N.? 33

OCTUBRE 2005

1

  

  
  

De aquella manera

Antonia de J. Corrales* 

 

  

S

on demasiados d韆s los que llevo asent醤dome en el bar de Pepe. Inm髒il y mudo, como si formase parte del mobiliario veraniego, espero arrellanado en una de las banquetas de la barra hasta que tu figura se deja caer sobre mi vida. Inclino levemente la cabeza hacia la derecha para que la sombra que proyecta la cortinilla, que huele a campo y  me hace evocar, oculte los gestos que dejan entrever mi desaz髇. Y as? el tiempo va pasando junto al ruido que hacen las fichas del domin? acompa馻do de la se馻 que Juli醤 le hace al chico de Contreras indic醤dole los pitos en su haber. La mirada de Pepe picotea todos y cada uno de los chatos de vino que permanecen sobre las mesas del local, resbalando de soslayo sobre m?

玃epe, no m醩! Y ponme un taquito de jam髇, de recebo? le digo mirando su siempre impoluto delantal. 玃rimo, antes deber韆s terminar los dos que tienes sobre la barra, ar醤 cr韆!? contesta sin mirarme, acariciando el grifo de cerveza con parsimonia. Contemplo absorto la salida del l韖uido fr韔 que, m醩 que caer, se deja recoger dentro del vidrio. Observ?como el vaso se llena y pienso que deber韆 haber pedido una ca馻, hace demasiado calor. La taberna se va llenando mientras mis ojos buscan entre los adoquines desiguales de la plaza tus finos tacones, tu inimitable manera de caminar.

S? mejor dicho, voy tomando conciencia de que Anselmo, el m閐ico de cabecera, tiene sobrada raz髇. Lo m韔 no puede ser amor, lo m韔 es una enfermedad. Anselmo es el 鷑ico que, amparado por la lechosa blancura de su bata y el recetario del que depende mi estado de ansiedad, se atreve a reprocharme mi obsesi髇:

玊ienes la obligaci髇 de olvidar? me dice en tono exigente.

Olvidar, un verbo que he olvidado.

Las horas pasan tardas y los minutos se prenden de las manillas del reloj, parece que se negaran a dejar de existir. Por unos instantes, desv韔 la mirada de la calle y me detengo en las sombras que dibujan las manos de Pepe con su gesticular de bailaor. En las siluetas de sus dedos luengos se instala la remembranza de los tuyos, e imagino tus u馻s grana rozando el encalado de la pared. Saboreo la entelequia como un anacoreta, extraviando conscientemente la raz髇.

獿a tuya me ha dicho que este invierno dejar?de bailar. En el tablao se comenta que se casa? me susurra al o韉o Juliana, la de la tahona, mientras deja el cesto con el pedido del pan sobre la barra. No contesto, soy incapaz de reconocer que en su informaci髇 me va la vida y que en ese momento se me ha ido.

Desde que me dejaste, Juliana, ma馻na tras ma馻na me susurra tus andanzas, dejando que caigan sobre mis o韉os, al tiempo que las hogazas reci閚 hechas lo hacen sobre la barra del bar. S?que este invierno, cuando el olor del pan horneado recorra las calles empedradas, fr韆s y resbaladizas, sentir?m醩 a駉ranza que nunca, hambre de informaci髇.

Al mediod韆, la guitarra de Manuel se deja o韗. El fandango me trae una bocanada de recuerdos que me ahogan, mientras el humo que ensombrece la taberna dibuja filigranas a mi alrededor. Los ojos de Pareja se clavan en los m韔s. La suya es una mirada de contrabando, profunda y peligrosa como un acantilado, primitiva como el querer.

獷s mucha hembra...? dice.

Su voz ronca, de fonemas entrecortados por la tos seca y discontinua que le aqueja desde chico, se cuela en el laberinto de mis o韉os ara襻ndome por dentro, escarbando en todos los recovecos donde se ha ido asentando esta sinraz髇. Le miro, quieto, apenas si parpadeo. Cabizbajo, pensativo deslizo la yema de mis dedos sobre el cristal del vaso y no contesto, ya conoces mi  parquedad.

