N.? 40

MAYO 2006

2

  

  
  

Una historia de Grafton

Isabel Herrero Herrero 

  

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rase una vez un joven pintor que se llamaba David, cuyos profundos ojos verdes reflejaban toda la rebeld韆 que yac韆 en su interior. Rebeld韆 que tantas veces le inspiraba a pintar cuadros con una gran intensidad de colores y una fuerza en su expresi髇 que no dejaba indiferente a ninguno.

El joven era de una peque馻 ciudad del centro de Estados Unidos, donde hab韆 estudiado Bellas Artes y hab韆 realizado varias exposiciones.

Este a駉 hab韆 recibido una beca para mejorar sus cualidades en Grafton, un pueblo universitario a las afueras de Londres, y no pensaba desaprovechar esa oportunidad.

Su familia no dispon韆 de muchos recursos. Su padre trabajaba como operario en una f醔rica de coches y su madre era peluquera.

David era el mayor de tres hermanos y todos estaban muy orgullosos de que un miembro de la familia tuviese talento para el arte y fuese conocido en la ciudad, aunque a veces no entend韆n cuando 閟te de repente quer韆 estar s髄o y se iba a pasear o a pensar a su habitaci髇. 蒷 dec韆 que era su modo de encontrar inspiraci髇 para pintar, para 揺xpresarse pintando? y los dem醩 le dejaban en su soledad y achacaban esos momentos a su personalidad art韘tica.

Pero ahora todo era diferente en Grafton. Viv韆 lejos de su familia, en el campus universitario, con un compa馿ro de piso franc閟 que estudiaba lo mismo que 閘.

A David le encantaba este pueblo. Apreciaba la paz que encontraba all?cuando se iba a pasear solo por el campo cruzando los canales, viendo las barcas que remaban los propios universitarios que las alquilaban, el olor a humedad de la campi馻 inglesa... Y, luego, las cafeter韆s, con su ambiente intelectual, llenas de j髒enes que acababan de salir de clase, las calles empedradas por donde circulaban estudiantes en sus bicicletas con sus libros...

David adoraba aquella atm髎fera de juventud en busca de libertad. Esas ganas de aprender, de compartir experiencias, de conversar sobre el mundo, la pol韙ica, la poes韆, los planes de futuro...

Todo era maravilloso para el joven. Encontraba all?la libertad que necesitaba para inspirarse en su soledad, sin tener que enfadarse con sus hermanos para que le dejasen solo, de cuyos enfados parec韆 que se le iban a salir de las 髍bitas sus inmensos ojos verdes, como esa campi馻 inglesa que a 閘 tanto le gustaba contemplar.

Adem醩, ahora se pod韆 dejar su barba de tres d韆s y el pelo un poco largo, ya que en casa su padre le echaba una reprimenda a la hora de cenar cada vez que descuidaba un poco su apariencia, dici閚dole que parec韆 un mendigo con aquellos pelos.

S? todo era perfecto ahora en Grafton, y no hac韆 m醩 que empezar.

El fr韔 comenzaba a ser cada vez m醩 arduo aquel mes de octubre y los estudiantes sol韆n irse a cafeter韆s cercanas de la Facultad al salir de clase.

Un d韆, de camino a una de estas cafeter韆s, David se qued? observando a un grupo de j髒enes que estaban hablando a la salida de la Facultad de Psicolog韆. Entre ellos hab韆 una chica que le hizo detenerse. Ten韆 algo especial, le parec韆 incre韇lemente atractiva y dulce, y no paraba de hablar y hablar sin darse cuenta de que 閘 la observaba a lo lejos.

Poco a poco, David se fue acercando y, al estar a unos pasos de ella, oy?de repente su propio nombre: 獶avid? Era Finch, un compa馿ro de clase que estaba en ese grupo.

縌u?haces? dijo.

Nada, estoy... estaba yendo a la cafeter韆 閟ta de aqu?..

