l
se駉r D. despert?sin sobresaltos. Su primera
impresi髇 fue la de estar vivo pese a que sus
sentidos se negaran a significar cualquier
percepci髇 concreta. Temperatura an醠oga y
constante, textura acuosa e inconsistente, era
todo lo que aquella exclusiva atm髎fera le
suger韆. Cre韆 flotar, levitar inmerso en un
blanquecino fluido sin fin. Su mente se adapt?a
aquel amni髏ico entorno sin caer en el m醩
m韓imo gesto de histerismo. Se mantuvo sereno e
incluso lleg?a disfrutar por breves instantes
del fluctuar de sus miembros, invisibles para 閘,
sin impedimento alguno. Trat?de orientarse sin
encontrar referencia. Solo una
amalgama de inmateria y luz que lo envolv韆. Trat?de o韗 su voz sin llegar a
saber si hab韆 emitido sonido alguno. Ciego,
sordo y mudo al parecer. Comenzaron las preguntas
sin respuesta. Continuaron sin respuesta las
preguntas. Inici?entonces una inmersi髇
retrospectiva, buce?entre lagunas pret閞itas
tratando de aclarar un mar de dudas presentes,
acuciantes. Estaba en casa y era tarde, ve韆
televisi髇 en el dormitorio, todo normal; no
recordaba haberse acostado, le pareci?que hac韆
un siglo de aquello. Nuevamente el albor acud韆 a
su mente. Papeles en blanco, cajones vac韔s,
habitaciones desnudas, nada donde registrar en su
memoria acerca de lo ocurrido: sin nexo entre sus
recuerdos y la situaci髇 actual. Eso le
preocup? Aun as? desbordado por las dudas,
tampoco encontraba razones para el temor. No
exist韆 amenaza, todo estaba bien all? tan
s髄o parec韆 encontrarse aislado, suspendido, a
la espera. Suerte de limbo ingr醰ido 緾u醤to
durar韆 aquello? 縌u?ocurrir韆 a
continuaci髇? Al fin, la idea m醩 l骻ica se
abri?camino en su mente. Parec韆 confirmarse
afirmativa una cuesti髇 universal. Hab韆 algo
m醩. Su vista se nubl?sin que fuera consciente
de ello y al momento sinti?alejarse sin tampoco
saber de qu? Daba igual, aceptar韆 lo que
llegase con resignaci髇. De nuevo, el sue駉 se
apoder?de 閘.
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Trat?de orientarse sin
encontrar referencia. Solo una
amalgama de inmateria y luz que lo envolv韆. Trat?de o韗 su voz sin llegar a
saber si hab韆 emitido sonido alguno. |
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Cuando
el se駉r D. volvi?a despertar, s?se encontr? de lleno ante una referencia inconfundible y
terrenal. Un rayo de sol se colaba a trav閟 de
una lejana claraboya incidiendo directamente sobre
su figura, proyect醤dose as?su sombra sobre el
marm髍eo pedestal que serv韆 de piso. Le
parecieron s韒bolos de inequ韛oca existencia. Se
descubri?a s?mismo en un majestuoso sal髇,
erguido sobre un confortable div醤 de estilo
renacentista y envuelto en delicadas gasas. Se
observ? La piel de su cuerpo, rasurada sin
excepci髇, ten韆 un tono azulado y p醠ido.
Contrastaba esta imagen con la sensaci髇 de
plenitud f韘ica que emit韆n todos los testigos
de su cuerpo. Sus m鷖culos y articulaciones,
entumecidos pero plenamente presentes, anhelantes
de movimiento y excitaci髇, se encontraban
rejuvenecidos. Durante un segundo, incluso estuvo
tentado de probar su forma realizando alg鷑 salto
o pirueta. Medit? A sus a駉s, no le pareci?lo
m醩 apropiado. Ri?por dentro. Ante 閘, yac韆
lo que parec韆 ser una mesita auxiliar de dise駉
vanguardista, cubierta por bordado mantel de seda
y coronada por diversas fuentes repletas de lo que
parec韆 comida, aunque un tanto extravagante. A
un lado encontr?algo que llam?su atenci髇. Un
醤fora labrada inclu韆 letras doradas en su
decoraci髇, graf韆s que le resultaron
familiares, sus propias iniciales en oro puro, W.