Arrebujo el presente que me asfixia entre las servilletas que, mediod韆 tras mediod韆, cubren como si fuesen espuma de olas la orilla de la barra del bar. Busco un escondrijo nuevo donde ocultar el da駉 que me hace tu indiferencia. Pero mis pensamientos, siempre an醨quicos, me traicionan y, entre ese blanco salpicado de lamparones, creo ver escrito tu nombre; hasta imagino la huella de tu carm韓. Ensimismado, perdido en el delirio que me produce recordarte, me agacho y cojo una de ellas. La aprieto entre mis manos pensando que tal vez as? estrujando con fuerza el papel, que, como si fuese un gurullo, huele a harina y aceite, consiga liberar mi ansiedad, dejar de echarte en falta, pero no lo consigo y, enloquecido, vuelvo a buscar en la plaza tus ojos negros de hembra cal? el vaiv閚 despiadado de tu cintura, el balanceo de tus zarcillos, el color canela de tu piel.

La tarde va cayendo, las sombras de los naranjos cubren los adoquines abrasados por el sol del mediod韆, simulan derretirse, se alargan l醤guidas como el maullido de una gata en celo. El horizonte se achica, el claroscuro se instala en las fachadas, sobre los tejados, en los rellanos de las escaleras, en los respaldos de las sillas de anea  y el aire comienza a oler a jazm韓.

  
      

La tarima del escenario consiente, se deja estar bajo tus pies. Vestido de sombras, me instalo lejos, en aquel reducto de oscuridad donde te sent?mi hembra...

  

Al anochecer, encamino mis pasos en direcci髇 al tablao, siguiendo el rastro de aquel arpegio gitano que llev? por primera vez, tus l醙rimas negras hasta el alfeizar de mi ventana, que se columpi?sobre el rojo sangre de los geranios en flor, el mismo que, noche tras noche, se desliza por el enrejado andaluz del patio. A lo lejos se escucha la voz 醩pera de Manuel, su cante jondo se escapa m醩 all?del local, se escabulle sigiloso y, como un zorro astuto, se pierde fuera del tablao. Olisquea las esquinas oscuras, merodea por las calles de empinadas cuestas, susurra de puerta en puerta; s?que me busca.

 Temeroso, me refugio en casa de Paca, en el verde menta de sus ojos, en el frescor anochecido de su jard韓, en el silencio que pre馻 su garganta desde chica. Le acaricio el entrecejo con mi pulgar, consciente de que interpretar?el gesto como la se馻 inequ韛oca de mi desdichado sentir. Sabedora, me toma las manos y las desliza por su rostro con una delicadeza tan sutil que el roce se me antoja inmaterial. Me suelta gesticulando vehemente. Enojada, mira la silla donde reposa la montera, el traje de faena, el capote, la espada y se introduce en la casa, dej醤dome a solas con la luna llena, que parece darle la raz髇 al alumbrar sinuosa la silla en donde dormita todo lo que depuse por tu querer.

La tarima del escenario consiente, se deja estar bajo tus pies. Vestido de sombras, me instalo lejos, en aquel reducto de oscuridad donde te sent?mi hembra, y espero tu mirada como el minero aguarda el ascensor que le saque de la oscuridad de la mina, busc醤dote como el tuareg  busca en la noche el sito m醩 apropiado para descansar. Inclinas la cabeza y tu cuerpo se perfila, se riza llenando el escenario de ondas fucsia, de lunares amarillos. Como si el vestido de flamenca fuese un capote que emula una chicuelina, tu baile me evoca la suerte de espadas,  el mal fario de mi querer.

