algo pitando hacia la parada del metro. La tengo a veinte
minutos de casa, as?que, por la hora que es,
debo apretar el paso. Mi jefe desea con fervor
atrapar a alguno de sus subordinados en un apuro
de 閟tos para caer sobre 閘 o ella como una bola
de derribo. El otro d韆 vi por la tele c髆o
echaban abajo una casa antiqu韘ima golpeando la
fachada a la vieja usanza, con el bol髇 macizo
machacando la ruinosa pared. A la ruina moral
quiere llevar mi jefe a todo aquel que le d?un
motivo, aunque sea aparente, de desacato o
inobservancia del procedimiento. Todo atisbo de
iniciativa o creatividad queda mutilado al
instante, sin conceder una burbuja de ox韌eno al
desgraciado aspirante a nada. Porque nadie puede
pretender auparse en el escalaf髇 corporativo.
Eso queda reservado para los tocados por la
divinidad.
Hoy es una de esas ma馻nas en que mi mente se manifiesta
filos骹ica (o cree que lo hace) y me siento
impulsado por una inquietud picante. He decidido
saltar la norma desde el primer al 鷏timo
p醨rafo y plantar cara a la penosa realidad: Me
enfrentar?a Ismael, mi jefe, pero nada de
escenas subidas de tono. Me acercar?a 閘 y le
dir? 換uerido, ya est?bien de reprimir tu
homosexualidad; siempre he sabido que mi persona
provocaba furor en tus carnes? A continuaci髇
le dar?un beso de tornillo que le dejar?sin
respiraci髇 durante medio minuto. El paso
siguiente ser?agarrarle de sus partes pudendas y
hacerle creer que voy a estrujar su bultito, como
hace 閘 cada vez que amaga mediante una amenaza,
para terminar ri閚dose de tu cara de susto:
―縎abes
que el informe que me has pasado es una aut閚tica
basura? ―me ha dicho en ocasiones. A las pocas horas lo ha
olvidado y da su visto bueno como si la fina
observaci髇 hubiese tenido como finalidad
solamente recrearse en mi miedo. Cuando sea yo el
que le est?tocando las pelotas, m醩 bien creo
que le dar?unas palmaditas en la entrepierna,
como si estuviera reconoci閚dole un trabajo bien
hecho. Me conformar韆 con que la sangre le
comenzara a bullir a alta presi髇 en su cabeza
cuadrada ya de por s?congestionada por el
Riberita del Duero, cosecha del noventa y cuatro,
o el Rioja Alta, acompa馻dos de ciervo en salsa
de ar醤danos, su debilidad. Le veo acercarse con
su lengua presta a expulsar un veneno 醕ido y
c醬stico a la vez, como corresponde a su
naturaleza bipolar. Pero, u?veo...!, me he
despistado de nuevo con mis fantas韆s. Esta
imaginaci髇... f!, ya est? He podido
encajarme en el vag髇 de cola.
Que el metro a las ocho de la ma馻na resulta algo
claustrof骲ico no es m醩 que un burdo comentario
de alguien que no tiene dificultad en permanecer
en un espacio cerrado, pero si pudi閞amos ver el
interior de los viajeros que nos rodean en un
momento dado, contemplar韆mos a alguno sintiendo
una aut閚tica agon韆. Como tendr韆 ocasi髇 de
comprobar en pocos minutos. Esa ma馻na, el
destino me ten韆 reservado algo especial.
El metro arranc?y dej?atr醩 la estaci髇 de
Pac韋ico. Volv?a verme ante Ismael. Mi
despreciado jefe hab韆 tenido el honor de ser
bautizado con el nombre de quien el propio Mahoma,
al colocarlo a la cabeza de su genealog韆, hab韆
considerado padre del pueblo 醨abe.
El elemento que yo conozco no podr韆 ser padre de nada.
