o iba a ser tarea f醕il, pero, pese
a todo, merec韆 la pena. En cualquier caso, era
meter la mano en un barre駉 de agua caliente, y no
hay que haber estudiado f韘ica para saber que la
mano que saldr韆 achicharrada, en su caso, ser韆
la m韆.
縋or qu?no aprovechar mi posici髇
para intentar que hubiera paz, de una vez por
todas? No comulgo con este Gobierno, creo que no
tengo que explicarlo demasiado a la opini髇
p鷅lica, est?bien claro, pero 縫or qu?no apostar
por la paz? Los seguidores del Gobierno siempre me
han puesto del otro lado, del lado guerrillero,
aunque yo s髄o fuera un escritor, un tipo que
viv韆 de sus libros, aunque comprometido
pol韙icamente. As?que pod韆 ser el momento
tambi閚 de mejorar mi imagen en el pa韘 y de dejar
de ser el terrorista intelectual que ellos
pintaban. Aunque las amenazas de muerte de las
guardias blancas paramilitares no terminar醤
nunca, de eso estoy seguro.
縋or qu?no intentarlo? Si este
Gobierno, al que tantas veces he criticado y
critico, me pide esta ayuda y me garantiza todo lo
que he solicitado, 縫or qu?no hacer un favor a la
paz? Mi ascendiente sobre los guerrilleros puede
ser 鷗il: 縫or qu?no
aprovecharlo?
Al mediador le llueven las tortas de
todas partes. Siempre se le ve, un poco, como un
ayudante de los otros que viene a arrancarte
beneficios para ellos. Pero bueno, asumo el
riesgo, qu?remedio. Pongo mi prestigio en juego,
veremos a ver c髆o salimos todos de esta
aventura.
C髆o estar?de mal la cosa que han
acabado recurriendo a Norberto Frutos para mediar.
Y en la c鷓ula del Estado Mayor del Ej閞cito, sin
enterarnos. El Presidente es muy impulsivo a
veces, 縩o?
梇a lo ves. Cuando todo el mundo
sabe que Frutos es m醩 comunista que los
guerrilleros mismos, joder. M醩 comunista que
Stalin, 韓timo de Fidel, con domicilio en Cuba...
Menudo curriculum tiene 揺l escritor?
梡ronunciadas, estas 鷏timas palabras, con
desprecio? Si es que parecen tontos, co駉. Y todo
para seguir recibiendo el dinero de Washington,
que ve bien que el comunista este intervenga. Si
es que ya no son como antes, 閟tos tampoco. Desde
que cay?el muro, est醤 de un
permisivo...
桾e digo una cosa: tener que esperar
a ver qu?logra ese comunista de mierda ya es
insultante.
桵ira, no s?d髇de vamos a llegar.
Es como si quisieras llegar a alg鷑 tipo de
acuerdo con Hitler y tomaras como mediador, para
ello, a Goering. Si Norberto y Stalin eran colegas
de juventud, si lo sabe todo el mundo,
joder...
桝l presidente y a los mariconcillos
que le rodean se les va a torcer el cuello de
tanto mirar a Washington.
桽? pero cuando la guerrilla
aprieta, se mean en los pantalones y tenemos que
ir nosotros a sacarles las casta馻s del
fuego.
Tengo inquietud por el momento en
que me encuentre a Stalin Bigiavi. Ya su nombre es
duro de digerir. De j髒enes, siempre pens醔amos
que no se llamaba Stalin, que era su nombre de
guerra. Pero era cierto, nos ense馻ba su carta de
identidad y all?se le韆 bien claro: Stalin. Ya
llevaba en los genes la lucha comunista, por lo
que se ve (su padre era un dirigente de la
Lombard韆, condenado a muerte por subversivo y
exiliado en nuestra tierra). Curioso: su nombre de
pila acab?siendo su nombre de
guerra.
