N.? 38

ENERO 2006

2

  

  
  

Martina

Francisco de Sales S醤chez Corrales 

  

Paciente: Martina Valencia Corral

Natural de: Pozogordo

Fecha de nacimiento:  23 de enero de 1930

Hija de: Isidro y Leandra

Edad: 73 a駉s

Estado civil: Soltera

Hijos: No

Antecedentes: Sin antecedente

Doctor/Doctora: Ana Luisa Garc韆 Perea

  

La primera vez que Martina vino a la consulta le calcul? setenta a駉s de edad y doscientos de sufrimientos. No me equivoqu?en mucho. La acompa馻ban algunos familiares con la solicitud de que emitiera el certificado de que estaba loca y hab韆 que ingresarla en el Manicomio Provincial. Quien m醩 inter閟 ten韆 era su hermana Justa, que pon韆 un empe駉 en el que hab韆 mucho m醩 que la necesidad de acallar su conciencia y preservar los apellidos que podr韆n estropearse con la deshonra de lo que suced韆, y es que, como m醩 adelante descubr? hab韆 una persecuci髇 especial contra ella desde poco despu閟 de que dejaran de ser ni馻s y ella supiera que su hermana estaba maldita con una enfermedad que Dios no perdona, como ella dec韆 convencida.

  
         

  

En la primera entrevista insisti?expresamente en acusarla de que su mal, como ella lo denominaba, no era de nacimiento, sino que ella se hab韆 preocupado de engordarlo en vez de curarlo, y, mientras hablaba soltando su bilis a trav閟 de esa voz hombruna, aparentemente serena, Martina, imperturbable, impenetrable, callada, con la vista perdida en uno de los diplomas de mi despacho, ni asent韆 ni se defend韆.

Escuch?a Justa, valorando la verdad que pudiera haber en aquella verborrea imparable, pero atend韆 a Martina.

No pesar韆 m醩 all?de los cuarenta o cuarenta y dos kilos, ni medir韆 m醩 de metro y medio. Vest韆 韓tegramente de ese luto que s髄o usan algunas mujeres en algunos pueblos. No pude averiguar el color de sus ojos, luego supe que eran muy negros, pero s?percib?el cansancio infinito, la rendici髇 de toda una vida, aunque, entre tanta pesadumbre, se notaba un leve brillo alimentado por las ganas de hacer justicia y contarle al mundo entero que su vida y sus circunstancias le hab韆n condenado a ocultar un secreto que ahora quer韆 hacer p鷅lico.

Justa repet韆 una y otra vez el mismo argumento, ya que interpretaba mi silencio como su victoria, como si me hubiera quedado sin palabras para rebatirla.

Cuando ya me cans?de escuchar la misma ch醕hara, y ya que ve韆 que no aportaba nuevas informaciones que me ayudaran a descubrir algo distinto, le ped? que respondiera a unas preguntas elementales que le hice, y, poco despu閟, le orden?que me dejara a solas con Martina. Sali?de mala gana porque quer韆 enterarse de lo que habl醨amos, pero no ced?en su petici髇 insistente de quedarse.

Martina, cuando ya vio que est醔amos solas, me dijo que borrara todo lo que hubiera escrito de lo que hab韆 dicho su hermana porque todo era mentira. Dijo que me contar韆 toda la verdad. Le ped? permiso para grabar lo que contara y me lo concedi?

─Me llamo Martina Valencia Corral, para servir a Dios y a usted, como se dec韆 cuando yo era chica, y quiero decirle a usted una cosa muy gorda que me ha pasado de toda la vida, y como ya se lo he contado al cura, que es a quien yo creo que hay que contarle esta cosa que me ha pasado y me pasa, pero no me ha hecho caso, que s髄o ha hecho que re駃rme y llenarme de rosarios de penitencia, que bueno me ha salido ese al final, no me queda otra que dec韗selo a usted, por si me puede ayudar, porque yo no me quiero morirme sin decirlo de una vez, que yo ya he visto muchas cosas en la vida y primero estaba predispuesta a no contarlo nunca, pero luego he pensado que para qu? que por qu? no contarlo si es as?y soy as? y ya que le he dado un mareo de vueltas en la cabeza, y me ha amargado la existencia, y me ha hecho pasar por muchos quebraderos, y no he podido hacer lo que yo hubiera querido en esta vida, como veo que se me acaban las ganas de seguir estando, he tomado la decisi髇 inquebrantable de morirme el d韆 veinticuatro de enero, justo despu閟 de que cumpla los a駉s, y no habr?quien me haga cambiar de idea: me dejar?morir pensando que soy una santa y que Dios me ha tomado esta prueba tan dura que he pasado para demostrar mi santidad, que yo, llorar, he llorado para llenar un pozo, pero nunca le he recriminado nada, bueno, igual cuando era joven, que una es m醩 rebelde y entiende menos las cosas, pero luego, cuando me hice mayor, ya vi que todas las santas ten韆n que sufrir tentaciones y martirios y yo bien que las he tenido, a porradas y a raudales, pero he aguantado hasta ahora quieta, sin decir esta boca es m韆, comi閚dome los deseos cuando me ven韆n, rezando d韆 y noche, y noche y d韆, rechazando los embaucamientos del demonio, aunque me costara la calma y la salud, pero resistiendo la tentaci髇, 縨e sigue usted, se駉rita?