Su concepto de la vida y de los que le rodean se
basa en principios difusos que 閘 desea
transformar en confusos, para coger desprevenido a
todo aquel que pretenda conocerle.
Vaya, otra estaci髇. Estamos ya en Diego de Le髇, no me
lo puedo creer. Es que divago de una forma...
縌u?es esto? Un pedig黣駉 con su acorde髇.
ala, a aguantar la perorata! Y yo que pensaba
que ya no se ve韆 gente as?por el metro. Aunque
hace la tira que no subo a este cacharro, 縞髆o
voy a saber lo que pasa? El caso es que no tiene
pinta de ser el t韕ico corre andenes... Mira,
hasta suena armonioso. S? toca bien. Pues vaya
suerte que ha tenido el pobre hombre. Igual, en su
d韆, fue miembro de una afamada orquesta o
trabajaba como ejecutivo en alguna multinacional.
Quiz?dise馻ba campa馻s pol韙icas para alg鷑
conocido mandam醩. Qui閚 sabe.
La vida nos hace jirones, y el que no es capaz de
recomponerse queda expuesto al vac韔, a la
negrura m醩 absoluta. No conozco a nadie que, en
tiempos de crisis, se haya arriesgado a facilitar
las cosas al pr骿imo. ay que ver c髆o lucha
la gente por defender su terru駉! Unos suben y
suben y all?arriba quedan, contemplando ufanos
al infeliz que debe someterse a las normas, pagar
el precio de su mediocridad, el diezmo de su
condici髇 d閎il.
Los m醩 fuertes sobreviven, s? pero hay que saber
sobrevivir en todas las situaciones. Basta que se
vivan circunstancias extremas para que, en
ocasiones, se incline la balanza. Quiero decir que
cuando vienen mal dadas, el que est?acostumbrado
a sufrir consigue recomponerse y salir a flote,
mientras que el depredador nato que flota entre
bambalinas puede acabar hundi閚dose. Quien
acapara el 閤ito en un terreno, s髄o ah?es
capaz de sacar ventaja y atacar.
Es lo que Ismael ejecuta a la perfecci髇.
El ataque con mordida al cuello. Muerde y remuerde
hasta notar que la yugular sangra y desparrama su
espeso borboteo por todas partes.
S? el que lleva el nombre del s閜timo im醤 de los
ismaelitas es capaz de desgarrar a su
contrincante, aunque 閟te nunca pretenda
constituir un rival. 揙ye, Ismael, si yo s髄o
te preguntaba la hora... 縋or qu?me has
fulminado como una pavesa??/font>
Hoy me encontraba con ganas, le ten韆 ganas, vaya. Me
ve韆 capaz de irritarle adrede s髄o para
disfrutar con la detonaci髇 de su carga
explosiva.
h, Ismael, qu?bonitos ojos tienes, c髆o me conforta
tu papada temblorosa, tu sudor grasiento
desliz醤dose por los mofletes de ese rostro
lobuno de mirada audaz! Porque, Ismael, has de
reconocer que, si algo hay que resaltar de tu
innoble persona, es tu osad韆 sin l韒ite, de
horizonte tan amplio como la cancha que tu
superior jer醨quico te permite, es decir, un
vasto terreno. Ah?es donde te ves seguro. En ese
vasto terreno, Ismael. Quisiera estar a tu lado
ahora mismo, en lugar de soportar el traqueteo de
este vag髇 de metro, y as?poder decirte: 摽Es
tu mirada felina lo que me subyuga ahora que te
tengo tan cerca? 縊 quiz?mi furor por tu
repelente imagen se deba a un desequilibrio en mi
interior? Por el momento, creo que dispongo de
suficiente glucosa en el cerebro para asegurarte
que no sufro ning鷑 shock?
h, si pudiera...! Qu?ganas tengo de llegar a su
despacho... Si pudiera tenerle delante le
arrojar韆 dardos como: 揂nte todo quiero
manifestarte algo, Ismael, y ese algo es... mi
m醩 profundo p閟ame? o 揟e anuncio que para
m?terminaste como opresor y acongojador de
oficio, t韔?