Compartimos mucho durante un tiempo:
yo hac韆 Derecho, aunque me aburr韆 de tanto
memorizar leyes injustas que, adem醩, ni se
aplicaban, y 閘 hac韆 Ciencias Pol韙icas, aunque
tambi閚 estaba m醩 tiempo fuera de clase que
dentro. Tachaba de reaccionarios a la mayor韆 de
sus profesores, discut韆 con ellos y luego me
contaba sus andanzas. Estaba muy marcado en la
Facultad. Trab?amistad con un par de profesores
que ten韆n destellos progresistas, pero los
mataron (al propio Stalin intentaron matarle en
varias ocasiones). Eran a駉s duros, en los que
nuestro actual presidente se dedicaba solamente a
estudiar, seg鷑 ha comentado. Eso se lo he
criticado mucho y 閘 no me lo ha perdonado, lo s?
una vez escrib?que mientras 閘 se dedicaba a
memorizar leyes en su mansi髇 y a ir aprobando sus
asignaturas para llegar a ser abogado, nosotros
est醔amos m醩 ocupados intentando traer la
democracia a este pa韘.
Yo estaba ya harto de memorizar
leyes recitadas por ineptos profesores de largos
apellidos compuestos. Total, que Stalin y yo
est醔amos m醩 tiempo en las cafeter韆s, cada uno a
lo suyo, que en las clases. Yo escrib韆 ya relatos
y alg鷑 versito de vez en cuando, para ganarme el
t韙ulo de poeta, que val韆 m醩 que el de narrador,
y 閘 dise馻ba revoluciones en todo el continente.
Incluso escribi?a un joven que ya por entonces
era muy conocido: Ernesto Guevara, que pasar韆 a
la historia como el 揅he?y que quedar韆 atrapado
en un retrato del que nunca pudo salir, pues era
m醩 c髆odo eso que tenerle vivo
enredando.
Hemos sido 韓timos, Stalin y yo.
Aunque nos hemos dicho tambi閚 cosas muy duras, en
privado y en p鷅lico. Espero que, hurgando un poco
debajo de nuestras respectivas m醩caras, sepamos
todav韆 encontrar a aquellos so馻dores
desconocidos que compart韆n mesa en caf閟 para
estudiantes y revoltosos, mientras los chicos de
las grandes familias se preparaban en sus
mansiones para ocupar en el futuro los puestos que
alg鷑 d韆 les ceder韆n sus padres al frente de sus
empresas, despachos de asesor韆 y del pa韘
mismo.
桟reo sinceramente que ya no es
momento de pegar tiros, sino de organizar una
izquierda pol韙ica que pueda hacer frente a esta
panda de conservadores y liberales (o
democristianos y socialdem骳ratas, seg鷑 la 閜oca)
que nos gobiernan desde tiempos inmemoriales. Pero
la guerrilla les legitima para actuar con mano
dura, que es lo que en el fondo les gusta. Y la
base para una izquierda aut閚tica puede ser la
guerrilla, como ocurri?con el M-16, el Farabundo
Mart?o el Frente Sandinista.
桽e駉r Frutos, es un honor reunirme
con usted 梞e tiende la mano desde atr醩 del
escritorio presidencial? Soy un gran lector de
sus novelas, aunque le suene extra駉. 揈xtra駉 no,
me suena a que he debido fracasar en algo? piensa
ir髇icamente Frutos.
桬l honor es m韔, Sr. Presidente
梒omento, correcto? pero, por favor, ll醡eme
Norberto, me siento m醩 c髆odo. Adem醩, hemos sido
compa馿ros de Facultad, aunque en distintos
cursos.
桵e parece bien, a condici髇 de que
usted cambie el 揝e駉r Presidente?por Fulgencio,
por favor 梒omenta con cordialidad, lo que
despierta cierta simpat韆 en m?
桪e acuerdo, pero que no se entere
mi amigo Fidel de que me tuteo con un Fulgencio,
縠h? 梒omenta sonriente.
桸o te preocupes, Norberto, que no
se enterar? Con 閘 nunca he sido capaz de hablar
m醩 que del tiempo, tanta es la intimidad entre
nosotros 梤esponde ir髇ico, y la respuesta provoca
un estallido de carcajadas en
ambos.
桟omo dir韆n en Espa馻, Fulgencio,
lo comido por lo servido.
