a lluvia golpea el cristal de la ventana de mi cuarto en
el sanatorio. A pesar del dolor de las heridas,
estrujo entre mis manos la bolsita que antes
ten韆 el dinero que rob?a la celadora, ahora
con un mont髇 de 醙atas que son mis 鷑icas
compa馿ras...
*
* *
Ya viajaba en el taxi, cuando encontr?una mujer que
vend韆 flores de pie bajo un sem醘oro. Ped?al
ch骹er que se detuviese unos segundos
aprovechando la luz roja, y compr?un ramo de
rosas blancas; son tus favoritas. Si no tuviesen
espinas?Odio las espinas, hacen heridas
terribles que duelen por mucho tiempo, pero me
ilusionaba pensar que te gustar韆n; despu閟 de
todo, solamente yo conoc韆 la historia del
collar.
Ese d韆 me dispuse a escoger un regalo para ti, no todos
los d韆s tiene una la dicha de ver la sorpresa en
el rostro de una amiga; tampoco la suerte de
evadirse del infierno y su consabido men? para
saborear un s醤dwich de pavo con un refresco de
uva.
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Camin?hasta el centro comercial y, al entrar en la
primera tienda, me llam?la atenci髇 un extra駉
y bell韘imo collar. |
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Aprovech?la oportunidad que se me presentaba en la
ma馻na para escabullirme a la calle. A pesar de
que mis nervios parec韆n estar controlados,
ten韆 la sensaci髇 de que alguien me segu韆,
pero no advert?nada especial en la gente que
deambulaba en todas direcciones.
Camin?hasta el centro comercial y, al entrar en la
primera tienda, me llam?la atenci髇 un extra駉
y bell韘imo collar. Apenas pude resistir el
hechizo de las cuentas veteadas que descollaban
sobre el terciopelo negro del armario de cristal
como acantilados que sobresalen en una llanura de
felpa, y compr醨telo; mejor dicho, compr醨melo.
Una inusitada sensaci髇 recorri?mi piel de s髄o
pensar en el contacto de aquel engranaje mineral y
trasl鷆ido. Original y atractivo, con cuentas que
simulaban armonizar en el caos de sus formas
dis韒iles, me pareci?un prototipo de lo que te
gusta (de lo que me gusta), pero estaba el
inconveniente del dinero: la maldita celadora
cargaba apenas con lo necesario para una
emergencia.
Necesitaba m醩 efectivo; una amiga merece que se le
escoja debidamente su regalo. Seguramente
encontrar韆 la manera; comprar韆 algo diferente
para ti, y luego?regresar韆 por ese collar,
por supuesto, para m?
Camin?entre vendedoras que me acechaban con rostros de
celadoras y vestimentas de brujas. Estuve tentada
de regresar al mostrador donde vi el collar y
robarlo, pero no, no era posible, la maldita
empleada lo hab韆 colocado bajo llave.
Me entretuve mirando los estantes en que siempre me
parec韆 encontrar cosas que necesitaba. Pens? que luego no tendr韆 la oportunidad de
abastecerme de ellas, como tampoco siempre puede
respirarse el aire fresco de la calle sin temor a
que la envenenen a una con tanto mejunje, por lo
que decid?disfrutar de mirar sin comprar. Pero
ese d韆, y hasta aquel momento, la suerte
parec韆 estar inequ韛ocamente de mi parte.
Llam?mi atenci髇 la sobria elegancia de una
mujer que, con la cartera distra韉amente abierta,
solicitaba un perfume bastante caro a una de las
empleadas. La idea me sedujo al instante. Nunca
nada me hab韆 sido tan f醕il como aquel
ejercicio alguna vez aprendido.
* * *
Compr?un vestido estupendo que me pondr韆 esa misma
noche. Como ten韆 hambre, me fui a comer, y,
luego de saborear mi s醤dwich de pavo y mi
refresco de uva, utilic?parte del dinero
restante para comprar algunas cosas. En el camino
de vuelta comprar韆 el collar y, enseguida, ese
dichoso regalo que, sin 閤ito, buscaba
para ti.
Luego ya no tuve noci髇 de que el tiempo transcurr韆
velozmente mientras yo vagaba cargada de paquetes
totalmente repuesta de la angustia que me
produjera el pensar que alguien andaba tras mis
pasos, as?es que decid?regresar a la primera
tienda en busca del collar. Ser韆 el premio, mi
premio, por haber soportado tanto encierro, tantos
d韆s grises y mon髏onos en aquel sepulcro de
sanatorio, y tambi閚, 縫or qu?no?, por todo el
tiempo malgastado en busca de tu dichoso regalo.
Ver a una vieja amiga mosca muerta asombrarse es
algo que no pod韆 ni quer韆 perderme, pero una
tambi閚 tiene que darse alg鷑 premio de vez en
cuando: no puede una olvidarse de eso.
