EL MEDIADOR

Antonio Jos? Quesada

 

 

  

N

o iba a ser tarea f醕il, pero, pese a todo, merec韆 la pena. En cualquier caso, era meter la mano en un barre駉 de agua caliente, y no hay que haber estudiado f韘ica para saber que la mano que saldr韆 achicharrada, en su caso, ser韆 la m韆.

縋or qu?no aprovechar mi posici髇 para intentar que hubiera paz, de una vez por todas? No comulgo con este Gobierno, creo que no tengo que explicarlo demasiado a la opini髇 p鷅lica, est?bien claro, pero 縫or qu?no apostar por la paz? Los seguidores del Gobierno siempre me han puesto del otro lado, del lado guerrillero, aunque yo s髄o fuera un escritor, un tipo que viv韆 de sus libros, aunque comprometido pol韙icamente. As?que pod韆 ser el momento tambi閚 de mejorar mi imagen en el pa韘 y de dejar de ser el terrorista intelectual que ellos pintaban. Aunque las amenazas de muerte de las guardias blancas paramilitares no terminar醤 nunca, de eso estoy seguro.

縋or qu?no intentarlo? Si este Gobierno, al que tantas veces he criticado y critico, me pide esta ayuda y me garantiza todo lo que he solicitado, 縫or qu?no hacer un favor a la paz? Mi ascendiente sobre los guerrilleros puede ser 鷗il: 縫or qu?no aprovecharlo?

Al mediador le llueven las tortas de todas partes. Siempre se le ve, un poco, como un ayudante de los otros que viene a arrancarte beneficios para ellos. Pero bueno, asumo el riesgo, qu?remedio. Pongo mi prestigio en juego, veremos a ver c髆o salimos todos de esta aventura.

C髆o estar?de mal la cosa que han acabado recurriendo a Norberto Frutos para mediar. Y en la c鷓ula del Estado Mayor del Ej閞cito, sin enterarnos. El Presidente es muy impulsivo a veces, 縩o?

梇a lo ves. Cuando todo el mundo sabe que Frutos es m醩 comunista que los guerrilleros mismos, joder. M醩 comunista que Stalin, 韓timo de Fidel, con domicilio en Cuba... Menudo curriculum tiene 揺l escritor? 梡ronunciadas, estas 鷏timas palabras, con desprecio? Si es que parecen tontos, co駉. Y todo para seguir recibiendo el dinero de Washington, que ve bien que el comunista este intervenga. Si es que ya no son como antes, 閟tos tampoco. Desde que cay?el muro, est醤 de un permisivo...

桾e digo una cosa: tener que esperar a ver qu?logra ese comunista de mierda ya es insultante.

桵ira, no s?d髇de vamos a llegar. Es como si quisieras llegar a alg鷑 tipo de acuerdo con Hitler y tomaras como mediador, para ello, a Goering. Si Norberto y Stalin eran colegas de juventud, si lo sabe todo el mundo, joder...

桝l presidente y a los mariconcillos que le rodean se les va a torcer el cuello de tanto mirar a Washington.

桽? pero cuando la guerrilla aprieta, se mean en los pantalones y tenemos que ir nosotros a sacarles las casta馻s del fuego.

Tengo inquietud por el momento en que me encuentre a Stalin Bigiavi. Ya su nombre es duro de digerir. De j髒enes, siempre pens醔amos que no se llamaba Stalin, que era su nombre de guerra. Pero era cierto, nos ense馻ba su carta de identidad y all?se le韆 bien claro: Stalin. Ya llevaba en los genes la lucha comunista, por lo que se ve (su padre era un dirigente de la Lombard韆, condenado a muerte por subversivo y exiliado en nuestra tierra). Curioso: su nombre de pila acab?siendo su nombre de guerra.

