N.? 45

NOVIEMBRE 2006

2

  

  
 

El collar

Mar韆 Eugenia Caseiro  

  

  

L

a lluvia golpea el cristal de la ventana de mi cuarto en el sanatorio. A pesar del dolor de las heridas, estrujo entre mis manos la bolsita que antes ten韆 el dinero que rob?a la celadora, ahora con un mont髇 de 醙atas que son mis 鷑icas compa馿ras...

 

*   *   *

 

Ya viajaba en el taxi, cuando encontr?una mujer que vend韆 flores de pie bajo un sem醘oro. Ped?al ch骹er que se detuviese unos segundos aprovechando la luz roja, y compr?un ramo de rosas blancas; son tus favoritas. Si no tuviesen espinas?Odio las espinas, hacen heridas terribles que duelen por mucho tiempo, pero me ilusionaba pensar que te gustar韆n; despu閟 de todo, solamente yo conoc韆 la historia del collar.

Ese d韆 me dispuse a escoger un regalo para ti, no todos los d韆s tiene una la dicha de ver la sorpresa en el rostro de una amiga; tampoco la suerte de evadirse del infierno y su consabido men? para saborear un s醤dwich de pavo con un refresco de uva.

  
     

Camin?hasta el centro comercial y, al entrar en la primera tienda, me llam?la atenci髇 un extra駉 y bell韘imo collar. 

  

Aprovech?la oportunidad que se me presentaba en la ma馻na para escabullirme a la calle. A pesar de que mis nervios parec韆n estar controlados, ten韆 la sensaci髇 de que alguien me segu韆, pero no advert?nada especial en la gente que deambulaba en todas direcciones.

Camin?hasta el centro comercial y, al entrar en la primera tienda, me llam?la atenci髇 un extra駉 y bell韘imo collar. Apenas pude resistir el hechizo de las cuentas veteadas que descollaban sobre el terciopelo negro del armario de cristal como acantilados que sobresalen en una llanura de felpa, y compr醨telo; mejor dicho, compr醨melo.

Una inusitada sensaci髇 recorri?mi piel de s髄o pensar en el contacto de aquel engranaje mineral y trasl鷆ido. Original y atractivo, con cuentas que simulaban armonizar en el caos de sus formas dis韒iles, me pareci?un prototipo de lo que te gusta (de lo que me gusta), pero estaba el inconveniente del dinero: la maldita celadora cargaba apenas con lo necesario para una emergencia.

Necesitaba m醩 efectivo; una amiga merece que se le escoja debidamente su regalo. Seguramente encontrar韆 la manera; comprar韆 algo diferente para ti, y luego?regresar韆 por ese collar, por supuesto, para m?

Camin?entre vendedoras que me acechaban con rostros de celadoras y vestimentas de brujas. Estuve tentada de regresar al mostrador donde vi el collar y robarlo, pero no, no era posible, la maldita empleada lo hab韆 colocado bajo llave.

Me entretuve mirando los estantes en que siempre me parec韆 encontrar cosas que necesitaba. Pens? que luego no tendr韆 la oportunidad de abastecerme de ellas, como tampoco siempre puede respirarse el aire fresco de la calle sin temor a que la envenenen a una con tanto mejunje, por lo que decid?disfrutar de mirar sin comprar. Pero ese d韆, y hasta aquel momento, la suerte parec韆 estar inequ韛ocamente de mi parte. Llam?mi atenci髇 la sobria elegancia de una mujer que, con la cartera distra韉amente abierta, solicitaba un perfume bastante caro a una de las empleadas. La idea me sedujo al instante. Nunca nada me hab韆 sido tan f醕il como aquel ejercicio alguna vez aprendido.

 

*   *   *

 

Compr?un vestido estupendo que me pondr韆 esa misma noche. Como ten韆 hambre, me fui a comer, y, luego de saborear mi s醤dwich de pavo y mi refresco de uva, utilic?parte del dinero restante para comprar algunas cosas. En el camino de vuelta comprar韆 el collar y, enseguida, ese  dichoso regalo que, sin 閤ito, buscaba para ti.

Luego ya no tuve noci髇 de que el tiempo transcurr韆 velozmente mientras yo vagaba cargada de paquetes totalmente repuesta de la angustia que me produjera el pensar que alguien andaba tras mis pasos, as?es que decid?regresar a la primera tienda en busca del collar. Ser韆 el premio, mi premio, por haber soportado tanto encierro, tantos d韆s grises y mon髏onos en aquel sepulcro de sanatorio, y tambi閚, 縫or qu?no?, por todo el tiempo malgastado en busca de tu dichoso regalo. Ver a una vieja amiga mosca muerta asombrarse es algo que no pod韆 ni quer韆 perderme, pero una tambi閚 tiene que darse alg鷑 premio de vez en cuando: no puede una olvidarse de eso.

Me sent?mareada, con la sensaci髇 de haberme extraviado, o tal vez de haber perdido el enlace entre mis acciones, pero guiada por un estado de conciencia cuya magnitud no alcanzaba a comprender. Hice varias veces el mismo recorrido, cuando, de repente, reconoc?el establecimiento donde hab韆 visto el collar. Observ?que la empleada se dispon韆 a cerrar el lugar y me apresur?a llamar su atenci髇; primero con una se馻 y, seguidamente, pidi閚dole que me permitiera entrar, cosa que la mujer hizo con gusto. Seguro que no quer韆 perder una posible venta si el cliente, en este caso yo..., pero el collar ya no estaba.