Levantas la cabeza y  fijas tu mirada en una de las mesas. El carm韓 enrojecido de tus labios parece licuarse, resbalar por tu cuerpo, caer al suelo y deslizarse candente como la lava hasta 閘, cubriendo de deseo carnal su piel aceitunada. Tus brazos moldean el aire, se alargan y retuercen como ra韈es de olivo, esculpiendo mil formas imposibles que se sugieren apareadas por el antojo, por la necesidad que tienes de estar con 閘, como antes estuviste conmigo, como ahora s? que no volver醩 a estar.

Pareja levanta los p醨pados y deja sus sagaces pupilas al descubierto, me mira esquivo para que no vea lo verticales, lo pendencieros que son sus pensamientos. Yo tambi閚 le rehuyo, prefiero no saber. 蒷 lo intuye y agacha la cabeza, su barbilla roza con destreza la guitarra andaluza. Te mira haciendo una se馻 de complicidad y, sin m醩, comienza a ta馿r las cuerdas de su guitarra con fuerza, aquejado por el dolor que a m?me ata馿 y que 閘 siente como lo sentir韆 un compadre,  mi compadre.

Los acordes se emparientan con el movimiento de tus caderas y en tus ojos de noche cerrada se adivina que te viertes, que toda t?te derramas en el baile, en esa danza que tiene como 鷑ico destino el pecho desnudo del que ahora es tu cal? Y yo, sin dejar de mirarte, sin poder dejar de hacerlo, comprendo mi desatino, mi vagar absurdo, lo est閞il de mi esperanza y que, aunque no quiera, siempre estar?enamorado de ti.

As? con este deambular absurdo, voy llenando mis horas de chistes sin gracia, de silencios que me acobardan.

Entrado el amanecer, esparzo mi soledad por las calles desiertas, en los enrejados, sobre el albero que azafrana mis zapatos. Camino taciturno y desali馻do, vac韔 de todo menos de tu recuerdo. Atormentado, desmigajo uno a uno tus gestos anochecidos por estas calles que, desde que me dejaste, se me antojan m醩 estrechas; creo que es su angostura lo que impide que pueda escapar mi dolor.

S?que te marchas ma馻na y 閟e es el motivo de esta ins髄ita carta, de esta perogrullada. S?que debo olvidarte, que entre  t?y yo no queda nada. El problema es que te quiero y que con el pasar de los d韆s, en vez de irse, se me aumentaron las ganas. S髄o quer韆 decirte, antes de que te marcharas, que siempre estar?aqu? esperando a que te dejes caer por la plaza.

 

  

  

_______________

*Antonia de J. Corrales Fern醤dez (Madrid), administrativa de profesi髇, comenz?a escribir en 1989 como colaboradora en una revista profesional con art韈ulos y vi馿tas humor韘ticas. En 2000 inicia su labor colabora en la secci髇 de opini髇 del peri骴ico comarcal 慐l tel間rafo? Ha sido galardonada con el primer premio del 慍oncurso de cuentos Ciudad de Marbella? Internacional (2001) y ha resultado finalista en varias convocatorias como el VII Certamen Internacional 慡anto馻... La Mar?de narrativa corta (2002), IV Certamen Internacional de Relato Hiperbreve 慉cum醤?(2003), Certamen Internacional de narrativa corta 慙as quinientas? Colombia (2004), Certamen Internacional de narrativa breve 慏on Manuel Alonso? Moralzarzal, Madrid, entre otras. En 2003, su relato Las l醙rimas del mar es seleccionado en el I Certamen Internacional de relato breve convocado por ?/span>La lectora impaciente?span style="mso-bidi-font-style: italic"> y publicado en la antolog韆 del certamen. Autora de tres novelas, dos intimistas y una de suspense, ha publicado recientemente Epitafio de un asesino (Editorial Titania, Barcelona, 2005), su 鷏tima novela, que se inscribe en la l韓ea m醩 genuina del g閚ero de intriga.

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 IV. N鷐ero 33. Octubre 2005. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2005 Antonia de J. Corrales Fern醤dez. Reservados todos los derechos ?2002-2005 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

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