Pero la realidad me devuelve a los empujones en este
vag髇 repleto de personas sencillas. Vienen de la
calle, luego son sencillos. Es lo que decimos,
縩o? Es uno cualquiera, uno de la calle... Ya
est? la etiqueta lo explica. Y son sencillos
porque los que viajan en jet privado o
p鷅lico no son los m醩 corrientes. Bien es
cierto que con esta crisis econ髆ica o eco
lo que sea, venimos arrastrando desde hace a駉s
una carga que hasta a los tocados por la divinidad
les resulta dif韈il acarrear. Tienen otras
espaldas sobre las que apoyarla, claro, pero
tambi閚 les fastidia no poder seguir comiendo a
diario en los templos del jalar m醩 selectos del
pa韘 o resignarse a viajar en clase turista; no
digo nada de renunciar al cochazo de lujo de la
empresa y conformarse con un coche de empresa a
secas.
A todo esto, andamos ya por O碊onell. Bien, voy a llegar
a mi hora y... o, no caigas! No desees el
camino f醕il, qu?caramba; se trataba de
plantarle cara a ese v髆ito de hombre que me
antecede en el escalaf髇. Bueno, s?que no debo
verlo como una obsesi髇. Reconozco que me dejo
llevar y no pienso en otra cosa que en devolverle
los cinco a駉s de malos tragos que me ha deparado
mi vida laboral a su lado. Casi nada. Pienso
confesarle que tantos momentos de tensiones y
fracasos, tanta alarma sin motivo, esos enga駉s
recurrentes a que me ha sometido para mantenerse
al margen o llevarse laureles, nada de eso
quedar?en mi memoria a partir del momento en que
cumpla mi promesa.
He notado que vamos bastante despacio por este tramo. Es
que, desde luego, estos del metro no pueden
cumplir con... 縌u?hace el del acorde髇?
緼caso no existe otra canci髇 en su repertorio?
Ya est?bien de repetir el mismo soniquete: 揝i
t?me dises ven, lo dejo todo...?Pues si me
l韔 la manta a la cabeza, te dejo en la pr髕ima
estaci髇, macho. Prefiero ir andando que aguantar
la serenata. Total, para una estaci髇 que
queda... No, nada de eso. Perder韆 tiempo para...
Y dale. Es que no consigo hacerme a la idea. No debo ir
como siempre, acogotado y sumiso porque voy a
llegar tarde. Que le den por saco al sodomita
ese... Me va a salir el nuevo trabajo de
entrenador de baloncesto. Eso s?que va a ser
vida. Hombre, esa chica del fondo del vag髇 me
recuerda a la capitana del equipo. Tengo suerte de
haber encontrado ese Colegio Mayor que necesitaba
desesperado un entrenador para sus chicas. Es
curioso que en este mundillo no se encuentren
apenas entrenadoras. Por lo que a mi respecta, ha
sido la oportunidad que estaba buscando. Suena
convencional, pero es la verdad. He andado
buscando esa oportunidad desde hace un a駉 m醩 o
menos, cuando el innombrable jefe que tengo me
jug?la peor pasada de la historia. Pues s? ese
que bautizaron unos padres amorosos con el mismo
nombre del noveno rey nazar?de Granada, intent? cargarme un muerto. El marr髇 era de 髍dago.
Producto fuera de especificaciones. Y mi firma era
la 鷑ica que iba a figurar en el documento
oficial. As?que dije que no, que mis principios
閠icos me imped韆n hacer eso.
―縏e
das cuenta del error que est醩 cometiendo? ―silb? entre dientes mi superior jer醨quico.
―No,
se駉r. No hay error en negarse a cometer un error
―repuse.