桬fectivamente, ja, ja, ja, ja.
Bueno, tomemos asiento, Norberto 梟os sentamos,
uno a cada lado del escritorio? Como hoy es
nuestra primera charla, te quiero agradecer, antes
que nada, tu aceptaci髇 de la misi髇 閟ta y que te
hayas desplazado desde La Habana para llevarla a
cabo.
桭ulgencio, podemos no estar de
acuerdo, dir韆 que no estamos de acuerdo en casi
nada, pero creo que todos queremos que se acaben
los tiros en este pa韘, 縱erdad?
桬st醩 en lo cierto, Norberto. Pero
hay quien no te acepta como interlocutor en esta
aventura. 縎abes lo que he tenido que luchar para
que el Ej閞cito aceptara tu intervenci髇? Porque
creo que debemos ir cerrando heridas, Norberto. Es
claro que t?eres una persona comprometida con
unas ideas y has tomado partido en bastantes
ocasiones en contra de m? de mi partido y de la
Iglesia a la que pertenezco. Eso te genera muchos
odios entre la gente que me rodea, no te lo
oculto. Tambi閚 yo me irrito a veces, pero, como
presidente, no debo sentir esas pasiones. Tu
amistad con Fidel, tu residencia en La Habana, tu
simpat韆 hacia la guerrilla, poner tu prestigio en
luchar contra nuestro gobierno... Todas 閟as son
cosas que muchas personas de mi entorno no
olvidan. Adem醩, los hijos de las v韈timas de los
guerrilleros te ven como un terrorista
m醩.
桞ueno, Fulgencio, tambi閚 yo tengo
derecho a verte como el jefe 鷏timo de los
escuadrones paramilitares, ya que tu gente los
tolera y nadie les castiga. Y los hijos de los
muertos de estas bandas tambi閚 tienen derecho a
verte a ti como un terrorista de Estado. Peor,
adem醩, que yo, que no tengo esa banda de colores
en el pecho...
桻ue s? Norberto, que no vamos a
poner los muertos sobre la mesa, que huelen mal.
S髄o quiero decirte que tu presencia aqu?es una
apuesta personal m韆, y aqu?te van a respetar y
tratar correctamente s髄o para cumplir una orden
m韆. Exclusivamente por eso, no lo olvides. Tengo
varios militares que se niegan a darte la mano.
Dicen que la tienes manchada de sangre y que,
cuando te los presente, se cuadrar醤 y te
saludar醤 militarmente para evitar cualquier otro
tipo de saludo.
桺ues diles que me hacen un gran
favor. He estado durante todo el viaje desde La
Habana d醤dole vueltas a c髆o evitar dar la mano a
los jefes de la represi髇, y ellos ten韆n ya la
respuesta. Yo pensaba hacerles un gesto con la
cabeza, sin m醩. Y estrechar la mano 鷑icamente a
quien me la ofreciera. Pero ellos mismos me
facilitan salir de la papeleta.
梇a ves c髆o est醤 las cosas. En
fin, vamos a comenzar a estudiar la situaci髇 y lo
que quiero que hagas llegar a Stalin. Vamos a
ver...
Seguimos la reuni髇 durante cinco
horas y media, con pausa de tres cuartos de hora
para tomar un bocadillo y algo de
beber.
桞ueno, viejo, cu閚tame, qu?tal
anda Fidel.
桺ues ya le ves, chico, anda ya
viejo, como todos nosotros. Pero ah?sigue. Y ah?
sigue el pa韘, metiendo el dedo en el ojo al
Jefe.
桵e parece fenomenal. Cuando te
vuelvas le das un abrazo de mi parte, 縱ale? Por
cierto, 縞髆o haces para estar tan joven, cabr髇?
緿ices que est醩 viejo? Por ti no pasa el
tiempo...
桱a, ja, ja, ja, no te lo cuento,
chico, que entonces me har韆s la
competencia.
桱a, ja, ja, ja, eres un cabronazo,
Norberto.