Compartimos mucho durante un tiempo: yo hac韆 Derecho, aunque me aburr韆 de tanto memorizar leyes injustas que, adem醩, ni se aplicaban, y 閘 hac韆 Ciencias Pol韙icas, aunque tambi閚 estaba m醩 tiempo fuera de clase que dentro. Tachaba de reaccionarios a la mayor韆 de sus profesores, discut韆 con ellos y luego me contaba sus andanzas. Estaba muy marcado en la Facultad. Trab?amistad con un par de profesores que ten韆n destellos progresistas, pero los mataron (al propio Stalin intentaron matarle en varias ocasiones). Eran a駉s duros, en los que nuestro actual presidente se dedicaba solamente a estudiar, seg鷑 ha comentado. Eso se lo he criticado mucho y 閘 no me lo ha perdonado, lo s? una vez escrib?que mientras 閘 se dedicaba a memorizar leyes en su mansi髇 y a ir aprobando sus asignaturas para llegar a ser abogado, nosotros est醔amos m醩 ocupados intentando traer la democracia a este pa韘.

Yo estaba ya harto de memorizar leyes recitadas por ineptos profesores de largos apellidos compuestos. Total, que Stalin y yo est醔amos m醩 tiempo en las cafeter韆s, cada uno a lo suyo, que en las clases. Yo escrib韆 ya relatos y alg鷑 versito de vez en cuando, para ganarme el t韙ulo de poeta, que val韆 m醩 que el de narrador, y 閘 dise馻ba revoluciones en todo el continente. Incluso escribi?a un joven que ya por entonces era muy conocido: Ernesto Guevara, que pasar韆 a la historia como el 揅he?y que quedar韆 atrapado en un retrato del que nunca pudo salir, pues era m醩 c髆odo eso que tenerle vivo enredando.

Hemos sido 韓timos, Stalin y yo. Aunque nos hemos dicho tambi閚 cosas muy duras, en privado y en p鷅lico. Espero que, hurgando un poco debajo de nuestras respectivas m醩caras, sepamos todav韆 encontrar a aquellos so馻dores desconocidos que compart韆n mesa en caf閟 para estudiantes y revoltosos, mientras los chicos de las grandes familias se preparaban en sus mansiones para ocupar en el futuro los puestos que alg鷑 d韆 les ceder韆n sus padres al frente de sus empresas, despachos de asesor韆 y del pa韘 mismo.

桟reo sinceramente que ya no es momento de pegar tiros, sino de organizar una izquierda pol韙ica que pueda hacer frente a esta panda de conservadores y liberales (o democristianos y socialdem骳ratas, seg鷑 la 閜oca) que nos gobiernan desde tiempos inmemoriales. Pero la guerrilla les legitima para actuar con mano dura, que es lo que en el fondo les gusta. Y la base para una izquierda aut閚tica puede ser la guerrilla, como ocurri?con el M-16, el Farabundo Mart?o el Frente Sandinista.

桽e駉r Frutos, es un honor reunirme con usted 梞e tiende la mano desde atr醩 del escritorio presidencial? Soy un gran lector de sus novelas, aunque le suene extra駉. 揈xtra駉 no, me suena a que he debido fracasar en algo? piensa ir髇icamente Frutos.

桬l honor es m韔, Sr. Presidente 梒omento, correcto? pero, por favor, ll醡eme Norberto, me siento m醩 c髆odo. Adem醩, hemos sido compa馿ros de Facultad, aunque en distintos cursos.

桵e parece bien, a condici髇 de que usted cambie el 揝e駉r Presidente?por Fulgencio, por favor 梒omenta con cordialidad, lo que despierta cierta simpat韆 en m?

桪e acuerdo, pero que no se entere mi amigo Fidel de que me tuteo con un Fulgencio, 縠h? 梒omenta sonriente.

桸o te preocupes, Norberto, que no se enterar? Con 閘 nunca he sido capaz de hablar m醩 que del tiempo, tanta es la intimidad entre nosotros 梤esponde ir髇ico, y la respuesta provoca un estallido de carcajadas en ambos.

桟omo dir韆n en Espa馻, Fulgencio, lo comido por lo servido.

桬fectivamente, ja, ja, ja, ja. Bueno, tomemos asiento, Norberto 梟os sentamos, uno a cada lado del escritorio? Como hoy es nuestra primera charla, te quiero agradecer, antes que nada, tu aceptaci髇 de la misi髇 閟ta y que te hayas desplazado desde La Habana para llevarla a cabo.

