N.? 31

JUNIO-JULIO 2005

1

  

  
  

El vag髇 de cola

Marcos Manuel S醤chez* 

  

S

algo pitando hacia la parada del metro. La tengo a veinte minutos de casa, as?que, por la hora que es, debo apretar el paso. Mi jefe desea con fervor atrapar a alguno de sus subordinados en un apuro de 閟tos para caer sobre 閘 o ella como una bola de derribo. El otro d韆 vi por la tele c髆o echaban abajo una casa antiqu韘ima golpeando la fachada a la vieja usanza, con el bol髇 macizo machacando la ruinosa pared. A la ruina moral quiere llevar mi jefe a todo aquel que le d?un motivo, aunque sea aparente, de desacato o inobservancia del procedimiento. Todo atisbo de iniciativa o creatividad queda mutilado al instante, sin conceder una burbuja de ox韌eno al desgraciado aspirante a nada. Porque nadie puede pretender auparse en el escalaf髇 corporativo. Eso queda reservado para los tocados por la divinidad.

Hoy es una de esas ma馻nas en que mi mente se manifiesta filos骹ica (o cree que lo hace) y me siento impulsado por una inquietud picante. He decidido saltar la norma desde el primer al 鷏timo p醨rafo y plantar cara a la penosa realidad: Me enfrentar?a Ismael, mi jefe, pero nada de escenas subidas de tono. Me acercar?a 閘 y le dir? 換uerido, ya est?bien de reprimir tu homosexualidad; siempre he sabido que mi persona provocaba furor en tus carnes? A continuaci髇 le dar?un beso de tornillo que le dejar?sin respiraci髇 durante medio minuto. El paso siguiente ser?agarrarle de sus partes pudendas y hacerle creer que voy a estrujar su bultito, como hace 閘 cada vez que amaga mediante una amenaza, para terminar ri閚dose de tu cara de susto:

縎abes que el informe que me has pasado es una aut閚tica basura? me ha dicho en ocasiones. A las pocas horas lo ha olvidado y da su visto bueno como si la fina observaci髇 hubiese tenido como finalidad solamente recrearse en mi miedo. Cuando sea yo el que le est?tocando las pelotas, m醩 bien creo que le dar?unas palmaditas en la entrepierna, como si estuviera reconoci閚dole un trabajo bien hecho. Me conformar韆 con que la sangre le comenzara a bullir a alta presi髇 en su cabeza cuadrada ya de por s?congestionada por el Riberita del Duero, cosecha del noventa y cuatro, o el Rioja Alta, acompa馻dos de ciervo en salsa de ar醤danos, su debilidad. Le veo acercarse con su lengua presta a expulsar un veneno 醕ido y c醬stico a la vez, como corresponde a su naturaleza bipolar. Pero, u?veo...!, me he despistado de nuevo con mis fantas韆s. Esta imaginaci髇... f!, ya est? He podido encajarme en el vag髇 de cola.

Que el metro a las ocho de la ma馻na resulta algo claustrof骲ico no es m醩 que un burdo comentario de alguien que no tiene dificultad en permanecer en un espacio cerrado, pero si pudi閞amos ver el interior de los viajeros que nos rodean en un momento dado, contemplar韆mos a alguno sintiendo una aut閚tica agon韆. Como tendr韆 ocasi髇 de comprobar en pocos minutos. Esa ma馻na, el destino me ten韆 reservado algo especial.

El metro arranc?y dej?atr醩 la estaci髇 de Pac韋ico. Volv?a verme ante Ismael. Mi despreciado jefe hab韆 tenido el honor de ser bautizado con el nombre de quien el propio Mahoma, al colocarlo a la cabeza de su genealog韆, hab韆 considerado padre del pueblo 醨abe.

El elemento que yo conozco no podr韆 ser padre de nada. Su concepto de la vida y de los que le rodean se basa en principios difusos que 閘 desea transformar en confusos, para coger desprevenido a todo aquel que pretenda conocerle.

Vaya, otra estaci髇. Estamos ya en Diego de Le髇, no me lo puedo creer. Es que divago de una forma... 縌u?es esto? Un pedig黣駉 con su acorde髇. ala, a aguantar la perorata! Y yo que pensaba que ya no se ve韆 gente as?por el metro. Aunque hace la tira que no subo a este cacharro, 縞髆o voy a saber lo que pasa? El caso es que no tiene pinta de ser el t韕ico corre andenes... Mira, hasta suena armonioso. S? toca bien. Pues vaya suerte que ha tenido el pobre hombre. Igual, en su d韆, fue miembro de una afamada orquesta o trabajaba como ejecutivo en alguna multinacional. Quiz?dise馻ba campa馻s pol韙icas para alg鷑 conocido mandam醩. Qui閚 sabe.