─Tengo muchas dudas, pero contin鷈 a su ritmo, por favor.

─Despu閟 vinieron las recriminaciones de mi hermana Justa, a la que le particip?algunas confidencias, que para eso est醤 las hermanas, vamos, digo yo, y adem醩 yo se lo cont?porque quer韆 saber si a ella le pasaba lo mismo que a m?o si yo era un bicho raro, y cuando se lo cont? ella se puso loca y me dijo que yo estaba endiablada, y que no le contara nunca a nadie esa mentecatada que ten韆 en la cabeza y que me dejara cortejar por un mozo y tuviera muchos hijos, y se me borrar韆 eso de la sesera, 縬u? le parece a usted?

─Todav韆 no me ha dicho qu?es lo que usted llama problema.

─Es que de siempre me han gustado las mujeres.

Desde que o?su confesi髇 hasta que le pude decir algo, pas?el segundo m醩 largo de mi vida. Sab韆 que si me quedaba desconcertada, le har韆 m醩 duro el trance, as?que ten韆 que mostrar naturalidad, pero entonces llevaba poco tiempo como psiquiatra y me cost?recomponer la figura y volver a invitarla a que siguiera hablando.

─Recuerdo que cuando me hice mujer, con gran alboroto para mi madre porque por aquel entonces yo no ten韆 m醩 que once a駉s y me tuvo que explicar lo de eso que ya sabe usted, tambi閚 me empez?a asomar alguna idea de lo de los hombres y las cosas que les hacen a las mujeres, para prevenirme, que mi madre se hubiera muerto antes de tiempo si le llego a casa con una barriga as? de gorda, recuerdo que cuando me cont?eso que te meten, me pareci?que eso s?que era un martirio bien gordo, y no s?si del miedo que cog?por como me lo cont?ella, me naci?lo que me naci? contra los hombres, o si era algo que yo llevaba de los genes, pero entonces me empec?a fijar mucho en las chicas, las miraba con cari駉, con los ojos muy abiertos y un baile de mariposas en las tripas, no s?si usted entiende lo que le quiero decir, pero es que ve韆 una chica, y como si viera una Virgen, pero con otras intenciones por mi parte, que tampoco sab韆 yo muy claramente cu醠es eran mis intenciones, pero s?que quer韆 estar con ellas, verlas desnudas, tocarlas con caricias, as?que en cuanto surg韆 la oportunidad de irnos a ba馻rnos desnudas a la acequia, yo la primera, y si dec韆mos de ir a dormir a casa de la prima, yo la primera, y si hac韆mos el concurso de ver qui閚 ten韆 ya m醩 pelitos, yo la primera, recuerdo que yo me lo pasaba m醩 mal que bien porque no terminaba de entender los arrebatos que ten韆 por dentro y, sobre todo, ten韆 que tener cuidado para que no se me descubriera, porque Justa me hab韆 dicho que eso era de lo malo lo peor y que mejor que nadie lo supiera porque empezar韆n a hablar de m?y no parar韆n, y si llegaba a o韉os del cura, que para m?era una mezcla de Dios y el diablo, de lo que le quer韆 y le tem韆, que me iba a excomulgar, me dec韆 Justa, y de sobra sab韆 que 閟a era la peor amenaza para m? as? que rezaba para dentro mientras disfrutaba vi閚dolas desnudas, con mi coraz髇 dividido entre el gusto y el pecado, pero, aparentemente, como si no pasara nada. Ya, cuando fui m醩 mayor, 縬uiere que le cuente qu?me pas?cuando fui mayor?, pues se lo cuento porque esto que le he relatado fue de los doce a los dieciocho a駉s, cuando mi madre me mand?a la capital a servir a casa de unos se駉res que eran del mismo pueblo que nosotros pero que hab韆n emigrado, y 閘 hab韆 ganado mucho dinero porque era un lince para eso de las trampas y los trapicheos, y eso que no me acuerdo de c髆o se llama dar dinero a escondidas para que le dieran provechos y negocios de chanchullos, pero en aquellos tiempos que usted no ha conocido, hija m韆, hab韆 que buscarse las habichuelas como fuera y hasta eso estaba medio bien visto, y a m? con ellos, no me falt?de nada, que fui una m醩 de la familia y una hermana para su hija Pilar韓, que a veces hasta me llevaban al teatro, no crea usted, que yo he visto muchas cosas y he estado en muchos sitios, pero eso no viene al caso, que la cosa es que yo ten韆 mi habitaci髇, peque馻 y modosita, pero muchas de las noches, cuando ellos estaban ya dormidos, yo me iba a la cama de Pilar韓, o ella se ven韆 a la m韆, y habl醔amos durante media noche aunque pareciera que ya nos lo hab韆mos dicho todo durante el d韆, pero habl醔amos hasta caer reventadas de sue駉, y en esas noches pasaba de todo, que no s?si cont醨selo o si usted ya se hace una idea, pero empez醔amos jugando a que cu醤to fr韔 tengo cali閚teme usted, y entonces nos abraz醔amos y yo me azoraba entera de la excitaci髇 que ten韆 y no pod韆 compartir, y otras noches m醩 aventureras jug醔amos a que yo era su marido, porque ella era normal y no como yo, y ella se desnudaba y quer韆 que yo la besara, pero, como ya le digo, para ella no era m醩 que un juego de esa edad; ten韆 catorce a駉s, pero era muy provocadora y, aunque me d? apuro decirlo, ella fue la que me ense耋 a hac閞selo una sola, ya sabe usted lo que digo... 縬ue cu醤to dur?, pues hasta que nos pillaron una noche, que era lo que ten韆 que pasar antes o despu閟, porque no sabe usted el ruido de las risas, y una noche que el se駉r no pod韆 dormir por la escandalera y vino a rega馻rnos, nos encontr?desnudas y ah?fue cuando me ech?y mand?una carta a mi madre explic醤dole todo, o sea que se puede imaginar lo que pas?cuando volv?al pueblo y mi madre me pidi?esclarecer si era verdad lo que 

  

    

"Mujeres", de Barreda.

觢eo sobre lienzo.

  