Bueno, David es un compa馿ro m韔 de clase dijo Finch al grupo―. Ellos son unos amigos de la Facultad de Psicolog韆 a馻di? y procedi?a presentarle a cada uno de ellos.

David no escuchaba ning鷑 nombre, s髄o quer韆 o韗 el nombre de ella.

Emilie dijo Finch cuando, por fin, los ojos de David se cruzaron con los de ella.

Hola.

Hola.

Y se estrecharon la mano.

David, enseguida, mir?al suelo, por su inmensa timidez, mientras ella le preguntaba.

As?que estudias con Finch Arte...

緾髆o...? S? s?

Qu?voz m醩 dulce!? pensaba el joven, a quien le empezaban a sudar las manos del propio nerviosismo.

Pero... no eres ingl閟, tu acento...

No, soy americano...

Entonces lleg? un chico y salud?a la joven.

Hola, 縞髆o est醩? Vaya clase m醩 larga... dijo.

S?contest? Emilie―, y encima hay que entregar trabajo el jueves... Mira 閘 es David, de Bellas Artes, 閘 es Mike, un compa馿ro de clase.

Hola.

Hola. Bueno me voy a casa dijo el joven mientras se alejaba.

Todos los del grupo decidieron ir juntos a la misma cafeter韆 mientras Finch comenz?a hablar a David sobre asignaturas y clases y profesores de su propia Facultad.

Despu閟 estuvieron todos jugando al billar, y David no fue capaz de dirigir la palabra a esa chica que le impresionaba tanto, y tampoco se le dieron demasiado bien las partidas de billar.

Tiene que ser fant醩tico poder hacer algo art韘tico dijo la joven acerc醤dose a David―. Tener esa facilidad para hacerlo... Te tienes que sentir muy bien cuando acabas una obra que has hecho t?

S? es fant醩tico dijo el pintor, ya m醩 tranquilo, ante la profunda reflexi髇 de la joven. Es un modo de expresar lo que sientes prosigui?/span>―. De repente, algo te inspira y se crea como una energ韆 en tu interior que tienes que canalizar. Yo lo hago pintando... 縎abes? Para ser pintor tienes que ser un poco psic髄ogo tambi閚, porque as?encuentras la inspiraci髇, observando a la gente, c髆o act鷄... es una gran fuente de inspiraci髇.

Te entiendo. Sin embargo, nosotros, los futuros psic髄ogos, no tenemos la posibilidad de dejar nada por lo que poder ser recordados... S髄o escuchar a la gente y ayudarles en lo que podemos.

Es una gran labor...

S?.. supongo que s?sonri? Emilie.

Y t? 縠res de Londres? pregunt? 閘.

No, soy de Arlington, una peque馻 ciudad al Sur de Inglaterra.

Bueno, somos chicos de peque馻s ciudades... dijo David.

S?

La conversaci髇 se prolong?un rato m醩 yendo por temas como la ciudad de 閘, la de ella y Grafton.

Al final, alguien del grupo sugiri?que era buena hora para irse a casa y todos se levantaron.

Bueno, ya nos veremos dijo Emilie.

S? ya nos veremos dijo David con una sonrisa de complicidad.

玃or supuesto que nos veremos? pensaba David volviendo a casa.

Era la chica m醩 bella que hab韆 visto en su vida. Hab韆 algo especial en ella. Deseaba pintarla, as? tal cual, con sus vaqueros gastados, sus zapatillas, su jersey y su melena rubia. Quer韆 recoger su estilo, su gracia, lo bien que le quedaba la ropa...

Al d韆 siguiente, en clase estuvo muy concentrado en las lecciones. Sin duda, esa chica le inspiraba y esperaba verla al salir.

As?fue. En cuanto acab?la clase, se dirigi?hacia la Facultad de Psicolog韆 y all?estaba ella en la puerta, hablando con una compa馿ra.

蒷 la observaba, le encantaba hacerlo.