La vida nos hace jirones, y el que no es capaz de recomponerse queda expuesto al vac韔, a la negrura m醩 absoluta. No conozco a nadie que, en tiempos de crisis, se haya arriesgado a facilitar las cosas al pr骿imo. ay que ver c髆o lucha la gente por defender su terru駉! Unos suben y suben y all?arriba quedan, contemplando ufanos al infeliz que debe someterse a las normas, pagar el precio de su mediocridad, el diezmo de su condici髇 d閎il.

Los m醩 fuertes sobreviven, s? pero hay que saber sobrevivir en todas las situaciones. Basta que se vivan circunstancias extremas para que, en ocasiones, se incline la balanza. Quiero decir que cuando vienen mal dadas, el que est?acostumbrado a sufrir consigue recomponerse y salir a flote, mientras que el depredador nato que flota entre bambalinas puede acabar hundi閚dose. Quien acapara el 閤ito en un terreno, s髄o ah?es capaz de sacar ventaja y atacar.  Es lo que Ismael ejecuta a la perfecci髇. El ataque con mordida al cuello. Muerde y remuerde hasta notar que la yugular sangra y desparrama su espeso borboteo por todas partes.

S? el que lleva el nombre del s閜timo im醤 de los ismaelitas es capaz de desgarrar a su contrincante, aunque 閟te nunca pretenda constituir un rival. 揙ye, Ismael, si yo s髄o te preguntaba la hora... 縋or qu?me has fulminado como una pavesa??/font>

Hoy me encontraba con ganas, le ten韆 ganas, vaya. Me ve韆 capaz de irritarle adrede s髄o para disfrutar con la detonaci髇 de su carga explosiva.

h, Ismael, qu?bonitos ojos tienes, c髆o me conforta tu papada temblorosa, tu sudor grasiento desliz醤dose por los mofletes de ese rostro lobuno de mirada audaz! Porque, Ismael, has de reconocer que, si algo hay que resaltar de tu innoble persona, es tu osad韆 sin l韒ite, de horizonte tan amplio como la cancha que tu superior jer醨quico te permite, es decir, un vasto terreno. Ah?es donde te ves seguro. En ese vasto terreno, Ismael. Quisiera estar a tu lado ahora mismo, en lugar de soportar el traqueteo de este vag髇 de metro, y as?poder decirte: 摽Es tu mirada felina lo que me subyuga ahora que te tengo tan cerca? 縊 quiz?mi furor por tu repelente imagen se deba a un desequilibrio en mi interior? Por el momento, creo que dispongo de suficiente glucosa en el cerebro para asegurarte que no sufro ning鷑 shock?

h, si pudiera...! Qu?ganas tengo de llegar a su despacho... Si pudiera tenerle delante le arrojar韆 dardos como: 揂nte todo quiero manifestarte algo, Ismael, y ese algo es... mi m醩 profundo p閟ame? o 揟e anuncio que para m?terminaste como opresor y acongojador de oficio, t韔?

Pero la realidad me devuelve a los empujones en este vag髇 repleto de personas sencillas. Vienen de la calle, luego son sencillos. Es lo que decimos, 縩o? Es uno cualquiera, uno de la calle... Ya est? la etiqueta lo explica. Y son sencillos porque los que viajan en jet privado o p鷅lico no son los m醩 corrientes. Bien es cierto que con esta crisis econ髆ica o eco lo que sea, venimos arrastrando desde hace a駉s una carga que hasta a los tocados por la divinidad les resulta dif韈il acarrear. Tienen otras espaldas sobre las que apoyarla, claro, pero tambi閚 les fastidia no poder seguir comiendo a diario en los templos del jalar m醩 selectos del pa韘 o resignarse a viajar en clase turista; no digo nada de renunciar al cochazo de lujo de la empresa y conformarse con un coche de empresa a secas.

A todo esto, andamos ya por O碊onell. Bien, voy a llegar a mi hora y... o, no caigas! No desees el camino f醕il, qu?caramba; se trataba de plantarle cara a ese v髆ito de hombre que me antecede en el escalaf髇. Bueno, s?que no debo verlo como una obsesi髇. Reconozco que me dejo llevar y no pienso en otra cosa que en devolverle los cinco a駉s de malos tragos que me ha deparado mi vida laboral a su lado. Casi nada. Pienso confesarle que tantos momentos de tensiones y fracasos, tanta alarma sin motivo, esos enga駉s recurrentes a que me ha sometido para mantenerse al margen o llevarse laureles, nada de eso quedar?en mi memoria a partir del momento en que cumpla mi promesa.