dec韆 la carta; yo creo que mi madre, con lo que me quer韆 la pobre, hasta hubiera sido capaz de comprenderlo, pero Justa le meti?veneno y volvi?otra vez con lo de que estoy endiablada y que lo m韔 es porque quiero, que si yo no quisiera, ser韆 normal como las dem醩 y tendr韆 dos o tres chiquillos y menos bollos en la cabeza, f韏ese usted lo que es eso, que bastante es lo que una se cuece por dentro como para que encima venga alguien con m醩 inquisici髇 a malmeter, as?que mi madre me recluy?en la casa y no me dejaba salir ni diarios ni festivos, ni a por el pan ni al m閐ico, dijo que as?se me pasar韆, y s髄o se me pasaron los a駉s, que as?estuve durante ocho, hasta que cumpl?los veintinueve a駉s de dolor de vida; en aquel entonces, lleg?al pueblo una joven que ven韆 desterrada de la capital porque, seg鷑 comentaban las malas lenguas, ten韆 el mismo gusto que yo por las mujeres, y su padre, boticario, la hab韆 mandado a casa de unos t韔s para ver si el campo y la vida sana le apagaban los fuegos, y con la orden expresa de que la vigilaran continuamente, as?que cada vez que sal韆 a la calle para lo que fuera, llevaba a su t韆 de sombra y no la dejaban siquiera que se parara a hablar con otras chicas, que ya es mala voluntad, 縮abes usted lo que hice?, pues por si acaso, que yo no sab韆 si eran s髄o habladur韆s, le hice llegar una carta a trav閟 de Justa con la artima馻 de decirle que me la hab韆 entregado en secreto para la muchacha Juan, el que nos tra韆 el pan, que estaba medio enamoradizo de ella pero no se atrev韆 a habl醨selo a la cara, y que nunca le mentara a Juan este asunto, por favor, que le daba mucho apuro, se lo dije as?para que no me descubriera el pastel, f韏ese lo que tiene que ingeniar una, en la carta le dec韆 que me perdonara el atrevimiento y la presunci髇, por si estaba equivocada, pero que si a ella le gustaban las mujeres, a m?tambi閚, y adem醩 le puse al d韆 de por qu?no pod韆 salir, que me ten韆n retenida, y c髆o le hab韆 embaucado a mi hermana con lo de Juan para poder hacerle llegar la carta, y que no desvelara el secreto y siguiera la corriente, y le entregara un sobre con su respuesta para que me lo entregara a m?para que yo se lo entregara a Juan, qu?l韔 de palabras, y, de ese modo, nos sentimos menos aisladas y m醩 acompa馻das en lo nuestro, y as?estuvimos con el correo hasta que no pudimos m醩 de deseos de conocernos y preparamos un encuentro una noche, al son de las doce campanadas, en la parte de atr醩 de la iglesia, yo me salt?la ventana, que no ten韆 ning鷑 misterio para m? y ella sali? por la puerta sin hacer ruido y nos encontramos, m醩 nerviosas que los flanes y locas por tenernos en los brazos, tal como sucedi? que fuimos derechas a los besos porque todas las palabras nos las hab韆mos dicho en las cartas, y si me pongo nerviosa ahora al recordarlo es porque, para m? 