orre noviembre del a駉 mil novecientos cincuenta. La
costa bonaerense comienza a descubrir la
exquisitez del verano que se acerca. En Punta
Ind韌ena, el mar golpea en cada sudestada contra
los acantilados; los cangrejales dan cita al amor
cuando la marea se aleja.
Por la noche, la escasa playa diaria se asoma
t韒idamente ante los grillos y luci閞nagas que
le dan la bienvenida. Entre estiaje y creciente,
la playa deja tambi閚 al descubierto el romance
de caracolas.
Para alcanzar la playa, hemos de tomar una senda que,
desde la ruta, desciende ondulante en grava y
ripio. Circulamos por ella durante algunos
minutos. Nos circunda un bosque naciente de
cipreses, maderos perfumados, que mitol骻icamente
nos recuerda el dolor y la desesperaci髇.
A la mitad del sendero, una bifurcaci髇 hace perder la
orientaci髇 al caminante desconocido. Este atajo,
nos traslada a la base del faro, construido a
principios de los a駉s cuarenta, cuando la
segunda guerra produc韆 la escasez de combustible
f髎il, lo que hizo necesaria la instalaci髇 de
un sistema con energ韆 de cebo.
Las velas del faro eran encendidas a diario por Alfonso,
un viejo trabajador de pesca de altura atl醤tica
que vio terminar
su carrera de pescador cuando su pierna
debi?ser amputada a causa del congelamiento en
el mar austral en la d閏ada del treinta. Alfonso
pudo salvar su vida... o salv?su pierna! Pudo
ganar el faro... o su vida de pescador!
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Otro faro, el de
Ushuaia, fue la luz de esperanza en su vida.
Ahora, 閘 y su faro son la vela de esperanza para
todo navegante. |
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Cada atardecer, Alfonso se dirige a su mundo, el faro,
que, con su vela en cristal, ilumina la uni髇 de
dos densidades, r韔 y mar. Donde el R韔 de la
Plata vierte sus aguas, all?es la l韓ea de
encuentro y el noviazgo entre Alfonso y su faro.
Sentado en su cima, coge el cigarro, calienta el
agua y se ceba unos amargos con yuyos. Entonces
comienza 搒u?viaje en barco.
Tiene una radio de trasmisi髇 sintonizada con las
embarcaciones de la zona, y con ella escucha sus
charlas, se comunica y tambi閚 les tiende su mano
cuando las cosas se ponen dif韈iles. All? el
鷑ico contacto con la tierra firme lo otorga una
radio y una luz que se extiende cuando el sol
comienza a despedirse. Para el navegante, el
鷑ico contacto con el suelo patrio es ese faro,
esa radio... y quien est?al grito de 揅ambio y
fuera?tras ella.
Alfonso, por su parte, tiene una vida como los cipreses
que bordean el camino. Mucho dolor en ese miembro
ausente ero que siente! Mucha nostalgia
entreteje con el humo de su cigarro.
Viaja con los pescadores en aventuras de altura; tal vez
no conoce sus rostros, pero reconoce en ellos la
llama de la pasi髇 y el esfuerzo que ponen en
cada partida. Lucha contra las inclemencias del
clima traicionero, que puede llevar un nav韔 a
naufragar cuando las corrientes se arremolinan en
superficie.
蒷 mismo ha vivido un viaje similar cuando un blizzard
lo atrap?junto a sus compa馿ros. A mediados del
treinta, estaban cosechando krill y at鷑
cerca de las Islas Malvinas. Ese invierno fue
realmente muy dif韈il. Su nave, el 揜eina del
Sur? vio partirse el m醩til mayor a causa de
la tormenta. Las velas se descendieron
estrepitosamente sobre la popa, el 揜eina? perdi?la estabilidad, su radar comenz?a girar
en falso y, con las r醘agas de viento en
direcci髇 al polo, cay?en la barrera de hielo
permanente de la Ant醨tida. Fueron d韆s de
angustia, desolaci髇, dolor, incertidumbre...
Estuvieron en aguas congeladas, atrapados,
esperando que el casco no cediera ante la presi髇
de los t閙panos. 蓅e fue el 鷏timo viaje que
vivi?Alfonso.
Ahora, con su conocimiento de supervivencia y lo que pudo
aprender con el paso de los a駉s, es el tim髇 y
ancla de toda embarcaci髇 que tiene contratiempos
en aguas atl醤ticas.
Los d韆s de Alfonso transcurren sin sobresaltos. Hace
m醩 de veinte a駉s que es el centinela de esa
franja de r韔 y mar. Su faro y su radio han
ayudado a muchas tripulaciones en estos a駉s. 蒷
lo hace en homenaje a quien socorri?a su 揜eina?
cuando la primavera les permiti?abandonar las
fr韆s aguas ant醨ticas; otro faro, el de
Ushuaia, fue la luz de esperanza en su vida.
Ahora, 閘 y su faro son la vela de esperanza para
todo navegante.