De repente, ella le vio a lo lejos y David alz?la mano a modo de saludo. Ella hizo lo mismo.

獶ebo acercarme? pensaba David. 獴ueno, tranquilo, sonr韊, tranquilo? se dec韆 mientras caminaba hacia ella.

Hola, 縬u? tal?

Bien, un poco cansada de la clase de hoy...

Bueno, te dejo dijo la otra chica.

Vale, ma馻na te veo respondi? Emilie con una sonrisa.

縏e apetece tomar algo? pregunt? David.

S? vale. 縌u?tal tu clase de hoy? pregunt? Emilie.

Bien, la verdad es que el profesor que me da la 鷏tima clase es buen韘imo.

Entraron en una peque馻 cafeter韆 cercana y pidieron una Coca.

Estar韆n hablando y hablando durante horas. Era curioso lo c髆odos que se sent韆n el uno con el otro y la cantidad de temas de los que pod韆n hablar.

Para David, ella era fant醩tica, ten韆 tantas inquietudes... Le hablaba de casos concretos de personas que hab韆n superado ciertos miedos que ella hab韆 estudiado y comportamientos de las personas en ciertas situaciones...

A ella le interesaba especialmente el modo como se comportaban los ni駉s en el colegio, c髆o desarrollar sus destrezas, hacerles mejorar...

蒷, mientras, le hablaba de toda la libertad que le proporcionaba pintar, su manera de expresar un modo muy intenso de sentir.

Despu閟, David acompa耋 a Emilie a su residencia, y, en la puerta, ante la gran timidez de ambos, la bes?en los labios. Sab韆 que recordar韆 ese beso toda su vida.

Los siguientes d韆s y meses pasaron del mismo modo. David y Emilie se citaban despu閟 de clase y se iban a pasear, a tomar una Coca...

Los fines de semana sal韆n con amigos a pubs cercanos o se iban a discotecas de Londres.

Todo era perfecto para David en Grafton, era como si todo el tiempo vivido antes hubiese estado buscando esa vida, ese pueblo, esa gente...

Su progresi髇 en las clases era muy buena y uno de los profesores le dijo que pronto podr韆 exponer si continuaba trabajando de ese modo. Era sorprendente lo r醦ido que se hab韆 adaptado a la vida de Grafton.

Un d韆, navegando en una g髇dola junto a Emilie por uno de esos canales del pueblo, comenz?a contarle todo lo que sent韆.

縎abes que el cielo a veces tiene el color de tus ojos? dijo David.

緼h s?

S? Pero s髄o a veces. Al alba, en esas ma馻nas despejadas, muy pronto, cuando nace el d韆.

u?bonito! Gracias.

Es maravilloso ver nacer algo prosigui?/span>. Y tus ojos poseen ese azul del alba. Y cada vez que se fijan en m? me dan vida, hacen nacer en m?un mont髇 de sentimientos: ternura, complicidad, curiosidad por saber todo de ti, querer d醨telo todo, toda mi vida, quererte m韆... Y t? a cambio, me regalas el alba de cada d韆 cuando me miras.

Muchas gracias. Te quiero. Eres el chico m醩 maravilloso del mundo.

Te quiero.

緾u醤do nos casamos? brome? Emilie.

Yo me cas? contigo el d韆 en que te conoc?

Gracias, amor. Yo tambi閚.

David continuaba remando.

縎abes? Hoy he estado hablando con mi madre sobre las Navidades dijo Emilie.

Ir醩 a casa.

S? en un par de semanas. Estar?all?semana y media. Te voy a echar de menos.

Yo tambi閚. Yo me quedar?aqu? Los vuelos a mi casa son muy caros y estas Navidades las pasaremos un poco en la distancia.

u?pena! Echar醩 de menos a tu familia...

S? sobre todo a mi madre, siempre desvivi閚dose por los dem醩.

Hoy he hablado a mi madre de ti.

縔 qu?le has dicho?

