quella mañana, mi única preocupación era la cucaracha
que andaba husmeando por el pasillo. Muchas veces
intenté alcanzarla, pero fallaba. La vigilé y la
vigilé... Por fin logré alcanzarla con la punta
del zapato, dándole sobre el trasero que se
amelcochó sobre el mosaico. En su cabeza, los
tentáculos se movían a un lado y otro como si
quisieran atrapar la vida.
¿Sufrirán su agonía las cucarachas? No lo sé, ni me
importa, por eso la dejé ahí. ¿O sería por
placer sádico?
Miré la punta de mis zapatos.
Siempre tuve la suerte de usarlos.
¿Suerte? ¿Acaso es suerte estos callos que me
producen? ¿O son los callos una especie de
justicia?
Mi zapato se acercó de nuevo a la cucaracha. La dejé
sin aplastar. Me largué a mi habitación, mas no
podía apartar mi pensamiento de ella. ¡Demonios!
Comenzaron a surgir bichos por todos los puntos de
la habitación. Decenas de cucarachas, cientos de
cucarachas, miles de cucarachas. ¡Oh, no! Yo no
bebo ni estoy enfermo del hígado.
Huí. Regresé al pasillo a ver la cucaracha con la
esperanza de que ya estuviera muerta, pero se
crispaba todavía, aunque sus tentáculos apenas
oscilaban.
Lo cierto era que había una sola cucaracha. Para
convencerme, fui de nuevo a mi habitación, y,
claro, todas habían desaparecido.
¡Me reí a carcajadas! Me tiré en el lecho y me quedé
dormido. Cosa extraña, no soñé con la
cucaracha. Recordé aquello de la cancioncita...
“La cucaracha, la cucaracha, ya no puede
caminar...” ¡Compadre, yo no fumo marihuana!
Soñé, sí, soñé con unos pies descalzos caminando por
un sendero: los pies se herían con las piedras y
de la sangre roja de las heridas brotaban flores
matizadas... (Dicen que los sueños en colores no
son frecuentes).
Me desperté. ¿Qué sería de mi cucaracha? Continuaba
allí. Sus tentáculos aún oscilaban. Me reí,
ahora, con una risa más sosegada.
¿Por qué no acabar con ella? Pero no con el zapato, ya
que estalla desagradablemente. ¿Con la mano? Es
demasiado asquerosa. Escupí sobre ella y siguió
imperturbable en su ritmo. ¡Qué resistencia!
Agarré un objeto para tirárselo. Cuando la enfoqué, vi
que ya estaba muerta. Había perecido de
consunción.
Las
cucarachas pertenecen al mundo abisal. Me quité
los zapatos porque me voy al mundo de los pies
descalzos. Quiero
aprender cómo exterminan ellos a las cucarachas.
Y no volveré a usar zapatos hasta que no haya
más cucarachas ni más pies descalzos.