He notado que vamos bastante despacio por este tramo. Es que, desde luego, estos del metro no pueden cumplir con... 縌u?hace el del acorde髇? 緼caso no existe otra canci髇 en su repertorio? Ya est?bien de repetir el mismo soniquete: 揝i t?me dises ven, lo dejo todo...?Pues si me l韔 la manta a la cabeza, te dejo en la pr髕ima estaci髇, macho. Prefiero ir andando que aguantar la serenata. Total, para una estaci髇 que queda... No, nada de eso. Perder韆 tiempo para...

Y dale. Es que no consigo hacerme a la idea. No debo ir como siempre, acogotado y sumiso porque voy a llegar tarde. Que le den por saco al sodomita ese... Me va a salir el nuevo trabajo de entrenador de baloncesto. Eso s?que va a ser vida. Hombre, esa chica del fondo del vag髇 me recuerda a la capitana del equipo. Tengo suerte de haber encontrado ese Colegio Mayor que necesitaba desesperado un entrenador para sus chicas. Es curioso que en este mundillo no se encuentren apenas entrenadoras. Por lo que a mi respecta, ha sido la oportunidad que estaba buscando. Suena convencional, pero es la verdad. He andado buscando esa oportunidad desde hace un a駉 m醩 o menos, cuando el innombrable jefe que tengo me jug?la peor pasada de la historia. Pues s? ese que bautizaron unos padres amorosos con el mismo nombre del noveno rey nazar?de Granada, intent? cargarme un muerto. El marr髇 era de 髍dago. Producto fuera de especificaciones. Y mi firma era la 鷑ica que iba a figurar en el documento oficial. As?que dije que no, que mis principios 閠icos me imped韆n hacer eso.

縏e das cuenta del error que est醩 cometiendo? silb? entre dientes mi superior jer醨quico.

No, se駉r. No hay error en negarse a cometer un error repuse.

Me mir?con insanas intenciones, puedo jurarlo. Pero decid?no apearme del burro. 揂s?te duela como a la zorra los perdigones, charr醤? pensaba yo mientras lo ten韆 a 閘 delante, sin despegar de m?esa mirada de verdugo que est? maquinando alguna tortura de inter閟 para su mente torturada.

Has de saber intentaba advertirme titubeando que tu bravuconer韆 no va a pasar de 閟ta. Si es tu 鷏tima palabra, puedes estar seguro de que dar? parte.

h, vaya! Dar?parte... u?expresi髇 tan poco usada! 揈res un original pedazo de mierdecita anfibia, informe mont髇 de grasa? era lo que me pasaba por la mente en la siguiente entrega de la colecci髇 de fotogramas que hab韆 atesorado en mi cerebro.

Cundo me encuentre frente a frente con el tipo, no voy a saber por d髇de empezar. Creo que lo mejor ser? ir al grano y resultar lo m醩 desagradable posible. Y lo mejor vendr?cuando haya conseguido convocar a todo el departamento. Ser?un momento 閜ico que no olvidar醤 los dem醩 acogotados que, como me ha sucedido a m?hasta esta crucial ma馻na en que he decidido pasar a la acci髇, han sufrido al insigne Ismael.

Bueno, y ahora 縬u? Este tren se ha detenido completamente. Aqu?pasa algo. Nos faltan a鷑 unos centenares de metros para llegar a Nuevos Ministerios. Ser?que hay otro tren retrasado al que hay que dar paso.

Es curioso comprobar que cuando fijas un poco tu atenci髇 en la gente que te rodea en un vag髇 de metro, puedes imaginar todo tipo de historias. No sabes con certeza si ser醤 gente corriente como aparentan, como parecemos la mayor韆 de los que utilizamos este medio, o si ocultan algo. 縌u? podr韆 ocultar este se駉r de la boina sentado a mi derecha? Podr韆 ser un obseso, un enterrador; un adicto a la lectura, a las pel韈ulas de terror, a los cuentos infantiles; un sacerdote de paisano o un sencillo padre de familia. Claro que el sencillo padre puede esconder una relaci髇 extramatrimonial o una perversi髇 inconfensable. 縔 si fuera un ladr髇 de guante blanco o negro? 縔 un esp韆? Bueno, esa palabra ya no se lleva. Pero hay agentes al servicio de la  inteligencia de los gobiernos con el aspecto de un hombre de la calle.