Que eres un pintor americano con mucha sensibilidad y una gran proyecci髇 profesional. Y que siempre llevas unos pantalones gastados.

縔 qu?m醩?

Que me adoras.

Ah?..

Aquella tarde pas?para David como una de las m醩 felices de su vida.

Sab韆 que durante los siguientes d韆s se ver韆n mucho menos. David ten韆 que entregar un trabajo en clase dos d韆s antes de que Emilie se fuese a ver a su familia. As?que hablaban por tel閒ono y se ve韆n un rato de vez en cuando.

Un d韆 por la tarde, David llam?a Emilie por tel閒ono desde su habitaci髇, pero nadie contestaba.

M醩 tarde volvi?a llamar, y luego, otra vez, y luego, otra y otra, y nadie respond韆 al otro lado de la l韓ea.

El deseo de hablar con ella se hab韆 convertido ya en una necesidad, casi en una obsesi髇. David no se pod韆 concentrar en lo que estaba haciendo y se fue a la residencia de Emilie. Tampoco contestaba nadie en su habitaci髇.

Ante los golpes que 閟te daba en la puerta, hab韆n salido varias compa馿ras de Emilie para ver qu?pasaba. 蒷 les pregunt?por ella y ninguna la hab韆 visto en toda la tarde.

A David se le soltaban las l醙rimas de la rabia, la impotencia. Se qued?sentado en el portal, llorando, esper醤dola.

Una hora m醩 tarde, aparecer韆 Emilie, tranquila. Parec韆 venir de dar un paseo.

―緿髇de has estado? ―pregunt?David exaltado.

―Hola. He estado dando un paseo por ah?

―緿ando un paseo? Llevo toda la tarde llam醤dote... Ya no sab韆 qu?hacer.

―Lo siento. Quer韆 desconectar de todo. Ahora estoy m醩 tranquila...

―縋or qu?

―No s?.. Me he sentido agobiada de repente con nuestra relaci髇, ahora he ido a ver a mis padres.

―縉o quieres estar un rato conmigo?

―S?.. Pero a veces necesito mi espacio. Yo soy as?..

―縏? eres as? Lo he pasado fatal, 縮abes? No sab韆 d髇de estabas y necesitaba verte. Estaba muy preocupado.

―Lo siento. No s?qu?decirte.

―Que no volver醩 a hacerlo. Dime que no volver醩 a hacerlo.

―No te puedo decir eso. No lo s? No s?si volver?a hacer o no, porque a veces necesito mi espacio...

―Vale. De acuerdo. Me voy a ir a casa y ya est? Pero 縮abes? No he podido hacer casi nada esta tarde.

―Lo siento. La pr髕ima vez que haga algo as?te lo digo.

―De acuerdo.

―Te quiero.

―Y yo tambi閚 te quiero ―respondi?David.

As?se cerr? el d韆. David se fue a su habitaci髇 a continuar un poco m醩 con su trabajo y decidi?no darle demasiada importancia al tema.

El d韆 de la entrega del trabajo lleg?y los dos disfrutaron juntos otra vez de su tiempo libre durante un par de d韆s, hasta que Emilie parti?para visitar a su familia.

De repente, David se encontraba en su soledad esos d韆s de Navidad. Era como si el tiempo se hubiese parado para 閘. Paseaba cerca de los canales. Pensaba en su familia, en todo el tiempo que hab韆 pasado desde que lleg?a Grafton. Pintaba. Pensaba en lo feliz que le hac韆 pintar, ese modo de expresar todo lo que sent韆. Nada le hac韆 tan feliz como eso: pintar. Crear le hac韆 volar con la imaginaci髇, poder sentir la vida tan intensa como quer韆. Siempre fue 閟e su recurso para disfrutar de la vida, ser feliz cuando otras cosas a su alrededor iban mal. Su refugio. Adem醩, pintando, pod韆 recorrer con su pincel cada forma, cada 醤gulo que ve韆 en la lejan韆, y nada le hac韆 tan libre como eso.