閟a fue la primera vez que estaba con una mujer por amor y no pod韆 remitir los latidos del coraz髇, ella y yo solas, los besos, las caricias, discretas porque est醔amos detr醩 de la iglesia y eso impone mucho, y adem醩 quer韆mos que nuestra primera vez de ya sabe usted qu?fuera en un sitio bonito, y all?mismo planeamos fugarnos, escaparnos lo m醩 lejos posible a un sitio donde nos dejaran vivir juntas y en paz, y en eso estuvimos hasta la amanecida en que nos retiramos con pena y dolor cada una a nuestra casa, y ese mismo d韆, que yo no s?si es mala suerte la m韆 o son los designios de Dios, f韏ese usted lo que son las cosas, apareci?su padre con un coche, como si se barruntara algo, y se la llev?a un convento, de enclaustrada o de reclusa, o como se diga, y nunca llegu?a saber m醩 de ella, as?que volv?a mi depresi髇, como se dice ahora, y en esas estuve, sin volver a salir a la calle hasta que muri?mi madre, que por aquel entonces yo ten韆 cincuenta y dos a駉s reci閚 cumplidos, y tuve que salir para enterrarla, enterrar a esa santa, que era la mujer m醩 buena del mundo, salvo por la obstinaci髇 esa que tuvo de no dejarme salir, que espero que Dios ya se lo haya perdonado, y mire usted si nos pasamos horas y d韆s all? recluidas, y tuvimos tiempo de ver las cosas por arriba y por abajo, y hablar hasta gastar las palabras de tanto usarlas, pero de esto m韔 nunca m醩 se volvi?a hablar, como si fuera un sacrilegio sacar el tema; cada vez que yo quer韆 hacerla entrar en raz髇 ella se pon韆 r韌ida y hab韆 que dejarlo, y aunque en alguna ocasi髇 le dije que ten韆 que comprenderme, y le amenac? con matarme, porque varias veces me puse un cuchillo en el cuello y apretaba como si fuera a cort醨melo y una de las veces hasta me hice sangrar, pero ella no se conmov韆, ni las pesta馻s se le mov韆n, as?que menos todav韆 salir corriendo a abrazarme y a disuadirme porque ella sab韆 que soy una cobarde, poca cosa, tan poca cosa como es mi cuerpo por fuera as?soy por dentro, pero le voy a hacer un desahogo y es que yo me he mermado mucho de los disgustos porque de joven ten韆 unas buenas tetas y un buen cuerpo, que por lo menos med韆 una cuarta m醩 que ahora, y no le exagero, pero bueno, que no he venido a hablar de eso, ya ve usted que si me dan carrete, no hay quien me pare, he venido para que usted me diga c髆o tengo que hacer para que todo el mundo se entere de lo m韔, porque yo quiero salir a la calle con la cabeza bien alta y la conciencia limpia, que bastante me he callado y bastante me he reconcomido en silencio como para morirme as? tan ricamente para el resto de la gente, porque ahora se habla en los debates de la tele mucho y de todo, y con naturalidad, y s?que esto m韔 no es malo ni es pecado, as?que no le haga usted caso a Justa porque yo no estoy loca, ya ve que hablo consecuentemente y no he dicho nada como hablan los locos, que yo hablo como se habla en mi pueblo, que es como me han ense馻do, pero con las ideas bien dichas, 縬u?le parece?