桭ulgencio, podemos no estar de acuerdo, dir韆 que no estamos de acuerdo en casi nada, pero creo que todos queremos que se acaben los tiros en este pa韘, 縱erdad?

桬st醩 en lo cierto, Norberto. Pero hay quien no te acepta como interlocutor en esta aventura. 縎abes lo que he tenido que luchar para que el Ej閞cito aceptara tu intervenci髇? Porque creo que debemos ir cerrando heridas, Norberto. Es claro que t?eres una persona comprometida con unas ideas y has tomado partido en bastantes ocasiones en contra de m? de mi partido y de la Iglesia a la que pertenezco. Eso te genera muchos odios entre la gente que me rodea, no te lo oculto. Tambi閚 yo me irrito a veces, pero, como presidente, no debo sentir esas pasiones. Tu amistad con Fidel, tu residencia en La Habana, tu simpat韆 hacia la guerrilla, poner tu prestigio en luchar contra nuestro gobierno... Todas 閟as son cosas que muchas personas de mi entorno no olvidan. Adem醩, los hijos de las v韈timas de los guerrilleros te ven como un terrorista m醩.

桞ueno, Fulgencio, tambi閚 yo tengo derecho a verte como el jefe 鷏timo de los escuadrones paramilitares, ya que tu gente los tolera y nadie les castiga. Y los hijos de los muertos de estas bandas tambi閚 tienen derecho a verte a ti como un terrorista de Estado. Peor, adem醩, que yo, que no tengo esa banda de colores en el pecho...

桻ue s? Norberto, que no vamos a poner los muertos sobre la mesa, que huelen mal. S髄o quiero decirte que tu presencia aqu?es una apuesta personal m韆, y aqu?te van a respetar y tratar correctamente s髄o para cumplir una orden m韆. Exclusivamente por eso, no lo olvides. Tengo varios militares que se niegan a darte la mano. Dicen que la tienes manchada de sangre y que, cuando te los presente, se cuadrar醤 y te saludar醤 militarmente para evitar cualquier otro tipo de saludo.

桺ues diles que me hacen un gran favor. He estado durante todo el viaje desde La Habana d醤dole vueltas a c髆o evitar dar la mano a los jefes de la represi髇, y ellos ten韆n ya la respuesta. Yo pensaba hacerles un gesto con la cabeza, sin m醩. Y estrechar la mano 鷑icamente a quien me la ofreciera. Pero ellos mismos me facilitan salir de la papeleta.

梇a ves c髆o est醤 las cosas. En fin, vamos a comenzar a estudiar la situaci髇 y lo que quiero que hagas llegar a Stalin. Vamos a ver...

Seguimos la reuni髇 durante cinco horas y media, con pausa de tres cuartos de hora para tomar un bocadillo y algo de beber.

桞ueno, viejo, cu閚tame, qu?tal anda Fidel.

桺ues ya le ves, chico, anda ya viejo, como todos nosotros. Pero ah?sigue. Y ah? sigue el pa韘, metiendo el dedo en el ojo al Jefe.

桵e parece fenomenal. Cuando te vuelvas le das un abrazo de mi parte, 縱ale? Por cierto, 縞髆o haces para estar tan joven, cabr髇? 緿ices que est醩 viejo? Por ti no pasa el tiempo...

桱a, ja, ja, ja, no te lo cuento, chico, que entonces me har韆s la competencia.

桱a, ja, ja, ja, eres un cabronazo, Norberto.

桝nda, anda... Bueno, qu?tal es la vida ac? cu閚tame... Porque esto es todo un refugio monta駉so. Y buena guardia te rodea, por lo que veo.

椏Ac? Bueno, pasamos necesidad, ya imaginas. Pero merece la pena, chico. Aunque nos den fuerte, nosotros devolvemos. Merece la pena. Y ves tanta gente ilusionada, y de tantas partes del mundo... Lo malo es que yo debo llevar siempre escolta de vigilancia, por si acaso. Pero bueno, a todo se acostumbra uno.

桺or cierto, hablando de dar fuerte y eso, de quien tengo noticias es del Dios, ya imaginas.