Qu?f醕il es caer en el t髉ico: hombre corriente, de la calle. Y es que lo mejor es pasar desapercibido. Es estupendo que te tomen por lo que creen que eres, porque lo m醩 probable es que nadie se haga c醔alas acerca de ti. Pero en cuanto despiertes la menor sospecha, te echar醤 el ojo, pasar醩 a ser la diana del vejatorio club de vilipendiadores. Aquello que se imaginan que eres puede alcanzar l韒ites insospechados. Y m醩 si te rodean carn韛oros de la peor especie, como ocurre en la empresa donde trabajo. Esperan sentados c髆odamente a que des un traspi?o te despe馿s por un escarpado desnivel.

Nadie dar?su apoyo a alguien que est?cayendo, como a nadie que carezca de padrino interno. La figura del padrino interno cobr?auge en la segunda mitad de la 鷏tima d閏ada, en un momento en que la multinacional lleg?a atender un considerable n鷐ero de demandas de empleo. 蓅tas llegaban de todas partes: de empleados de filiales europeas sobre todo, espantados ante la debacle de despidos masivos de los 鷏timos tiempos.

Algunas corporaciones han decidido dejar en la calle a mucha gente. 揤amos, qu?falta de delicadeza? suele decir mi jefe con absoluto cinismo. Para Ismael, supone una coyuntura extraordinaria para repartir inseguridad y... miedo. Nada m醩 f醕il para su dudosa integridad que mantener insegura el alma del subordinado, que, como candidato a sufrir las consecuencias de una regularizaci髇, podr韆 estar dispuesto a firmar un contrato de compra-venta con el diablo. Algunos piensan que Ismael y los de m醩 arriba realizan verdaderos pactos con el Maligno. 縃abr?vendido Ismael su propia alma en pena? Siempre pens?que eso de vender el alma estaba reservado a historias de moda en otra 閜oca. Viejos relatos de gran tirada en su d韆.

No es posible, llevamos un buen rato parados y no hay rastro de otro tren ni han usado el altavoz para informar de lo que pasa. Sea cual sea el motivo de esta inmovilidad, resulta cabreante. El d韆 que decido plantar cara a Ismael me veo embutido en esta caja de sardinas. Menos mal que hay aire acondicionado. Si no, ir韆mos camino de la deshidrataci髇.

Aquella pareja de all?al fondo... Han dejado de besarse por primera vez desde que me met?en el vag髇. El de la boina les mira descaradamente. No s?si por lo que dije sobre los obsesos, pero me da la sensaci髇 de que les mira envidiando al chico. O quiz?sea a la chica. Imposible distinguir.

縌u?pasa? odo est?a oscuras! No veo absolutamente nada. h, conductor! No s?por qu?chillo, el maquinista o como se llame est?justo en la otra punta del tren. No puedo creer lo que est? pasando. Alguien a mi lado me empuja: 揈h, oiga, no atropelle...?/font>

u? gentuza! No pueden dejarnos aqu?en medio voce? otro al fondo. 縀s que no van a hacer nada?

Veo una luz tenue a lo lejos. Es una de esas de emergencia, pegada a la pared del t鷑el. Ni un sonido. Estamos en la penumbra y no se oye m醩 que el roce de nuestras ropas. La respiraci髇... En el vag髇 siguiente hay sombras que se mueven de un lado a otro. La mayor韆 permanece de pie. En este vag髇 debemos ser muy formales. Alguno golpea de forma ocasional la ventana, pero no dice nada.

Oiga, se駉r, 縰sted ve algo? me pregunta una voz que surge a mi derecha.

Nada en absoluto. Los del vag髇 siguiente deben guiarse por alguna luz de penumbra, porque van de un lado a otro. Si se pega a la puerta que nos separa de ellos, lo ver? pero no le aconsejo moverse. Yo lo hice hace un momento y me he golpeado con una barra. Todav韆 me duele.

ue nos saque alguien de aqu? ruge una voz grave rasgando la negrura. Por alg鷑 motivo desconocido, algunos viajeros creen que deben intervenir tambi閚: 揈s que no hay derecho? 揈stos in鷗iles del metro no se han enterado de que estamos aqu頂. 揘o funciona el aire acondicionado. Nos vamos a asar?