Me mir?con insanas intenciones, puedo jurarlo. Pero
decid?no apearme del burro. 揂s?te duela
como a la zorra los perdigones, charr醤?
pensaba yo mientras lo ten韆 a 閘 delante, sin
despegar de m?esa mirada de verdugo que est? maquinando alguna tortura de inter閟 para su
mente torturada.
―Has
de saber ―intentaba advertirme titubeando― que tu bravuconer韆 no va a pasar de 閟ta. Si es tu
鷏tima palabra, puedes estar seguro de que dar? parte.
h, vaya! Dar?parte... u?expresi髇 tan poco
usada! 揈res un original pedazo de mierdecita
anfibia, informe mont髇 de grasa? era lo que
me pasaba por la mente en la siguiente entrega de
la colecci髇 de fotogramas que hab韆 atesorado
en mi cerebro.
Cundo me encuentre frente a frente con el tipo, no voy a
saber por d髇de empezar. Creo que lo mejor ser? ir al grano y resultar lo m醩 desagradable
posible. Y lo mejor vendr?cuando haya conseguido
convocar a todo el departamento. Ser?un momento
閜ico que no olvidar醤 los dem醩 acogotados
que, como me ha sucedido a m?hasta esta crucial
ma馻na en que he decidido pasar a la acci髇, han
sufrido al insigne Ismael.
Bueno, y ahora 縬u? Este tren se ha detenido
completamente. Aqu?pasa algo. Nos faltan a鷑
unos centenares de metros para llegar a Nuevos
Ministerios. Ser?que hay otro tren retrasado al
que hay que dar paso.
Es curioso comprobar que cuando fijas un poco tu
atenci髇 en la gente que te rodea en un vag髇 de
metro, puedes imaginar todo tipo de historias. No
sabes con certeza si ser醤 gente corriente como
aparentan, como parecemos la mayor韆 de los que
utilizamos este medio, o si ocultan algo. 縌u? podr韆 ocultar este se駉r de la boina sentado a
mi derecha? Podr韆 ser un obseso, un enterrador;
un adicto a la lectura, a las pel韈ulas de
terror, a los cuentos infantiles; un sacerdote de
paisano o un sencillo padre de familia. Claro que
el sencillo padre puede esconder una relaci髇
extramatrimonial o una perversi髇 inconfensable.
縔 si fuera un ladr髇 de guante blanco o negro?
縔 un esp韆? Bueno, esa palabra ya no se lleva.
Pero hay agentes al servicio de la
inteligencia de los gobiernos con el
aspecto de un hombre de la calle.
Qu?f醕il es caer en el t髉ico: hombre corriente, de
la calle. Y es que lo mejor es pasar
desapercibido. Es estupendo que te tomen por lo
que creen que eres, porque lo m醩 probable es que
nadie se haga c醔alas acerca de ti. Pero en
cuanto despiertes la menor sospecha, te echar醤
el ojo, pasar醩 a ser la diana del vejatorio club
de vilipendiadores. Aquello que se imaginan que
eres puede alcanzar l韒ites insospechados. Y m醩
si te rodean carn韛oros de la peor especie, como
ocurre en la empresa donde trabajo. Esperan
sentados c髆odamente a que des un traspi?o te
despe馿s por un escarpado desnivel.
Nadie dar?su apoyo a alguien que est?cayendo, como a
nadie que carezca de padrino interno. La figura
del padrino interno cobr?auge en la segunda
mitad de la 鷏tima d閏ada, en un momento en que
la multinacional lleg?a atender un considerable
n鷐ero de demandas de empleo. 蓅tas llegaban de
todas partes: de empleados de filiales europeas
sobre todo, espantados ante la debacle de despidos
masivos de los 鷏timos tiempos.