桿mmm, s? claro, para eso est醩 aqu? qu?duda cabe. A ver, qu?quiere que nos hagas llegar.

桞ueno, pues me ha estado hablando durante horas de que esto es una apuesta personal suya, que los milicos est醤 que trinan, que las cartas al director de los diarios conservadores le ponen de traidor para arriba... Pero que est? dispuesto a llevar esto adelante, que merece la pena.

桺ues mira, algo parecido me pasa a m?tambi閚; claro, as?que, de entrada, que no llore tanto. Imagina lo que significa sentarse con los milicos a negociar para alguien a quien le han matado a la mujer y a sus siete hijos, como tengo muchos aqu? sin que NADIE haya movido un dedo para castigar a los culpables. S髄o por ser familia de guerrillero, que no estaban mezclados en nada. Pero, en fin, creo que podemos hacer algo. Mejor dicho, creo que debemos hacer algo, por parte y parte. Aunque espero que no te hayas pasado al enemigo, Norberto, no me vayas a joder. Que de vez en cuando, ya has soltado por ah?cada cosita...

桸o me jodas t? Stalin, eso no es cierto. Yo no soy de ellos, co駉. 縍ecuerdas c髆o 閞amos nosotros, los que corr韆mos delante de la polic韆, mientras ellos eran la polic韆 misma o sus confidentes? No imaginas el temblor que me entr?cuando acced?al Palacio Presidencial.

桰magino, imagino...

桽eguimos la reuni髇 durante cuatro horas y media, y cen?con la guerrilla y compart? con ellos la noche. Leyeron poemas, charlaron y cantaron.

Hay mucho odio. Son m醩 los que est醤 en contra del acuerdo que los que est醤 a favor. Es f醕il odiar. M醩 f醕il que mirar adelante. Las heridas son muy graves, aqu?han pasado cosas muy fuertes. No terminar醤 hasta que unos no masacren a otros. Y el 鷏timo, que apague la luz. No le veo salida.

Art韈ulos en revistas nacionales y extranjeras, recopilaci髇 de poemas de todo el mundo a favor de la paz, conferencias en todos sitios, Fidel hablando a favor de la paz a mi lado, el Papa por otro lado, el presidente estrech醤dome la mano en medio de campa馻s feroces contra todos... En efectivo: nada.

A veces tengo la sensaci髇 de que fui yo quien mat?a Trotski. Hay se駉ras de misa dominical que se santiguan al verme, y cuando paso, miran mi espalda para ver si tengo el rabo demon韆co que me delate. El comunista perverso. El se駉rito intelectual que fanatiza a las masas lanz醤dolas a una lucha que s髄o puede acabar con ellas. El rojo de dise駉. El objetivo n鷐ero uno de los paramilitares.

Y para los otros, el revisionista que se ha hecho millonario con sus libritos, el que era rojo y fue perdiendo color en el camino, conforme se enriquec韆 con sus libros a costa de nuestras ideas. El que empez?bien, pero se aburgues?y ahora s髄o se codeaba con jefes de Estado y hasta con el presidente de su naci髇. El que predica, pero no con el ejemplo.

Esto no tiene remedio. Y, claro, la mano achicharrada es la m韆. Era previsible, por otra parte.

En fin, creo que hice lo que pude. Es m醩, creo que hice lo que deb? hacer.

  

FIN

   

 

Antonio Jos?Quesada S醤chez es doctor en Derecho e imparte clases de Derecho Civil en la Facultad de Derecho de la Universidad de M醠aga. Ha escrito y publicado varios libros de prosa y poes韆.

 

   

GIBRALFARO. Revista de Creaci髇 Literaria y Humanidades. A駉 III. N鷐ero 22. Julio-Agosto 2004. Director: Jos?Antonio Molero Benavides. ISSN 1696-9294. Copyright ?2004 Antonio Jos?Quesada S醤chez. ? 2004 EdiJambia & Departamento de Did醕tica de la Lengua y la Literatura. Facultad de Ciencias de la Educaci髇. Bulevar Louis Pasteur, s/n. Campus de Teatinos. Universidad de M醠aga. 29071 M醠aga.

 

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