縔 si a alguno de nosotros le da un ataque? protest? ofuscada una se駉ra. No pueden mantener el tren aqu?m醩 tiempo. Me voy fuera. La mujer intenta apearse del vag髇, pero parece que la puerta no se abre.

Est醤 selladas dice la voz que est?a mi lado. Creo que es el de la boina. Estoy a punto de pregunt醨selo: 摽Es usted el obseso de la boina??La situaci髇 me est?poniendo nervioso y no s?qu?deber韆 hacer. Busco en mi mente las normas aprendidas en tantos cursos para ejecutivos: 揜espira hondo y ret閚 el aire tres segundos. Despu閟 lo sueltas lentamente?

In鷗il. Me pongo m醩 nervioso. Es como las t閏nicas de negociaci髇 que intentan embutirte en el cerebro en esos cursos. En la pr醕tica, tienen poca aplicaci髇: 換ue si has de esperar a que el otro diga la 鷏tima palabra, que no muestres todos tus ases... Reserva la mejor baza para el final? y cosas as?

Algunos encienden sus mecheros para intentar romper el velo opaco que nos rodea. Son s髄o tres y no es suficiente. Lamento profundamente que cada vez sean menos los que fuman.

Una voz de mujer joven con acento alem醤 se oye n韙idamente en la negrura:

Yo me iba hoy a la Alemania, pero no s?si puedo. Esto que pasa no s?qu?es.

Alguien pr髕imo a ella intenta seguir una conversaci髇:

縔 llevas mucho tiempo en Espa馻?

Tres a駉s. Es bastante, s? Soy estudiante y me voy a mi casa en el verano. 縔 usted d髇de vive?

Eh... yo vivo en Madrid. Me cojo vacaciones ahora y marcho al pueblo.

En ese instante, un aviso suena a trav閟 de los altavoces:

Se駉res viajeros, vamos a efectuar un cambio de m醧uina. Rogamos que permanezcan en sus asientos.

Parece que la noticia cae bien entre los presentes. Adem醩, podemos ver un poco mejor con la luz carmes?del anuncio electr髇ico que, inesperadamente, surge ante nosotros desde su hasta entonces apagada ubicaci髇 en el lateral del vag髇. No se restablece la iluminaci髇 normal, pero algo es algo. La parejita que se besaba con pasi髇 momentos antes del apag髇 se r韊 ruidosamente. El chico susurra cosas que resultan la mar de graciosas a los o韉os de ella. Estoy apunto de rogarle que me lo cuente a m? Siento una necesidad de saberlo que ralla en lo inquietante. No acierto a saber qu?influye exactamente en mis pensamientos; no consigo ver con claridad, ni dentro ni fuera de m? Esto 鷏timo, por razones obvias: no hay rastro de un foco de luz que nos aclare de una vez esta noche cerrada que lo envuelve todo.

Vaya, ahora se mueve el vag髇 de enfrente... bueno, lo cierto es que no hay otro. 蓅te es el vag髇 de cola. Entonces, 縬u?significa que est閚 separando al resto y nosotros estemos aqu? aislados?

ra lo que nos faltaba! protesta una voz aguda, que no s?distinguir si es de hembra o de var髇.

Esto es la leche, e han olvidado de este vag髇! a馻di? el hombre que hablaba con la mujer alemana.

Pero, 縠s que no van a sacarnos de aqu? grit? el chico besuc髇, que parec韆 haber perdido enseguida su vis c髆ica. Yo me largo ahora mismo... el intento fracasa al igual que el de la se駉ra de antes.

La puerta est?bloqueada, ya lo advert?insisti? el de la boina.

Pues la destrozar?acto seguido, el joven arremeti? contra la puerta a golpe de hombro, como en las pel韈ulas.

Pedro, que te vas a hacer da駉 le avis?la novia. u閐ate conmigo! chill?

Se levantan varios de los ocupantes de esta especie de ata鷇 colectivo, pretendiendo quiz?resolver algo mediante la agitaci髇 ca髏ica de sus brazos y el giro de sus cabezas a uno y otro lado. Parece como un hormiguero humano que hubiera sido pisado por un pie gigantesco. Lo que sucede es que la gente tiene aplastada la moral.

Ning鷑 aviso m醩 en los altavoces. El letrero electr髇ico contin鷄 sin cesar su interminable tira de palabras, vac韆s de contenido 鷗il: 揟emperatura, 34篊, hora 13:42. Pr髕ima estaci髇 Nuevos Ministerios?

ue alguien nos saque de aqu? a鷏la una voz desesperada.