Algunas corporaciones han decidido dejar en la calle a
mucha gente. 揤amos, qu?falta de delicadeza?
suele decir mi jefe con absoluto cinismo. Para
Ismael, supone una coyuntura extraordinaria para
repartir inseguridad y... miedo. Nada m醩 f醕il
para su dudosa integridad que mantener insegura el
alma del subordinado, que, como candidato a sufrir
las consecuencias de una regularizaci髇, podr韆
estar dispuesto a firmar un contrato de
compra-venta con el diablo. Algunos piensan que
Ismael y los de m醩 arriba realizan verdaderos
pactos con el Maligno. 縃abr?vendido Ismael su
propia alma en pena? Siempre pens?que eso de
vender el alma estaba reservado a historias de
moda en otra 閜oca. Viejos relatos de gran tirada
en su d韆.
No es posible, llevamos un buen rato parados y no hay
rastro de otro tren ni han usado el altavoz para
informar de lo que pasa. Sea cual sea el motivo de
esta inmovilidad, resulta cabreante. El d韆 que
decido plantar cara a Ismael me veo embutido en
esta caja de sardinas. Menos mal que hay aire
acondicionado. Si no, ir韆mos camino de la
deshidrataci髇.
Aquella pareja de all?al fondo... Han dejado de besarse
por primera vez desde que me met?en el vag髇.
El de la boina les mira descaradamente. No s?si
por lo que dije sobre los obsesos, pero me da la
sensaci髇 de que les mira envidiando al chico. O
quiz?sea a la chica. Imposible distinguir.
縌u?pasa? odo est?a oscuras! No veo absolutamente
nada. h, conductor! No s?por qu?chillo, el
maquinista o como se llame est?justo en la otra
punta del tren. No puedo creer lo que est? pasando. Alguien a mi lado me empuja: 揈h, oiga,
no atropelle...?/font>
―u? gentuza! No pueden dejarnos aqu?en medio ―voce? otro al fondo―. 縀s que no van a hacer nada?
Veo una luz tenue a lo lejos. Es una de esas de
emergencia, pegada a la pared del t鷑el. Ni un
sonido. Estamos en la penumbra y no se oye m醩
que el roce de nuestras ropas. La respiraci髇...
En el vag髇 siguiente hay sombras que se mueven
de un lado a otro. La mayor韆 permanece de pie.
En este vag髇 debemos ser muy formales. Alguno
golpea de forma ocasional la ventana, pero no dice
nada.
―Oiga,
se駉r, 縰sted ve algo? ―me pregunta una voz que surge a
mi derecha.
―Nada
en absoluto. Los del vag髇 siguiente deben
guiarse por alguna luz de penumbra, porque van de
un lado a otro. Si se pega a la puerta que nos
separa de ellos, lo ver? pero no le aconsejo
moverse. Yo lo hice hace un momento y me he
golpeado con una barra. Todav韆 me duele.
―ue
nos saque alguien de aqu? ―ruge una voz grave rasgando la
negrura. Por alg鷑 motivo desconocido, algunos
viajeros creen que deben intervenir tambi閚: 揈s
que no hay derecho? 揈stos in鷗iles del
metro no se han enterado de que estamos aqu頂.
揘o funciona el aire acondicionado. Nos vamos a
asar?
―縔
si a alguno de nosotros le da un ataque? ―protest? ofuscada una se駉ra―. No pueden mantener el tren
aqu?m醩 tiempo. Me voy fuera. ―La mujer intenta apearse del
vag髇, pero parece que la puerta no se abre.
―Est醤
selladas ―dice la voz que est?a mi lado.
Creo que es el de la boina. Estoy a punto de
pregunt醨selo: 摽Es usted el obseso de la
boina??La situaci髇 me est?poniendo nervioso
y no s?qu?deber韆 hacer. Busco en mi mente
las normas aprendidas en tantos cursos para
ejecutivos: 揜espira hondo y ret閚 el aire tres
segundos. Despu閟 lo sueltas lentamente?
