaba. Parece absurdo decir que casi lo saludaba, pero, en realidad, as?era. Pasaba a su lado y se dec韆 “Hola, ya estoy aqu?de nuevo. T?y yo siempre estamos igual. Viendo el tiempo pasar”. All? seguir韆 su olivo. Por all?pasar韆 m醩 tarde.

M醩 all?del olivo hab韆 otros 醨boles. 蓅tos formaban una peque馻 isla al final del parque, cerca del supermercado. Ten韆n ya las hojas en tonos ocres. Y no eran tan robustos como el olivo. Adem醩, sus hojas ca韆n al suelo en oto駉, formando una bonita alfombra que resaltar韆 m醩 al olivo.

Y all? en las primeras hojas de esa poco tupida alfombra, todav韆 estaba mir醤dolo. Asustadizo y tembloroso, con sus ojos brillantes mirando los suyos, que hoy, u?casualidad!, no se escond韆n bajo sus gafas de sol. Hubo algo en aquellas miradas. Porque hay que decir que fueron miradas. S? hubo m醩 de una. Al principio, Fidel no pod韆 fijar la vista en 閘. Pero despu閟, desde unos pasos m醩 delante de su olivo, volv韆 una y otra vez a fijar su vista en 閘. Y era rec韕roca. Luego, una y otra vez la declinaba, para acabar clavadas de nuevo ambas pupilas en la misma mirada. Y fue entonces cuando en Fidel emergieron 醰idamente sensaciones confortadas por todo aquello que anhelaba.

Y en aquel ef韒ero instante, cambi?su rutina de aquel d韆, de su d韆 de descanso. Sin 閘 saberlo, cambi?poco a poco, paso a paso, su rutina. Iba cambiando a medida que m醩 se acercaba a 閘. Sab韆 que era 閘 por su mirada. No pod韆 ser ella. Esa mirada le dec韆 mucho. La reconoc韆, y, de alg鷑 modo, 閘 tambi閚 reconoci?la de Fidel. Su nuevo amigo le devolvi?la 鷏tima mirada a la vez que emit韆 un aullido, que poco a poco fue convirti閚dose en un agudo ladrido. No estaba triste. Ya no eran sollozos.

Aquel d韆 se lo dedicaron a ambos. Quien pasaba y los ve韆 no pod韆 menos que mirar. Porque, aunque nadie conoc韆 a Fidel ni a su ―ahora― mejor amigo, todos pod韆n ver una exultante felicidad entre dos seres, expectantes el uno al otro. Y Fidel se olvid? de su rutina, de sus sensateces. De la l骻ica marcada por el banal ritmo de su vida durante tantos a駉s. Y en sus recovecos mentales ya no exist韆 su vecina, ni la vida mon髏ona de sus no-ociosos d韆s.  Fidel, hoy, ya respiraba a fondo la vida.

Su amigo, sometido a espuela y fusta hasta aquel d韆, lo compart韆 con 閘 y, con mesurados gestos, todav韆 le brindaba la mejor de las sonrisas, la sonrisa de la vida.

  

  

  

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Vanessa 羖varez D韊z (Le髇, 1978) ha cursado los estudios de Jard韓 de Infancia y ha sido soldado profesional, primero en el Cuerpo de la Armada (A Coru馻) y posteriormente en el de Tierra (Burgos). Durante su servicio en las Fuerzas Armadas, comienza los estudios de Administraci髇 de Sistemas Inform醫icos, que concluir?en M醠aga, ya fuera del Ej閞cito. En la actualidad es diplomada en Maestro en Lengua Extranjera, especialidad de Ingl閟, por la Facultad de Ciencias de la Educaci髇 de la Universidad de M醠aga. Se inicia en la creaci髇 po閠ica tempranamente. Cultiva una poes韆 con evidentes ribetes melanc髄icos, evocadores de sus vivencias personales en su tierra natal y de aquellos otros lugares que han ido conformando su existencia.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 V. N鷐ero 46. Diciembre 2006. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2006 Vanessa 羖varez D韊z. Reservados todos los derechos ?2002-2006 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

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