esde hace casi dos siglos, los an醠isis que
desde la Medicina se ha hecho de la obra en
castellano m醩 universal han girado
fundamentalmente en torno al tipo de locura que
padec韆 su protagonista. Por su parte,
analizando la biograf韆 y vivencias del autor
del Quijote, podemos encontrar, a trav閟
de las p醙inas de la novela, la visi髇 humanista
que Cervantes ten韆 de la profesi髇 m閐ica. En
efecto; el autor cita mucho a los m閐icos a lo
largo de la obra, y, al contrario que sus
contempor醤eos, los trata con inusitado respeto,
tal vez por sus ascendientes familiares. Pese a
ello, no deja sin s醫ira las extravagantes
dietas de la 閜oca ni se corta en burlas contra
los ‘curanderos’ por sus falsos remedios.
El Quijote, el libro m醩 le韉o y la primera
novela moderna
El Quijote es el libro m醩 le韉o y aceptado por
los hispano
hablantes. En su origen, Cervantes lo concibi?
como un texto de entretenimiento. Pasa de la
iron韆 al sarcasmo y de ah?a la burla
descarnada: fue, y sigue siendo, un libro
eminentemente divertido. Sin embargo, los a駉s
depositados sobre sus p醙inas han hecho oscuras
algunas de sus bromas y secretas intenciones.
Se considera la primera novela moderna en
castellano. Todos los literatos, durante el
Renacimiento y el Barroco, se interesaban por la
ciencia; no hab韆 la r韌ida divisi髇 actual
entre estos conocimientos y los human韘ticos. La
totalidad de los intelectuales empleaban un
mismo lenguaje. La quiebra se produjo durante la
llamada “Revoluci髇 cient韋ica” que, si se suele
situar en el Barroco, comenz?durante el
Renacimiento con la obra de Vesalio, Cop閞nico y
Servet; continu?durante el siglo XVII con la de
Galileo, Newton, Harvey y la aparici髇 de
instituciones cient韋icas; se perfeccion?en la
Ilustraci髇 con Linneo o Lavoisier, y finaliz?
durante el siglo XIX con la tarea, entre otros,
de Koch, Pasteur o Claude Bernard. Una
revoluci髇 que tard?cuatro siglos en
concluirse.
Cervantes escribi?su Quijote a
principios del Barroco. Espa馻 comenzaba una
decadencia, todav韆 leve, pero fuertemente
sentida por los coet醤eos. Tanto 閘 como su
protagonista, Don Quijote, hab韆n vivido el
sue駉 imperial del reinado de Felipe II. En esa
閜oca, Espa馻 se convirti?en el para韘o de
tecn髄ogos y cient韋icos, como no pod韆 ser de
otra manera.
Cervantes, luego de decirnos que el suyo es s髄o
un libro para acabar con los de caballer韆s,
cuando define al caballero andante, lo hace
experto en Teolog韆, Jurisprudencia, Medicina y
hierbas medicinales, adem醩 de matem醫ico y
astr髄ogo.
Si el resto de los autores, m醩 o menos
contempor醤eos suyos, como Fernando de Rojas,
Quevedo, Antonio Torquemada y, en cierta manera,
Lope de Vega, emplean los conocimientos
cient韋icos con toda probidad acad閙ica,
Cervantes no lo hace as? Es bien conocida la
ausencia de estudios reglados en su curr韈ulo y
su voracidad lectora. Desde esa condici髇, su
postura ante el hecho m閐ico y cient韋ico es muy
moderna. No le interesa la obra de los eruditos,
pero tiene una gran informaci髇 sobre sus ideas.