La  temperatura va aumentando al igual que la desesperaci髇 de todos nosotros. El resto del tren se ha alejado completamente del vag髇 de cola, esta tumba de metal donde nos encontramos. Antes me dio tiempo a contar los que somos: cuarenta y ocho. Casi medio centenar de desgraciados abandonados en una v韆 de metro. Qu?rid韈ulo. 緾髆o no vamos a ser capaces de romper una ventana? Ahora mismo voy y... alguien se me ha adelantado y est?golpeando un cristal con su malet韓.

aya mierda! Ni se ha ara馻do. 緼lguien tiene un martillo?

Otro le contesta con sorna:

No, si te parece saco un destornillador del juego de herramientas del bolsillo y quito la ventana entera, memo.

Oye, a m?no me insultes, cara de huevo.

縌u? me has llamado? Eso lo ser?alguno de tus muertos, capullo.

Ambos ciudadanos se enzarzan en un intercambio de improperios, que pronto da paso a la acci髇. Debido a una bofetada del contrario, uno de ellos pierde pie y cae sobre otros que est醤 detr醩. La que se arma en pocos segundos es monumental. Gritos, palabras malsonantes, empujones, golpes... Parece que no quede nadie en este vag髇-prisi髇 con suficiente aplomo para estudiar una salida. Pero... claro, eso es, tengo que quitar los tornillos. Uno de esos exaltados lo dijo: 揕os tornillos de la ventana. Tengo un cortaas que...?uidado!, casi me estrujan contra la pared estos energ鷐enos. Los chillidos de las mujeres resuenan con una frecuencia agud韘ima. La cosa empeora a cada momento.

El cortaas, tengo que sacar como sea el marco de la ventana. Vamos, eso es, as? A medida que progreso en mi esfuerzo de escapar a esta locura, im醙enes de todo tipo van pasando por mi cabeza: luchas encarnizadas entre fieras. S? los que se golpean a mi alrededor me recuerdan a eso, son peores que eso: una manada de hienas devor醤dose los unos a los otros.

No s?cu醤to tiempo llevo quitando tornillos y... ya est? o consegu?

Nadie se ha dado cuenta. Claro, se han arremolinado casi todos en el otro extremo y, con el tumulto que est醤 armando, es imposible que se enteren de lo que estoy haciendo. Bueno, espero que quepa por el hueco de la ventana. Un poco m醩 y... uera! stoy fuera del ata鷇! u?horror! Los de ah?dentro se est醤 machacando. Debo encontrar ayuda. Ni me atrevo a avisarles. No me oir韆n siquiera. All?se las compongan. Tal como est醤 los 醤imos, es mejor dejar que se den cuenta por s?mismos de que hay una salida. 縊 estar醤 tan cegados por su odio que no la ver醤? Avisar?al jefe de estaci髇 en cuanto llegue al and閚. Gracias a Dios, me he librado de ese encierro. Prefiero mil veces enfrentarme a mi jefe. S? ese elemento que lleva el mismo nombre que dos Sha de Persia y un sult醤 alawita de Marruecos. Cuando est?frente a 閘, le dir? 揑smael, he decidido que... Bueno, creo que debo decirte... Vaya, resulta... Pues que... Lo he olvidado?

No quiero dejar que el odio me ciegue, no se駉r. Prefiero pasar por conformista que dejarme llevar por una actitud intolerante. Como esos del vag髇. Con su ceguera, no se han dado cuenta a鷑 de que hay una esperanza. Y es que muchos permanecen ciegos, aunque los rayos del sol les inunden de luz.

  

  

  

_______________

*Marcos Manuel S醤chez S醤chez (Ciudad Real, 1961) es licenciado en Ciencias Qu韒icas (Qu韒ica Org醤ica) por la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente vive en San Sebasti醤 de los Reyes (Madrid). Gran lector de cualquier g閚ero literario, colabora en varias revistas digitales, como OXYGEN, A袿S LUZ, OURENSENET, y, desde 2004, ocupa un lugar prominente entre los colaboradores de GIBRALFARO. Ha publicado El primer clon (Madrid, 2004), extensa novela enfocada como obra de tesis sobre la 閠ica de la clonaci髇 humana, cuya trama tiene como fondo la aventura de alguien que necesita una segunda oportunidad en la vida para realizar un sue駉.

  

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 IV. N鷐ero 31. Junio-Julio 2005. Director: Jos? Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2005 Marcos Manuel S醤chez S醤chez. Reservados todos los derechos ?2002-2005 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga (Espa馻).

  

  

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