In鷗il. Me pongo m醩 nervioso. Es como las t閏nicas de
negociaci髇 que intentan embutirte en el cerebro
en esos cursos. En la pr醕tica, tienen poca
aplicaci髇: 換ue si has de esperar a que el
otro diga la 鷏tima palabra, que no muestres
todos tus ases... Reserva la mejor baza para el
final? y cosas as?
Algunos encienden sus mecheros para intentar romper el
velo opaco que nos rodea. Son s髄o tres y no es
suficiente. Lamento profundamente que cada vez
sean menos los que fuman.
Una voz de mujer joven con acento alem醤 se oye
n韙idamente en la negrura:
―Yo
me iba hoy a la Alemania, pero no s?si puedo.
Esto que pasa no s?qu?es.
Alguien pr髕imo a ella intenta seguir una conversaci髇:
―縔
llevas mucho tiempo en Espa馻?
―Tres
a駉s. Es bastante, s? Soy estudiante y me voy a
mi casa en el verano. 縔 usted d髇de vive?
―Eh...
yo vivo en Madrid. Me cojo vacaciones ahora y
marcho al pueblo.
En ese instante, un aviso suena a trav閟 de los
altavoces:
―Se駉res
viajeros, vamos a efectuar un cambio de m醧uina.
Rogamos que permanezcan en sus asientos.
Parece que la noticia cae bien entre los presentes.
Adem醩, podemos ver un poco mejor con la luz
carmes?del anuncio electr髇ico que,
inesperadamente, surge ante nosotros desde su
hasta entonces apagada ubicaci髇 en el lateral
del vag髇. No se restablece la iluminaci髇
normal, pero algo es algo. La parejita que se
besaba con pasi髇 momentos antes del apag髇 se
r韊 ruidosamente. El chico susurra cosas que
resultan la mar de graciosas a los o韉os de ella.
Estoy apunto de rogarle que me lo cuente a m?
Siento una necesidad de saberlo que ralla en lo
inquietante. No acierto a saber qu?influye
exactamente en mis pensamientos; no consigo ver
con claridad, ni dentro ni fuera de m? Esto
鷏timo, por razones obvias: no hay rastro de un
foco de luz que nos aclare de una vez esta noche
cerrada que lo envuelve todo.
Vaya, ahora se mueve el vag髇 de enfrente... bueno, lo
cierto es que no hay otro. 蓅te es el vag髇 de
cola. Entonces, 縬u?significa que est閚
separando al resto y nosotros estemos aqu? aislados?
―ra
lo que nos faltaba! ―protesta una voz aguda, que no
s?distinguir si es de hembra o de var髇.
―Esto
es la leche, e han olvidado de este vag髇! ―a馻di? el hombre que hablaba con la mujer alemana.
―Pero,
縠s que no van a sacarnos de aqu? ―grit? el chico besuc髇, que parec韆 haber perdido
enseguida su vis c髆ica―. Yo me largo ahora mismo... ―el
intento fracasa al igual que el de la se駉ra de
antes.
―La
puerta est?bloqueada, ya lo advert?―insisti? el de la boina.
―Pues
la destrozar?―acto seguido, el joven arremeti? contra la puerta a golpe de hombro, como en las
pel韈ulas.
―Pedro,
que te vas a hacer da駉 ―le avis?la novia―. u閐ate conmigo! ―chill?
Se levantan varios de los ocupantes de esta especie de
ata鷇 colectivo, pretendiendo quiz?resolver
algo mediante la agitaci髇 ca髏ica de sus brazos
y el giro de sus cabezas a uno y otro lado. Parece
como un hormiguero humano que hubiera sido pisado
por un pie gigantesco. Lo que sucede es que la
gente tiene aplastada la moral.
Ning鷑 aviso m醩 en los altavoces. El letrero
electr髇ico contin鷄 sin cesar su interminable
tira de palabras, vac韆s de contenido 鷗il: 揟emperatura,
34篊, hora 13:42. Pr髕ima estaci髇 Nuevos
Ministerios?