Pensaba tambi閚 mucho en Emilie. Ella inspiraba su tiempo. Nunca hab韆 sentido eso por otra chica, de un modo tan intenso. Las relaciones que hab韆 tenido antes con chicas en su ciudad hab韆n sido cortas; 閘 ten韆 un car醕ter muy fuerte y, cuando algo le dol韆 de la chica con quien sal韆, en ese momento dejaba la relaci髇, aunque m醩 adelante tuviese sus dudas sobre si hab韆 sido demasiado dr醩tico.

Con Emilie era distinto. 蒷 hab韆 madurado y ella era especial. Recordaba aquella tarde en que la estuvo llamando tantas veces y ella no daba se馻les de vida. A鷑 sent韆 opresi髇 en el pecho record醤dolo. Pero la perdonaba sin duda, porque la adoraba y llegaba a entender incluso esa actitud de necesitar soledad. Ten韆 tantos bellos recuerdos de ella... Era maravillosa a sus ojos.

  

Y cada vez que se fijan en m? me dan vida, hacen nacer en m?un mont髇 de sentimientos: ternura, complicidad, curiosidad por saber todo de ti, querer d醨telo todo, toda mi vida, quererte m韆... Y t? a cambio, me regalas el alba de cada d韆 cuando me miras.

  

Pasaron la Navidades y, por fin, volvi?Emilie. Todo volv韆 a ser perfecto. Continuaban las clases, las citas con su 搑ubia favorita?(como sol韆 llamarla), las salidas con amigos...

Un d韆, David pint?a Emilie sentada junto a un 醨bol donde sol韆n pasar horas y horas hablando. Sab韆 que pronto expondr韆 y quer韆 un cuadro as?en su colecci髇. La pint?como a 閘 le gustaba verla: con sus vaqueros muy gastados y un jersey azul oscuro. Ella deb韆 ponerse y quitarse la cazadora cada poco para protegerse del fr韔 que hac韆,  porque 閘 quer韆 pintarla sin ella.

En pocos d韆s, el cuadro estaba terminado y 閘 se sent韆 tremendamente orgulloso de s?mismo. Hab韆 expresado tantas cosas que le gustaban de ella... Hizo lo que tanto le gustaba hacer, adorarla observ醤dola vestida de un modo discreto y poco bohemia incluso, en su soledad, peque馻 y a la vez distante y lejana, sumida en sus pensamientos.

Pasaron los d韆s y lleg?la gran fecha. Los cuadros de David ser韆n expuestos en una peque馻 galer韆 de Londres. El joven se hab韆 despertado ese d韆 con una sonrisa. Ten韆 muchas expectativas respecto a lo que pasar韆 esa noche. Iba viendo su creatividad y su trabajo reconocidos.

Su compa馿ro de piso ya se hab韆 ido a clase y le hab韆 dejado una nota en la que le deseaba suerte para la noche y le dec韆 que luego se ver韆n en la exposici髇.

Por la ma馻na, sus padres le llamaron para desearle suerte y decirle que estaban muy orgullosos de 閘.

Despu閟 se fue a pasear solo, junto a los canales, tratando de relajarse y mantener la cabeza en su sitio.

Estaba como en una nube y no quer韆 sentirse as? 蒷 quer韆 mantenerse en calma para enterarse de todo, para sentirlo todo.

Despu閟 se fue a comer con Emilie y otros compa馿ros en un descanso que 閟tos ten韆n entre clase y clase.

Tras pasear otro rato solo, se prepar?para el gran momento. Emilie y otros amigos cercanos fueron a buscarle y se fueron todos juntos a la inauguraci髇.

Al abrir la puerta de la galer韆, all?estaba la due馻 de 閟ta, que le recibi?con una amplia sonrisa y le present?a varias personas con las que estaba hablando. Eran cr韙icos de arte, periodistas...