桝nda, anda... Bueno, qu?tal es la
vida ac? cu閚tame... Porque esto es todo un
refugio monta駉so. Y buena guardia te rodea, por
lo que veo.
椏Ac? Bueno, pasamos necesidad, ya
imaginas. Pero merece la pena, chico. Aunque nos
den fuerte, nosotros devolvemos. Merece la pena. Y
ves tanta gente ilusionada, y de tantas partes del
mundo... Lo malo es que yo debo llevar siempre
escolta de vigilancia, por si acaso. Pero bueno, a
todo se acostumbra uno.
桺or cierto, hablando de dar fuerte
y eso, de quien tengo noticias es del Dios, ya
imaginas.
桿mmm, s? claro, para eso est醩
aqu? qu?duda cabe. A ver, qu?quiere que nos
hagas llegar.
桞ueno, pues me ha estado hablando
durante horas de que esto es una apuesta personal
suya, que los milicos est醤 que trinan, que las
cartas al director de los diarios conservadores le
ponen de traidor para arriba... Pero que est?
dispuesto a llevar esto adelante, que merece la
pena.
桺ues mira, algo parecido me pasa a
m?tambi閚; claro, as?que, de entrada, que no
llore tanto. Imagina lo que significa sentarse con
los milicos a negociar para alguien a quien le han
matado a la mujer y a sus siete hijos, como tengo
muchos aqu? sin que NADIE haya movido un dedo
para castigar a los culpables. S髄o por ser
familia de guerrillero, que no estaban mezclados
en nada. Pero, en fin, creo que podemos hacer
algo. Mejor dicho, creo que debemos hacer algo,
por parte y parte. Aunque espero que no te hayas
pasado al enemigo, Norberto, no me vayas a joder.
Que de vez en cuando, ya has soltado por ah?cada
cosita...
桸o me jodas t? Stalin, eso no es
cierto. Yo no soy de ellos, co駉. 縍ecuerdas c髆o
閞amos nosotros, los que corr韆mos delante de la
polic韆, mientras ellos eran la polic韆 misma o
sus confidentes? No imaginas el temblor que me
entr?cuando acced?al Palacio
Presidencial.
桰magino,
imagino...
桽eguimos la reuni髇 durante cuatro
horas y media, y cen?con la guerrilla y compart?
con ellos la noche. Leyeron poemas, charlaron y
cantaron.
Hay mucho odio. Son m醩 los que
est醤 en contra del acuerdo que los que est醤 a
favor. Es f醕il odiar. M醩 f醕il que mirar
adelante. Las heridas son muy graves, aqu?han
pasado cosas muy fuertes. No terminar醤 hasta que
unos no masacren a otros. Y el 鷏timo, que apague
la luz. No le veo salida.
Art韈ulos en revistas nacionales y
extranjeras, recopilaci髇 de poemas de todo el
mundo a favor de la paz, conferencias en todos
sitios, Fidel hablando a favor de la paz a mi
lado, el Papa por otro lado, el presidente
estrech醤dome la mano en medio de campa馻s feroces
contra todos... En efectivo:
nada.
A veces tengo la sensaci髇 de que
fui yo quien mat?a Trotski. Hay se駉ras de misa
dominical que se santiguan al verme, y cuando
paso, miran mi espalda para ver si tengo el rabo
demon韆co que me delate. El comunista perverso. El
se駉rito intelectual que fanatiza a las masas
lanz醤dolas a una lucha que s髄o puede acabar con
ellas. El rojo de dise駉. El objetivo n鷐ero uno
de los paramilitares.
Y para los otros, el revisionista
que se ha hecho millonario con sus libritos, el
que era rojo y fue perdiendo color en el camino,
conforme se enriquec韆 con sus libros a costa de
nuestras ideas. El que empez?bien, pero se
aburgues?y ahora s髄o se codeaba con jefes de
Estado y hasta con el presidente de su naci髇. El
que predica, pero no con el
ejemplo.
Esto no tiene remedio. Y, claro, la
mano achicharrada es la m韆. Era previsible, por
otra parte.
En fin, creo que hice lo que pude.
Es m醩, creo que hice lo que deb?
hacer.
FIN