―ue
alguien nos saque de aqu? ―a鷏la una voz desesperada.
La temperatura
va aumentando al igual que la desesperaci髇 de
todos nosotros. El resto del tren se ha alejado
completamente del vag髇 de cola, esta tumba de
metal donde nos encontramos. Antes me dio tiempo a
contar los que somos: cuarenta y ocho. Casi medio
centenar de desgraciados abandonados en una v韆
de metro. Qu?rid韈ulo. 緾髆o no vamos a ser
capaces de romper una ventana? Ahora mismo voy
y... alguien se me ha adelantado y est?golpeando
un cristal con su malet韓.
―aya
mierda! Ni se ha ara馻do. 緼lguien tiene un
martillo?
Otro le contesta con sorna:
―No,
si te parece saco un destornillador del juego de
herramientas del bolsillo y quito la ventana
entera, memo.
―Oye,
a m?no me insultes, cara de huevo.
―縌u? me has llamado? Eso lo ser?alguno de tus
muertos, capullo.
Ambos ciudadanos se enzarzan en un intercambio de
improperios, que pronto da paso a la acci髇.
Debido a una bofetada del contrario, uno de ellos
pierde pie y cae sobre otros que est醤 detr醩.
La que se arma en pocos segundos es monumental.
Gritos, palabras malsonantes, empujones, golpes...
Parece que no quede nadie en este vag髇-prisi髇
con suficiente aplomo para estudiar una salida.
Pero... claro, eso es, tengo que quitar los
tornillos. Uno de esos exaltados lo dijo: 揕os
tornillos de la ventana. Tengo un cortaas
que...?uidado!, casi me estrujan contra la
pared estos energ鷐enos. Los chillidos de las
mujeres resuenan con una frecuencia agud韘ima. La
cosa empeora a cada momento.
El cortaas, tengo que sacar como sea el marco de la
ventana. Vamos, eso es, as? A medida que
progreso en mi esfuerzo de escapar a esta locura,
im醙enes de todo tipo van pasando por mi cabeza:
luchas encarnizadas entre fieras. S? los que se
golpean a mi alrededor me recuerdan a eso, son
peores que eso: una manada de hienas devor醤dose
los unos a los otros.
No s?cu醤to tiempo llevo quitando tornillos y... ya
est? o consegu?
Nadie se ha dado cuenta. Claro, se han arremolinado casi
todos en el otro extremo y, con el tumulto que
est醤 armando, es imposible que se enteren de lo
que estoy haciendo. Bueno, espero que quepa por el
hueco de la ventana. Un poco m醩 y... uera!
stoy fuera del ata鷇! u?horror! Los de
ah?dentro se est醤 machacando. Debo encontrar
ayuda. Ni me atrevo a avisarles. No me oir韆n
siquiera. All?se las compongan. Tal como est醤
los 醤imos, es mejor dejar que se den cuenta por
s?mismos de que hay una salida. 縊 estar醤 tan
cegados por su odio que no la ver醤? Avisar?al
jefe de estaci髇 en cuanto llegue al and閚.
Gracias a Dios, me he librado de ese encierro.
Prefiero mil veces enfrentarme a mi jefe. S? ese
elemento que lleva el mismo nombre que dos Sha de
Persia y un sult醤 alawita de Marruecos. Cuando
est?frente a 閘, le dir? 揑smael, he
decidido que... Bueno, creo que debo decirte...
Vaya, resulta... Pues que... Lo he olvidado?
No quiero dejar que el odio me ciegue, no se駉r.
Prefiero pasar por conformista que dejarme llevar
por una actitud intolerante. Como esos del vag髇.
Con su ceguera, no se han dado cuenta a鷑 de que
hay una esperanza. Y es que muchos permanecen
ciegos, aunque los rayos del sol les inunden de
luz.