  

         

  

Tard?en responder a su pregunta porque me sorprendi? el silencio que apareci?de golpe, y porque a鷑 estaba en su historia, a la que me hab韆 trasladado sin que me diera cuenta, atrapada por ese relato tan ca髏ico como humano, y lejos de la atenci髇 que mi profesionalidad me exig韆, hab韆 sucumbido a la experiencia de una vida, que hab韆 reducido a Martina a ese ser que ten韆 delante de m?

Mi compasi髇, antes que mi oficio.

A鷑 no s?si la 閠ica de mi profesi髇 tiene una excepci髇 para un caso como 閟te, o para una novata como era entonces. No s?si hay un perd髇 establecido para estos casos, pero quer韆 m醩 ser su amiga que su juez, y m醩, darle un abrazo que una receta, y as?lo hice, a contrapelo de las leyes, en contra de las normas, aunque t閏nicamente quiz醩 la estropeara en vez de ayudarla, pero yo quer韆 mostrarle mi empat韆, consolarla en mis brazos, tratar de transmitirle la aceptaci髇 que la vida le deb韆, y llor?con ella en un abrazo de hermanas buenas, o en el abrazo de la hija que nunca tuvo, pero yo quer韆 seguir abrazada a Martina, tan menuda, tan emocionada, a punto de llorar de nuevo dentro del 鷑ico abrazo de los 鷏timos a駉s, desde que aquella monja involuntaria le fue robada. Entonces se deshizo. Fue entonces cuando se dej?vencer por sus propias emociones retenidas, fue entonces cuando dio rienda suelta a las l醙rimas de lujo que ten韆 reservadas por si llegaba el d韆 que tuvieran que manifestar alegr韆 en vez de la llantina habitual. Fue entonces cuando solt?sus manos, deshaciendo el nudo permanente de sus dedos, y estir?mucho sus brazos, desconcertada, con las ideas bailando, hasta pasarlos por mi espalda, y trat?de hacer fuerza, de aferrarse a m?como a un milagro, y se dej?vencer, se dej? caer mansamente, me traspas?el peso de su pasado, las muchas incomprensiones, el mar de sus miedos, y la responsabilidad de su porvenir.

As?nos quedamos.

El tiempo, a veces, tiene la decencia de no entrometerse y descansa de su dictadura.

Cuando ya 閞amos una, y yo la comprend韆 en su esp韗itu, y ten韆 instalado dentro de m?todo lo que era y hab韆 sido ella, nos separamos dulcemente. Me dio un beso como los que me daba mi abuela, me mir?sonriendo, y se fue hacia la puerta. Cuando la abri? antes de salir, se gir? y me dijo con la mirada gracias, hija m韆.

Vino m醩 veces a la consulta, hasta que ambas sentimos que ya estaba preparada para llevar sola el resto de su vida.

Desisti?de su idea de dejarse morir: ten韆 mucho por recuperar y se puso a ello.

  

  

  

  

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Francisco de Sales S醤chez Corrales (C髍doba, Espa馻, 1954) est? al frente de la Gerencia de una empresa de distribuci髇 y, desde la m醩 temprana edad, es un fervoroso enamorado de la creaci髇 literaria, tanto en prosa como en verso. Durante la d閏ada de los 90, le invade una inquietante y pertinaz necesidad de escribir, de redactar en unos folios cuanto bull韆 en su interior m醩 desconocido. Por ese tiempo, empieza a asistir a unas reuniones de poetas que se celebraban semanalmente, que 閘 abandona al cabo de unos meses. Ha sido relativamente reciente cuando se ha entregado a la actividad creativa de forma sistem醫ica. Aunque tiene escrito un libro, Andrea Amor, que se inserta en el realismo fant醩tico, y otros dos empezados, adem醩 unos 40 relatos cortos y un millar de poemas, Francisco de Sales es m醩 conocido por su colaboraci髇 en diversas p醙inas digitales de literatura.

  

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 V. N鷐ero 39. Abril 2006. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2006 Francisco de Sales S醤chez Corrales. Reservados todos los derechos ?2002-2006 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻). Cualquier reproducci髇 total o parcial debe contar con la autorizaci髇 expresa del editor o de los autores.

  

  

  

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