D. Sinti?un escalofr韔. Recay?al momento en
lo absurdo de su situaci髇, nuevamente
incapacitado para hilvanar hechos o predecir
acontecimientos. Volvi?a sonre韗, iluminado por
el astro rey y rodeado de penumbra y silencio.
Expectante.
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*
El
joven que, de pronto, encontr?ante s? parec韆
enormemente feliz. Surgido de la nada y cubierto
por una simple t鷑ica, lo observaba fijamente con
expresi髇 de asombro y gratitud. Gozaba de la
m醲ima armon韆 y equilibrio en su complexi髇.
De ojos azules y perfectas facciones, aquel joven
rebosaba energ韆 y vitalidad. Iluminado al igual
que 閘, y ataviado con tenues ropajes, el se駉r
D. lo imagin?como ideal hel閚ico sin mayor
esfuerzo.
―緾髆o
est?se駉r? 縎e encuentra bien? Le est醔amos
esperando.
Al
se駉r D. le sorprendi?el acento de su
interlocutor, que no supo ubicar. La pregunta
hab韆 sido formulada de forma plana y monocorde,
sin inflexi髇 alguna en su entonaci髇.
―Perfectamente.
緿髇de estoy?
Su
tono era imperativo. El se駉r D., adem醩 de ser
enormemente pragm醫ico, era un hombre
acostumbrado a dar 髍denes. No obstante, la
respuesta, en boca del joven Ascis y acompa馻da
de una sonrisa, se dilat?unos interminables
segundos.
―En
casa, se駉r.
*
*
*
riogenizado!
縀ra posible? Aquel muchacho que afirmaba ser su
descendiente hab韆 hecho uso de su propia
herencia a suya! Conservada y multiplicada
durante siglos, para rescatarlo de su condici髇
de fallecido y devolverlo a la vida en un momento
hist髍ico en el que la enfermedad causante de sus
desdichas estaba erradicada. esultaba una idea
absurda, surrealista! Recordaba alg鷑 tipo de
cl醬sula en este sentido al firmar un seguro de
vida, aunque no prest?demasiada atenci髇 a
aquel punto de una letra peque馻 que jam醩
le韆. Por aquellos tiempos firmaba constantemente
todo lo que sus asesores le pon韆n por delante.
Debi?de ser el a駉 anterior a su muerte, o sea,
el 2005. De su era, claro est? pues seg鷑 le
hab韆 explicado su descendiente, el tiempo
pose韆 por entonces (que no ahora) un rasgo
inherente, un lastre. A su paso el hombre
perecedero sucumb韆. Algo inconcebible en la
Nueva Era. Desde que el hombre super?esa
barrera, el concepto de tiempo se suprimi? Esto
ocurri?en el 2850 aproximadamente, el reloj
dej?de tener sentido y se perd韆 la cuenta de
los a駉s transcurridos. Aun as? y pese a la
despreocupaci髇 ciudadana, se hab韆 procurado un
riguroso control estamental del paso del tiempo
que permit韆 afirmar que, a fecha de hoy y sin
lugar a dudas, nos encontr醨amos a dos de abril
del a駉 3091, siempre y seg鷑 calendario de la
Antigua Era.
Llevaba
seis lunas recluido en c髆odas estancias. Era
necesario para su proceso de aclimataci髇. En ese
tiempo, su piel hab韆 adquirido tersura y un tono
m醩 natural. Hab韆 recibido visitas de diversos
familiares o descendientes, no coet醤eos en todo
caso. 蒷 fue el 鷑ico de su generaci髇 que
firm?una cl醬sula de aquel tipo. Hab韆 tenido
tiempo de recibir noticias acerca de los prodigios
de la ciencia, de la abolici髇 del tiempo y la
muerte, de las fruct韋eras incursiones en
galaxias cercanas, posibles sustitutas de la
actual, ya decadente; de la Infinitizaci髇
de los recursos, de la 閜oca conocida como de
Domesticaci髇
Gen閠ica, del Siglo
de la Decantaci髇 o las Guerras
Cl髇icas, de c髆o cayeron una a una todas
las negras pestes que asolaban sociedades pasadas
dejando el camino libre a un nuevo hombre, un
hombre decidido a abolir el concepto de futuro y
perteneciente a una casta de elegidos, el hombre
perenne, constante, inalterable?/span>
*
*
*
Hab韆n
pasado m醩 de mil a駉s y el espejo le devolv韆
una imagen mucho m醩 joven de la que pose韆 al
morir (a鷑 no se hab韆 acostumbrado a eliminar
la muerte de su vocabulario). El pelo le nac韆
oscuro y tupido, y las arrugas de su rostro se
hab韆n difuminado dando lugar a que su tez
recobrase el brillo y esplendor de anta駉. M醩
de mil a駉s sin saber, sin vivir. El proceso de
inversi髇 del avance degenerativo, no as?su
detenci髇, era un logro relativamente reciente,
lo que hab韆 imposibilitado su reincorporaci髇
al nuevo estatus con anterioridad, pero ahora,
finalizado ya el tiempo de prudencial espera, el
se駉r D. abandonar韆 la c醦sula de aislamiento
y conocer韆 de primera mano la m醩 incre韇le de
las utop韆s. La Sociedad
Eterna.