Uno de ellos le pregunt?cu醤do pint?su primer cuadro.

Bueno, lo primero que pint?fue sobre un papel normal y corriente. Ten韆 siete a駉s explic?David.

縔 qu?fue?

Era la f醔rica de mi padre, con un mont髇 de tachones. Lo hice porque odiaba esa f醔rica, porque me robaba a mi padre... Yo quer韆 pasar m醩 tiempo con 閘 y 閘 ten韆 que trabajar all?muchas horas. Entonces, un d韆 que est醔amos jugando y pas醤dolo bien, tuvo que irse a trabajar. Yo, al rato, fui a la f醔rica y me puse a tirarle piedras al edificio. Un se駉r me vio, me cogi?de las orejas y me llev?a casa. Una vez all? esa noche, cog?un papel y me puse a pintar para sacar toda esa rabia contenida.

u? historia m醩 bonita! dijo el periodista.

No me lo hab韆s contado nunca dijo Emilie―. Es muy tierno.

David sonri?

Al rato, lleg? su profesor, el que hab韆 hecho posible la exposici髇.

緾髆o est醩 David? 縉ervioso?

S? Estoy muy contento, pero estos sitios con tanta gente me agobian un poco... Estoy acostumbrado a estar en c韗culos de pocas personas?/span>

Te entiendo.

La exposici髇 parec韆 un 閤ito, la gente estaba muy interesada en comprar sus cuadros, de los que David ya conservaba una copia de cada uno. Mientras, Emilie hablaba con los amigos con los que hab韆 ido y m醩 gente. David se acerc?y se uni?a la conversaci髇.

En un momento, David la abraz?y bes?en la sien.

y!, quita dijo Emilie.

David se qued? sin habla, no esperaba esa respuesta, mientras los dem醩 continuaban la conversaci髇.

縋or qu?has hecho eso? pregunt? David en bajo.

Si estamos con m醩 gente, comport閙onos como los dem醩.

No he hecho nada raro.

Es inc髆odo.

緼h s?

No te lo tomes a mal, no es para tanto.

Vale, vamos a olvidarlo.

La velada continuaba con m鷖ica jazz de fondo.

―Ma馻na me van a hacer una entrevista a 鷏tima hora de la tarde dijo David a Emilie―. 縌uedamos antes para tomar algo?

Ma馻na por la tarde ten韆 pensado irme a Londres sola a comprar unos libros y de tiendas... 縌uedamos despu閟 de la entrevista?

T? vas a tu aire... dijo David, enfadado.

Ya hemos hablado antes de esto. Necesito mi espacio. Me gusta estar sola a veces.

T? no me quieres como yo te quiero a ti.

縋ero qu?dices? No tiene nada que ver con eso.

趌timamente casi no me dices que me quieres.

Te quiero. Te quiero. Pero yo no suelo decir eso a todas horas.

Pues quiz醩 yo necesito o韗lo.

緾u醤tas veces al d韆? Yo te puedo decir: 攅sto es blanco? una, dos o tres veces, pero       no lo voy a decir cien veces al d韆. Necesito mi espacio, nada m醩. Pero te quiero igual.

No lo creo y yo lo paso muy mal por 搕u espacio?

Pues eso no lo voy a cambiar.

Muy bien dijo David. Y se alej?

El joven cogi? su cazadora, se despidi?de varias personas y se fue de all?

  

Al lado, en el canal, pasaban g髇dolas remadas por universitarios entre risas y voces. Y ellos parec韆n invisibles.

  

Pasaron d韆s sin saber nada el uno del otro.

David estaba destrozado. La echaba mucho de menos, pero no pod韆 soportar la situaci髇 que ten韆 con ella. Si sal韆 con ella necesitaba estar m醩 tiempo con ella. Y ahora no pod韆 llamarla, por orgullo.

