n un peque駉 escenario, una orquesta acababa de tocar
una dulce sinfon韆 y, tras recibir aplausos y
m醩 aplausos, todos los instrumentos salieron por
la puerta de atr醩 bastante mosqueados.
―o no entiendo nada! 縋or qu?nosotros nos
esforzamos tanto en tocar notas y m醩 notas y los
aplausos siempre se los lleva esa cosa fina?
―dijo Viol韓.
―緿e qui閚 hablas? ―le pregunt?Flauta.
―e qui閚 va a ser, de Batuta! Se cree que, por
tan s髄o moverse de un lado hacia otro, siempre
tiene que ser el centro de atenci髇.
―Es cierto; adem醩, yo tampoco entiendo por qu? tenemos que estar siempre colocados de la misma
manera: primero las cuerdas, despu閟 los vientos,
seguidos las percusiones y... Batuta siempre en el
centro.
―緾entro? ? Me gusta ser el centro de
atenci髇 ―respondi?Tambor, que estaba
escuchando la conversaci髇 tras la puerta.
―縌u?haces ah?escuchando? Anda, ven y no digas
tonter韆s, estamos hablando de Batuta ―dijo
Viol韓.
―hhh! s propongo algo!
―縌u? ―preguntaron Flauta y Viol韓 al
mismo tiempo.
―A partir de ahora, en cada concierto, ni la
miraremos. Tocaremos las notas sin seguir sus
indicaciones, para que se de cuenta de que
nosotros, sin ella, tambi閚 podemos recibir
aplausos.
―ien, estupendo! Por m? s?―respondi? Viol韓.
Y as?fue, todos los instrumentos de la orquesta se
pusieron de acuerdo para no seguir las
indicaciones de Batuta.
Al siguiente concierto, todos los instrumentos tocaron
sin mirarla siquiera. Batuta se mov韆 como de
costumbre, pero... todo fue un desastre: en vez de
aplausos, recibieron tomates, y el p鷅lico, muy
enfadado, los abucheaba, les gritaba a todos y a
cada uno de ellos, incluso a Batuta.
―Ha estado muy bien, hasta que... ―comenz?a
explicar Viol韓.
―Si, hasta que el p鷅lico se ha levantado, nos ha
insultado, tirado tomates... ―a馻di? Flauta muy enfadada.
―No lo entiendo. 縌u?habremos hecho mal? ―pregunt? Tambor.
Mientras algunos de los instrumentos charlaban y
discut韆n, Batuta se acerc?a ellos.
―緼lguien me puede contar lo que ha pasado?
―pregunt?Batuta, algo furiosa.
―Que eres tan chica y fina que... no te ve韆mos,
je, je ,je ―brome?Tambor.
―縌u?..? ―pregunt?sorprendida Batuta.
―Simplemente, que no hemos querido hacerte caso
porque nos parece muy mal que nosotros nos
esforcemos tanto en tocar las notas, y t?seas
siempre el centro de atenci髇 y te lleves todos
los halagos ―argument?Viol韓.
―Pero, 縬u?est醝s diciendo? ―Batuta
segu韆 a鷑 muy sorprendida―. En una
orquesta, cada uno de nosotros somos igualmente
importantes. Yo, sin vosotros, no tengo trabajo y
vosotros sois tantos que sin m?no podr韆is
guiaros.
―Si, pero entonces 縫or qu?los aplausos son
todos para ti? ―pregunt?Flauta.
―Eso no es cierto, los aplausos son para todos.
Para vosotros, por ser capaces de hacer sonar las
notas y, para m? por ser capaz de llevar el
orden de esas notas.
―Es cierto. Todos nos necesitamos unos a otros
―afirm?convencido Viol韓.
A partir de ese momento, todos los instrumentos se
hicieron amigos de Batuta y todos los conciertos
que tocaron a partir de ese d韆 fueron un
aut閚tico 閤ito, ya que no s髄o recib韆n
aplausos, sino tambi閚 ramos de flores, halagos
de la cr韙ica... Y todo, gracias a que, al fin,
comprendieron que, en un equipo, todos son
iguales, nadie es superior a otro porque todos se
complementan.