De
nuevo Ascis, acompa馻do de Loa, j髒enes ambos de
generaciones recientes, lo guiaron en su
recorrido. Los prodigios
eran cuantiosos. Encontr?una ciudad vertical,
flotante y aut髇oma, paralela a la costa. En sus
tiempos ya se com韆 terreno al mar. Las m醧uinas
lo hac韆n todo. Sumisas y sofisticadas,
resolv韆n la cuesti髇 laboral y productiva sin
haberse dado jam醩 el menor conato de
sublevaci髇. Nunca fueron un peligro como se
afirm?en alg鷑 momento. Su capacidad
intelectual bien es sabido que qued?en la mera
resoluci髇 de problemas, sin rastro de
iniciativa. Degust?exquisitos manjares,
entelequias
gastron髆icas dif韈ilmente descriptibles.
Descubri? con asombro, los m醩 curiosos
sistemas de entretenimiento. El ocio era el rey,
puesto que hab韆 que matar el tiempo?/span>
―緾髆o
se llama este artilugio?
―Recuperador de Experiencias Pasadas y Positivas ―respondi? Loa colmada de inter閟 por mostrar a su antecesor
los mejores hallazgos―.
En su interior, la mente configura de manera
autom醫ica y selectiva el espacio virtual o
entorno a todos los niveles sensoriales. Permite a
cualquiera revivir momentos dichosos de su vida
con la m醲ima fidelidad 縌uieres probarlo?
Ella
era, por supuesto, el perfecto reflejo de Ascis,
su misma sublimaci髇 morfol骻ica representada
bajo atributos femeninos. Usaba, sin embargo, el
mismo tono en su discurso que las m醧uinas
expendedoras de cigarrillos del siglo XX. La
m鷖ica, al contrario, presente en cada rinc髇,
gozaba de una armon韆 y sugerencia inusitadas.
Pol韈roma y cargada de matices, sugestionaba el
o韉o de manera indefectible, elevaba el 醤imo.
Uno se acomodaba f醕ilmente a su ritmo, a su
cadencia, ausente de estridencias y plena de
atractivas melod韆s. Crey?reconocer alguna sin
lograr rememorar a su autor.
―Prefiero
conocer el Disipador
de Cargos de Conciencia del que me hablaste.
縀s instant醤eo?
―laro!
―confirm? emocionada―.
limina los problemas y reafirma el bienestar?
―La
frase caus?la risa de ambos j髒enes―.
Era el lema en la campa馻 publicitaria ―explicit?/span>―. Pero ya no est?muy de moda porque apenas quedan
problemas, pero a ti te vendr?muy bien, quiero
decir que facilitar?tu integraci髇. ―Hizo
una pausa―.
Debes estar muy afectado con todo esto.
―Llevadme
hasta all?
*
*
*
Tras
diez o doce ocasos de convivencia (hab韆 perdido la
cuenta), cre韆 conocer la esencia de aquella
sociedad. J髒enes, ociosos, y felices para toda la
eternidad. Equilibrio perfecto entre sus
componentes. Configuraci髇 social horizontal que
permit韆 a todos disfrutar por igual de los
recursos sin l韒ite. El ciudadano recib韆 un trato
tan exquisito por parte de las m醧uinas, y desde
hac韆 tanto tiempo, que ya nadie sab韆 exactamente
qui閚 se encargaba de programarlas. Aquello
marchaba s髄o. Pero el se駉r D. a鷑 no hab韆
formulado algunas preguntas que rondaban su repleta,
su desbordada mente. Aprovechando uno de sus
habituales paseos quiso saber.
