Ella rubia, él moreno.
Ojos de diferente color.
Ella verdes, él azabache.
Comenzaron el primer año...
Dos completas hileras separan las chispas que se envían.
Él motoquero, ella de
cadillac.
Ropas desconocidas de marcas,
Él todo cuero, ella todo
bremer.
Las frases cruzadas (de agresión) inundan la primer
aula.
Al regreso a su escuela, segundo los espera expectantes.
Ya no hay dos hileras que amortigüen las chispas;
ahora solamente un pasillo y un banco.
¡Están tan cerca!
Ya no miran las diferencias, solamente descubren las
semejanzas...
“Aman la libertad, el aire libre,
la suave música, una carcajada contagiosa,
los pequeños detalles...”
Él convivía con una dama, su relación no era perfecta
y, desde que Ella invadió vida; comenzó a ver
que esa dama no lo satisfacía como él imaginaba.
Ella ―por su parte― estaba comprometida
hacía años, su novio encajaba en el tipo
estipulado por su familia, tenía dinero, bienes,
apellido doble y genealogía que lo respaldaban.
Ella se había dejado llevar por esta imagen y
nunca se cuestionó siquiera lo que sentía...
¡Total! ¿Con qué fin hacerlo? ¿Y si la
respuesta no era la que le convenía?
Ellos, por azar, en un trabajo de aula, cruzaron sus
nombres... Un tema que los curricula obligó
a estudiar “Futuro-Presente”. Charla de
parejas, filosofía pura con vivencias personales
debían ser vertidas en oraciones debatidas y
acordadas.
Llegó a nacer el amor en la primera charla y allí
descubrieron que aquello que más acerca son los
contrastes, positivo/negativo, macho/hembra. Eso
sólo... Hombre/mujer que se autodescubren en el
ADN de la vida para sentir el amor.
En un aula surgió, y hoy, a más de diez años, juntos
traen a sus hijos, en la moto, entre ambos y
archivando el cadillac en el garaje sólo para
recordar la realidad teñida de escaparate, que,
con el paso de la moda, se vuelve a reciclar.