Emilie lo estaba pasando muy mal tambi閚. Le quer韆 como no hab韆 querido antes a otro chico. Pero nadie le pod韆 quitar esos ratos sola, su espacio. Ni siquiera 閘. 玒o soy as砘, pensaba.

A David, la tristeza por la falta de Emilie era mayor que la alegr韆 por los reconocimientos que estaba recibiendo por su obra.

Uno de esos d韆s de soledad en su habitaci髇, le apeteci? de repente ver las copias de los cuadros de esa exposici髇. 玈on buenos? pensaba David mientras los pasaba r醦idamente, hasta que lleg? al que pint?de Emilie y se detuvo en 閘. 獷ra tan bella...? pensaba.

Observ醤dolo, de repente comprendi?que 閘 la hab韆 pintado en su soledad, porque eso le gustaba de ella. Precisamente eso de lo que 閘 tanto se quejaba y que hizo romper la relaci髇.

A 閘 le gustaba as?en realidad, con su propia independencia que le hac韆 interesante. No pod韆 cambiarle eso. 獷lla era as砘, dec韆 David en alto, recordando lo que ella tanto repet韆. Era parte de su personalidad. Probablemente, no ser韆 tan interesante a sus ojos si no fuera as? Ya no quer韆 cambiarle eso, porque la quer韆 como era, tal cual.

Empez?a recordar toda su historia con ella desde el momento en que la conoci? la primera vez que la vio, cuando apret?su mano al saludarla por primera vez. Cuando se acerc?un compa馿ro de ella de clase y ella se lo present?diciendo: 玀ira, 閘 es David, de Bellas Artes. Era la primera vez que le oy?decir su nombre... Y luego, todas las conversaciones que tuvo con ella. S? esa necesidad de su espacio cuadraba con su personalidad. No pod韆 cambi醨selo y 閘 la quer韆 as? Adem醩, la entend韆, porque a 閘 le ocurr韆 lo mismo muchas veces.

Quer韆 verla, hablar con ella, pero no se sent韆 con el coraje suficiente para llamarla. As?que cogi?la llave de casa y se fue a pasear hasta el 醨bol donde la pint? Yendo para all? David pensaba lo curiosa que es la vida a veces. Conoces a alguien, te gusta, y entonces s髄o quieres conocerle m醩 y m醩, sin darte cuenta de que, cuanto m醩 le conozcas, m醩 cosas vas a conocer de la personalidad de esa persona, que inevitablemente te hagan da駉, pero la cuesti髇 es que, a pesar de eso, quieras a esa persona como es.

Al llegar al 醨bol, all?estaba ella, sentada, mirando al canal.

Hola dijo David.

Hola dijo ella, sorprendida.

Quer韆 decirte que lo siento, que te entiendo, te echo de menos y no quiero cambiarte en nada...

Chuusss...

Emilie se alz? y le tap?los labios con el dedo.

No digas nada susurr? sutilmente al o韉o. Lo s?

Y le bes? fundi閚dose con 閘 en un abrazo, junto al 醨bol.

Ambos se comprend韆n mejor que nunca. Hab韆n tenido tiempo para ponerse el uno en la situaci髇 del otro, y las palabras sobraban en ese momento.

Al lado, en el canal, pasaban g髇dolas remadas por universitarios entre risas y voces. Y ellos parec韆n invisibles.

  

  

  

  

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Isabel Herrero Herrero (Valladolid, Espa馻) es licenciada en Administraci髇 y Direcci髇 de Empresas. Consumada viajera, ha vivido largas temporadas en pa韘es como Italia, Irlanda o Inglaterra. Colabora en diversas organizaciones pol韙icas y culturales, y ha trabajado como instructora de tenis, broker o traductora, aunque la 鷑ica tarea que mantiene con regularidad es la de escribir cuentos y poes韆. Pr髕imamente aparecer? publicado su primer libro de poemas.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 V. N鷐ero 40.Mayo 2006. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2006 Isabel Herrero Herrero. Reservados todos los derechos ?2002-2006 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

  

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