―縎ois
realmente felices?
―Claro
que s?―afirmaron
al un韘ono.
―Se
erradicaron los problemas que afectaban a la
sociedad. Las enfermedades y la degeneraci髇 se
abolieron. La muerte, la verdadera y principal causa
de desdicha entonces, fue superada por la raz髇.
As?nos lo cuentan y as?lo entendemos.
Loa
a馻di?
―No
queremos la muerte. Sabemos que se hac韆 uso de
ella para atemorizar a la poblaci髇. Era terrible,
la existencia de estas gentes era limitada, y
adem醩 sufr韆n durante su ciclo un constante miedo
a lo desconocido. Conocemos esto y no queremos otra
cosa. Queremos ser as? Inmortales.
Son? tan rotunda su afirmaci髇 que el se駉r D. no tuvo
m醩 remedio que creerla. Pero algo m醩 se echaba
de menos.
―縔
los ni駉s?
Los
muchachos se miraron entre s? Ignoraban a qu?se
refer韆 exactamente. Esta vez fue Ascis quien se
atrevi?
―縀ran
unos habitantes peque駃tos de la Era Antigua? Creo
que un ascendente me cont?algo acerca de ellos.
Como b醨baros ―a馻di?en un susurro.
Se
dirigieron los tres a una sala de acceso conjunto y
enlazaron con la Enciclopedia Virtual del Conocimiento. Su intenci髇 era recabar
informaci髇 sobre el tema. Indicaron sus patrones
de b鷖queda. De manera inmediata, un haz anaranjado
ilumin?la sala intermitentemente. Una voz
proveniente de un lugar indefinido lanz?el
siguiente mensaje:
獷l patr髇 de b鷖queda solicitado hace
referencia a un concepto incompatible con el modelo
social establecido, la Sociedad
Eterna. El art韈ulo n鷐ero 1 de su
normativa vigente proh韇e expresamente la
naturaleza infantil por su propia condici髇 de
agente nocivo para el sistema, dadas sus cualidades
perturbadoras del equilibrio que atentan
directamente contra el paradigma social estable,
base de nuestro precepto. La promoci髇 u omisi髇
de este tipo de naturalezas ser?sancionada con un Proceso
Desintegrativo No Reversible seg鷑 lo
establecido en el punto 1.1 del Cat醠ogo
Universal de Sanciones.?
La
voz reinici?el discurso. Abandonaron el lugar
procurando no llamar la atenci髇 ni ser observados.
Cuando
el se駉r D. despidi?a sus descendientes en el
umbral de su escenario (pues as?llamaban a unas
viviendas que mutaban en su configuraci髇 y
ergonom韆 de forma constante, siempre en funci髇
de las necesidades o apetencias del usuario), 閘 ya
sab韆 qu?har韆 a continuaci髇. Con caminar
pesado se dirigi?a su estancia. Pose韆 un arc髇
de caoba, vestigio de otro tiempo, conservado e
incorrupto como 閘 mismo. Busc?la llave en su
bolsillo, una peque馻 llave que su padre le
entregara un d韆 muy lejano, cuando a鷑 era
inocente. Abri?aquella reliquia con la ceremonia
que merec韆. Por unos instantes investig?entre
objetos ilustrativos de su experiencia, asociados a
su ser, ligados a su vida. Intent?evocar, fijar en
su mente los rostros de los personajes, los hechos,
las situaciones. Apenas lo consigui? Nada quedaba
de aquello. Mansamente se dej?llevar por su
instinto.
Tom? el arma en su mano. La adquiri?con licencia en
1989 para su seguridad personal. Jam醩 la us? Un hierro
as?hab韆 soportado el paso del tiempo sin
alterarse. Cumplir韆 su misi髇. Afirm?el ca耋n
en su sien y amartill?el percutor. Suspir? En
esta ocasi髇 dese?cerrar los ojos por 鷏tima
vez.
Todo
fue en vano. El Galvanizador
de Elementos Org醤icos hizo su trabajo a la
perfecci髇 a partir de sus restos devolviendo al
se駉r D. al estado que le correspond韆 por
contrato: el consciente. Lo trajo de nuevo a una
sociedad, la nuestra, que sublima el ego韘mo, y que
nos aboca a todos a una vida sin futuro, subyugada a
tan s髄o dos tiempos verbales: pasado y presente
continuo.