Me puse mal, me algo pareci?que me asfixiaba, se me antoj?que la empleada ten韆 un extraordinario parecido con la celadora, pero me repuse y le pregunt?por el collar. Me dijo que lo hab韆 vendido. Entonces, sent?que me herv韆 la sangre y luego que me mareaba m醩. Hab韆 perdido la oportunidad de conseguir ese maldito collar. Tampoco ten韆 mis p韑doras; las hab韆 olvidado con la precipitaci髇 de la salida matinal, en uno de los bolsillos del maldito atuendo de sanatorio que llevaba puesto y que cambi?por las ropas de la celadora.

Estaba literalmente agotada, me dol韆n mucho los pies, que, habituados a las zapatillas y a las alfombras del sanatorio, ya no aguantaban los zapatos de la bruja, que me quedaban justos.

as cosas que hay que hacer por una amiga! Estaba deshecha de caminar todo el d韆 con esa horrible vestimenta de arp韆. Todas las tiendas estaban ya cerradas. Hab韆 planeado sorprenderte, 縯e das cuenta? (a las nueve, en tu casa). Las nueve, si; era una hora perfecta. Eran casi las ocho. Apenas ten韆 tiempo para llegar al apartamento que durante meses hab韆 permanecido cerrado, airearlo un poco antes de ducharme, y arreglarme para verte petrificada ante mi presencia.

Te chocar韆 conocer el precio de mi nuevo vestido, el que hab韆 comprado esa misma tarde y que ven韆 tan bien con el collar; eran el uno para el otro. Era tambi閚 una verdadera l醩tima no haber conseguido aquel collar. L醩tima de collar y l醩tima de sorpresa echada a perder porque a una maldita infeliz, que hab韆 salido de debajo de sabe Dios qu?piedra, se le hab韆 antojado robarme mi collar, 縪韘te?, mi collar; m韔, m韔.

Corr?calle abajo ya que no andaba muy lejos de casa, y tomar un taxi hubiera sido imposible. Me quedaba lo justo para el taxi que me har韆 llegar a tu maldita casa, y para comprar ese ramo de est鷓idas rosas blancas, que por suerte consegu? a 鷏timo momento. Aunque llenas de mal閒icas espinas, eran tus preferidas.

  

*   *   *

  

Me baj?del taxi con tu ramo de flores. En ese momento sal韆s al portal. Aunque a distancia, disfrut? de tu estupefacci髇 al reconocerme. Siempre te cre韘te la mejor; la m醩 linda, la m醩 divertida, las m醩 popular. No niego que luc韆s radiante, y hasta me pareci?que en tu cuello? brillaba... l collar!, i collar!

Como una bofetada en pleno rostro, como una burla terrible y siniestra que acababa de revertir la sorpresa del encuentro, no pude soportar que aquel collar, mi collar, se balanceara sobre tu garganta al comp醩 de tus pasitos de marioneta. No pude tolerar tu necedad, tus frases: 縬u?haces aqu?, 縯e escapaste?...

Mis manos se crisparon sobre el ramo de rosas y las peque馻s dagas se incrustaron en ellas hasta que las roj韘imas gotas mancharon mi vestido nuevo. Me abalanc?sobre tu cuello y de un tir髇 te arranqu?el collar, mientras sent韆 que el mareo se acrecentaba y un mar de espuma me brotaba por las comisuras de los labios. Los gritos de tus amigas acuchillaron mis o韉os hasta ensordecerme.

Ca?en redondo y, desde el suelo, vi el rostro angustiado de mi perseguidora que se inclinaba sobre m? Con sus h醔iles y nervudas manos trataba de limpiar la espuma blandiendo un pa駏elo inmaculado.

  

*   *   *

  

Ha dejado de llover. Las heridas han vuelto a sangrar, y no s?exactamente si es la empleada de la tienda, la compradora de perfumes, o la celadora; solo s? que ha entrado en mi cuarto esa mujer: con sus zapatos de bruja, con su disfraz de arp韆 compasiva y un enorme mazo de llaves tintineantes.

La miro con desd閚 y sigo aferrada a la bolsita con las cuentas. Ella me devuelve la mirada con ternura, y se pone a verificar el funcionamiento de la alarma.

 

 

Ciudad de Miami, EE UU, Noviembre 2003.

  

  

  

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Mar韆 Eugenia Caseiro (La Habana, Cuba), poeta y escritora, reside actualmente en Estados Unidos. Integra la Muestra de Poes韆 Siglo XXI de la Asociaci髇 Prometeo de Poes韆. Es c髇sul en Miami de la Organizaci髇 Poetas del Mundo, miembro del Foro de discusi髇 IFLAC PAVIMENTA la PAZ y delegada en USA del grupo LCeeE. Obtuvo 3 a駉s consecutivos el premio 揊amous Poem?por su poes韆 La Calleja. Ha colaborado en diversas antolog韆s: Famous Poets Society, 1997, 2000; Hollywood Diamond Hommer Trophy 1998; Nueva Poes韆 Hispanoamericana 2004, 2005 y 2006, y 揚aseo en Verso? M閖ico, 2005. Ha sido recibido el Premio Publicaci髇 La Porte des Po鑤es 2005, Par韘; el Premio Estad韘tico 2006 de Poes韆 y Relato en el Concurso Internacional Mis Escritos Lanuz, Argentina, y la Menci髇 de Honor en el Certamen Internacional de Poes韆 C閟ar Vallejo de Londres 2006, entre otros. Participa en Agon韆.net y Radio Agon韆. Sus textos est醤 difundidos en la Red, donde colabora con diversas revistas y diarios digitales, y participa en numerosos foros de literatura.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 V. N鷐ero 45. Noviembre 2006. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2006 Mar韆 Eugenia Caseiro. Reservados todos los derechos ?2002-2006 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

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