n la noche de aquel viernes, Ion Zeta estaba muy alterado. Hab韆
experimentado una vivencia curiosa. En el interior
de algo similar a un aula, junto a otras personas
sentadas disciplinadamente a su alrededor,
escuchaba el discurso que con voz docta
pronunciaba alguien desde un estrado, aunque la
sala se asemejaba m醩 a una estancia de un
palacio fant醩tico que a un lugar apropiado para
impartir clases. Un anciano de barba largu韘ima
con aspecto de sabio de otro tiempo impart韆
conocimientos b醩icos sobre el funcionamiento de La
Corporaci髇.
Ion Zeta, sentado en la primera de las innumerables filas de la
gigantesca sala, escuchaba su solemne charla, en
la que le o韆 decir con una voz marcada por
incontables a駉s de experiencia:
桬l engranaje victorioso, aparte de las artes caracter韘ticas
que le deben facultar para librarse de sus
oponentes, sabr?manifestar ante sus superiores
una actitud que 閟tos valoren positivamente. Para
ello cuentan con los Indicadores de
Comportamiento.
Los asistentes a la conferencia, separados entre s?por largos
pupitres de l韒pido m醨mol blanco, observaban
expectantes al anciano sin mover un m鷖culo. A
Ion Zeta le daba la sensaci髇 de encontrarse
completamente aislado en aquella sala inmensa cuyo
techo abovedado era sostenido por columnas que le
recordaban el estilo g髏ico de algunas
catedrales. Sent韆 fr韔.
El anciano continuaba.
桽e incluyen en el concepto de Indicadores de Comportamiento
cualquier manifestaci髇 verbal o escrita,
actitud, disposici髇 de 醤imo o cualesquiera
gesto, gui駉 o similar, que el Superior entienda
revelador de potencialidades a favor o en contra
del interesado. Hay que procurar que las primeras
sean inferiores en n鷐ero a las segundas. Esto no
supondr?dificultad alguna, ya que el criterio a
seguir es totalmente aleatorio.
Tras evaluar los Indicadores, los individuos-engranaje juzgados se
clasifican en la Tabla de M閞itos por orden de
puntuaci髇.
Ion Zeta comprob?que algunos de los compa馿ros tomaban apuntes
nerviosamente de todos aquellos detalles. Parec韆
que obraran impulsados por un miedo cerval
enraizado en lo m醩 hondo de sus almas. Ion Zeta
tambi閚 lo sent韆. Sin embargo, se encontraba
paralizado. Se ve韆 incapaz de escribir nada ni
de articular palabra alguna. En un momento dado
contempl?con espanto c髆o uno de los asistentes
se levantaba de su asiento de impoluto m醨mol
blanco con intenci髇 de preguntar al anciano.
蓅te irgui?un dedo ganchudo y, apuntando al interfecto, le
espet?
椏S? se駉r R髆ulo?
桽e駉r韆, me atrevo a sugerir que hay que ser m醩 exigentes
con los subordinados. Esto no ha de ser un camino
f醕il, sino inundado por aguas pantanosas
infestadas de alima馻s... 梕l orador dej?que
transcurrieran unos segundos, de modo que s髄o se
escuchaba el silencio h鷐edo que flotaba sobre el
inmenso recinto. El eco de sus 鷏timas palabras
rebotaba a鷑 en el interior de las girolas y
b髒edas: 搮 de alima馻s?a馻s? y
continu?
桽i, alima馻s?omo esas! 梘rit?se馻lando a un lateral
donde Ion Zeta pudo ver repentinamente abominables
seres que rebull韆n en una masa amorfa de cuerpos
repulsivos.
桞ien, bien, estimado amigo 梒oment?el anciano? Sabemos
que t?eres fiel seguidor de Los Principios. Pero
no hay que alterarse. La Gran Nave es guiada con
maestr韆 hacia el objetivo final 梒on un gesto
de la nudosa mano, invit?a R髆ulo a sentarse.
桟ontinuemos.
Llegado a este punto, Ion Zeta mir?hacia lo alto de la b髒eda
del techo y contempl?con horror c髆o una
siniestra bandada de negras aves de rostro
semihumano se abalanzaba hacia los presentes con
las curvadas u馻s de sus garras afiladas como
cuchillas, en una inconfundible actitud hostil que
nada bueno presagiaba.
Las quimeras comenzaron a sobrevolar la majestuosa aula recorriendo
uno a uno todos los pupitres. Con sus ojos
amarillos escrutaban a los presentes que hac韆n
adem醤 de protegerse la cara con los brazos.
Otros mostraban intenci髇 de huir, pero pronto se
dieron cuenta de que una extra馻 fuerza les
obligaba a permanecer sentados, atendiendo
impasibles el discurso del sabio.
La voz de 閟te arrancaba ecos m醩 siniestros que los de cualquier
otro participante en aquel cuasi mon髄ogo,
llenando la inmensidad de la estancia con un
fragor inquietante, como si todo el edificio
retemblara y fuera a desmoronarse de un momento a
otro.
Aquellas furias aladas se acercaron al estrado donde convergieron
en una columna como si constituyesen un todo y
emprendieron una s鷅ita ascensi髇 hacia la gran
girola central por la que acabaron desapareciendo
como por ensalmo.
En la demencial atm髎fera que le atenazaba, Ion Zeta vio que una
imagen tridimensional cobraba forma a media
altura, situ醤dose entre los asistentes y el
podio desde donde el viejo lanzaba su pl醫ica.