Me sent?mareada, con la sensaci髇 de haberme
extraviado, o tal vez de haber perdido el enlace
entre mis acciones, pero guiada por un estado de
conciencia cuya magnitud no alcanzaba a
comprender. Hice varias veces el mismo recorrido,
cuando, de repente, reconoc?el establecimiento
donde hab韆 visto el collar. Observ?que la
empleada se dispon韆 a cerrar el lugar y me
apresur?a llamar su atenci髇; primero con una
se馻 y, seguidamente, pidi閚dole que me
permitiera entrar, cosa que la mujer hizo con
gusto. Seguro que no quer韆 perder una posible
venta si el cliente, en este caso yo..., pero el
collar ya no estaba.
Me puse mal, me algo pareci?que me asfixiaba, se me
antoj?que la empleada ten韆 un extraordinario
parecido con la celadora, pero me repuse y le
pregunt?por el collar. Me dijo que lo hab韆
vendido. Entonces, sent?que me herv韆 la sangre
y luego que me mareaba m醩. Hab韆 perdido la
oportunidad de conseguir ese maldito collar.
Tampoco ten韆 mis p韑doras; las hab韆 olvidado
con la precipitaci髇 de la salida matinal, en uno
de los bolsillos del maldito atuendo de sanatorio
que llevaba puesto y que cambi?por las ropas de
la celadora.
Estaba literalmente agotada, me dol韆n mucho los pies,
que, habituados a las zapatillas y a las alfombras
del sanatorio, ya no aguantaban los zapatos de la
bruja, que me quedaban justos.
as cosas que hay que hacer por una amiga! Estaba
deshecha de caminar todo el d韆 con esa horrible
vestimenta de arp韆. Todas las tiendas estaban ya
cerradas. Hab韆 planeado sorprenderte, 縯e das
cuenta? (a las nueve, en tu casa). Las nueve, si;
era una hora perfecta. Eran casi las ocho. Apenas
ten韆 tiempo para llegar al apartamento que
durante meses hab韆 permanecido cerrado, airearlo
un poco antes de ducharme, y arreglarme para verte
petrificada ante mi presencia.
Te chocar韆 conocer el precio de mi nuevo vestido, el
que hab韆 comprado esa misma tarde y que ven韆
tan bien con el collar; eran el uno para el otro.
Era tambi閚 una verdadera l醩tima no haber
conseguido aquel collar. L醩tima de collar y
l醩tima de sorpresa echada a perder porque a una
maldita infeliz, que hab韆 salido de debajo de
sabe Dios qu?piedra, se le hab韆 antojado
robarme mi collar, 縪韘te?, mi collar; m韔,
m韔.
Corr?calle abajo ya que no andaba muy lejos de casa, y
tomar un taxi hubiera sido imposible. Me quedaba
lo justo para el taxi que me har韆 llegar a tu
maldita casa, y para comprar ese ramo de
est鷓idas rosas blancas, que por suerte consegu? a 鷏timo momento. Aunque llenas de mal閒icas
espinas, eran tus preferidas.
* * *
Me baj?del taxi con tu ramo de flores. En ese momento
sal韆s al portal. Aunque a distancia, disfrut? de tu estupefacci髇 al reconocerme. Siempre te
cre韘te la mejor; la m醩 linda, la m醩
divertida, las m醩 popular. No niego que luc韆s
radiante, y hasta me pareci?que en tu cuello? brillaba... l collar!, i collar!
Como una bofetada en pleno rostro, como una burla
terrible y siniestra que acababa de revertir la
sorpresa del encuentro, no pude soportar que aquel
collar, mi collar, se balanceara sobre tu garganta
al comp醩 de tus pasitos de marioneta. No pude
tolerar tu necedad, tus frases: 縬u?haces
aqu?, 縯e escapaste?...
Mis manos se crisparon sobre el ramo de rosas y las
peque馻s dagas se incrustaron en ellas hasta que
las roj韘imas gotas mancharon mi vestido nuevo.
Me abalanc?sobre tu cuello y de un tir髇 te
arranqu?el collar, mientras sent韆 que el mareo
se acrecentaba y un mar de espuma me brotaba por
las comisuras de los labios. Los gritos de tus
amigas acuchillaron mis o韉os hasta ensordecerme.
Ca?en redondo y, desde el suelo, vi el rostro
angustiado de mi perseguidora que se inclinaba
sobre m? Con sus h醔iles y nervudas manos
trataba de limpiar la espuma blandiendo un
pa駏elo inmaculado.
* * *
Ha dejado de llover. Las heridas han vuelto a sangrar, y
no s?exactamente si es la empleada de la tienda,
la compradora de perfumes, o la celadora; solo s? que ha entrado en mi cuarto esa mujer: con sus
zapatos de bruja, con su disfraz de arp韆
compasiva y un enorme mazo de llaves tintineantes.
La miro con desd閚 y sigo aferrada a la bolsita con las
cuentas. Ella me devuelve la mirada con ternura, y
se pone a verificar el funcionamiento de la
alarma.
Ciudad de Miami, EE UU, Noviembre 2003.