Dos pir醡ides unidas por la base giraban mostrando un sinf韓 de
engranajes en movimiento circular unidos por miles
de ejes. Dentro del cuerpo de cada uno de ellos
pululaban much韘imas figuras humanas en miniatura
y en movimiento constante. Realizaban movimientos
apresurados, iban y ven韆n. Algunas im醙enes de
aquellos puntos eran ampliadas para ver en detalle
la incesante actividad: esas piezas elementales en
el gigantesco puzle reflejaban en sus rostros una
expresi髇 de fuerte determinaci髇, como animados
de una energ韆 que les atiborrara las venas de
apetencia por el trabajo duro, imparable hasta la
extenuaci髇. El gesto que exhib韆n se remataba
con una casi imperceptible sonrisa, queriendo dar
a entender que aquellos elementos rotacionales e
irracionales lo ten韆n todo dominado, perfectas
r閜licas del ideal de empleado que la
Corporaci髇 se desviv韆 por imbuir en las mentes
de esos mismos engranajes. Escenas de estrechar de
manos por misiones bien cumplidas, palmadas en la
espalda de un superior a un subordinado?Estos
鷏timos parec韆n de un tama駉 inferior al del
jefe inmediato.
El zoom de imagen que impresionaba las retinas de los asistentes a
aquella conferencia dirigida a aut髆atas mostraba
con definici髇 perfecta el volumen que ocupaban
los m醩 de 300.000 folios que conten韆n los
Principios de la Corporaci髇.
De forma inesperada, decenas de visores transparentes se
desplazaron hasta colocarse a pocos cent韒etros
de las caras de los asistentes para que
visualizaran p醨rafo a p醨rafo alguno de los
1500 tomos del Cor醤 de la filosof韆 de empresa,
del Libro de los Libros, cuyo conocimiento todos
los superiores exig韆n y ninguno de ellos
cumpl韆. Pero hab韆 que mantener la facha, la
imagen limpia, no otorgar concesi髇 a
debilidades, tales como el compa馿rismo, el
trabajo en equipo y la sinceridad. El hombre de
amplia barba albina volvi?a hablar desde el alto
podio:
桬s as?como todos iremos navegando en pos de la consecuci髇 de
objetivos, del logro y de la rentabilidad. Hete
ah?el n鷆leo y la raz髇 de las exigencias
moldeadas por nosotros, y aqu?no les incluyo a
ustedes, sino al Nos mayest醫ico, el que designa
a los fundadores del magn韋ico entramado
construido por esta C鷓ula, la C鷓ula de sabios
negociantes que les llevar?a ustedes, los
supervisores, hacia la calidad de vida que tanto
a駉ran.
En ese instante, en la c鷖pide de la pir醡ide superior se
emit韆n pulsantes destellos de luz plateada. En
la pir醡ide inferior reinaba la oscuridad.
El anciano daba explicaciones.
桳os m醩 poblados son los ejes-nivel intermedios. La
Corporaci髇 tiene una estructura en forma de dos
pir醡ides unidas por la base, lo pod閕s ver. En
la pir醡ide superior coexisten los engranajes que
conservan alguna posibilidad de proyecci髇 en la
organizaci髇, mientras que en la pir醡ide
inferior habitan los desheredados, restos
corporativos que decidieron no abandonar la nave a
pesar de la inexistencia de futuro para ellos,
meros elementos rodantes de rutina, cuya labor
carece de reconocimiento por parte de nadie y que,
abandonados a su suerte, contemplan c髆o
paulatinamente se desvanece la energ韆 que otrora
les impulsaba a girar con esperanza en sus inicios
como engranajes elementales.
El viejo describi?un amplio c韗culo con los brazos extendidos y,
en un instante, desapareci?la imagen.
El entorno se alter?s鷅itamente.
Las Furias volvieron a planear sobre los oyentes lanzando graznidos
desgarradores al tiempo que las paredes que
sosten韆n las alt韘imas b髒edas parec韆n
crujir con un inquietante espectro de sonidos,
que, unidos al retumbar de la poderosa voz del
maestro, acrecentaban a鷑 m醩 la sensaci髇 de
inminente derrumbamiento de los muros. Esta vez,
nadie se movi?ni emiti?un gemido.
桬n fin, apreciados jefes y futuros altos cargos corporativos 梒ontinu? el gran dirigente? hab閕s de saber que la
pir醡ide inferior es el colector de residuos, el
intestino grueso del gigante multinacional cuyo
metabolismo quema las energ韆s individuales de
los elementos-rueda para generar un movimiento perpetuo, una fren閠ica
actividad de carga
de combustible-combusti髇 de la que se
alimenta la nave para no desviarse del Rumbo
Perfecto.
Justo entonces Ion Zeta comprendi? 蒷 estaba all?como
excepci髇, encajado en una reuni髇 de formaci髇
restringida a jefes corporativos. 蒷, un simple
empleado, estaba enter醤dose de las directrices
que les impart韆n a los mandos. Un aut閚tico
advenedizo. Un intruso.
Un segundo m醩 tarde se hizo el silencio. La reverberaci髇 de las
palabras del sabio en la c鷓ula abovedada se
extingui? Todos miraban a Ion Zeta con ojos
enrojecidos, fiscaliz醤dole:
?∩se...! irad a 閟e! s un impostor!
De repente, todo se desvaneci?
Ion Zeta se incorpor?en su cama oyendo las palabras de su amada:
桟ari駉, despierta ya. No te alteres. No fue m醩 que un
sue駉...
FIN