Astrolog韆 y alquimia
Cervantes, como la mayor韆 de los escritores
antisupersticiosos de su 閜oca, principalmente
Pedro Ciruelo, distingue bien entre astrolog韆
—lo
que entender韆mos hoy como Astronom韆—,
dedicada a predecir los meteoros, e
imprescindible para el conocimiento de las
estaciones, el calendario y las 閜ocas de las
faenas agr韈olas, y la Astrolog韆 judiciaria
—lo
que hoy entendemos como Astrolog韆— a la que critica en el pasaje
del mono astr髄ogo. En Cosmolog韆 se muestra
seguidor de Ptolomeo. Aunque los historiadores
de la ciencia solemos mantener que Cop閞nico fue
bien recibido en nuestro pa韘
—exactamente por cuatro autores,
aunque tampoco muchos m醩 sab韆n leer y en el
siglo XVII se le introdujo en el 蚽dice
de libros prohibidos—,
el Quijote demuestra lo alejado de sus
principios con los conocimientos de las pocas
personas informadas. Como siempre, emplea las
nociones de Cosmolog韆 para la broma y la risa;
as? en el episodio del buque encantado, creen
haber atravesado el Ecuador y encaminarse hacia
las Indias Occidentales; Don Quijote se lamenta,
ante Sancho, de no estar en posesi髇 de un
astrolabio, mediante el cual podr韆 determinar
la altura solar. En el episodio del Clavile駉,
cuando Sancho se transforma en Don Quijote y Don
Quijote en Sancho, los duques les quieren hacer
creer que han volado por los espacios siderales.
Acogido a sus conocimientos cosmol骻icos, Don
Quijote deduce que o Sancho miente o Sancho se
enga馻, aunque, en este cap韙ulo, nos da una
muestra maravillosa de tolerancia y piedad para
con su compa馿ro y consigo mismo. Sabedor de que
Sancho pone en duda su aventura en la cueva de
Montesinos, le propone llegar a un acuerdo: “T?
crees lo de Montesinos y yo lo de Clavile駉, y
no se diga m醩”.
La alquimia era el conocimiento paradigm醫ico
sobre lo que hoy llamamos Qu韒ica. Estaba
compuesta de unas serie de saberes de
laboratorio o espag韗icos, y otros de tipo
m韘tico o psicol骻ico
—que han sido estudiados, entre otros,
por Jung—.
Cervantes conoce perfectamente su l閤ico, aunque
lo emplea de manera po閠ica. Esto no es raro en
la actualidad: Andr?Breton, Antoine Artaud y
los surrealistas lo vulgarizaron. En el siglo
XVII resulta m醩 llamativo. De aqu?surgen
algunas interpretaciones que hacen a Cervantes
adepto al ocultismo en Roma, y otras que han
querido interpretar el Quijote en clave
de la ‘gran obra de los alquimistas’. Tambi閚
hay otros que lo hacen en clave cabal韘tica…
Cansinos Assens, en La novela de un literato,
recogiendo las palabras del erudito Abraham
Yahuda, del primer tercio del siglo XX, escribe:
“Mire usted, eso del cervantismo es aqu?una
monoman韆 nacional… Todos esos cervantistas
est醤 algo toqu閟…
Vienen a ser como cabalistas de Oriente. Creen
descubrir en el Quijote cosas que nadie
ve sino ellos… y lo cierto es que no saben
nada”.
Tecnolog韆
Los molinos de viento y los batanes eran las
m醧uinas representivas de lo m醩 granado de la
tecnolog韆 renacentista. El llamado Rey Prudente
hab韆 sido muy amante y protector de todo tipo
de artefactos y “maquinarios”. Se hizo famoso el
ingenio para subir el agua del Tajo a Toledo; no
menos la ceca segoviana, transportada desde El
Tirol, pieza a pieza y servidor a servidor.
Ya Unamuno interpret?la carga de Don Quijote
contra los molinos como un ataque a la ciencia y
al materialismo. No s?#8230; Evidentemente, al
hidalgo le resulta molesto. Las m醧uinas
supon韆n el principio del fin de su mundo.
Sancho, la otra mitad de don Quijote, no su
antagonista, como supon韆 Don Miguel de Unamuno,
le sigue, advirti閚dole del delirio y, ante su
temor a los batanes, se r韊. Para Sancho, el
escudero, el agricultor, el muerto de hambre, la
tecnolog韆 supon韆 la esperanza de una vida
mejor, aunque tard?siglos en manifestarse.
Cervantes expone los sentimientos de ambos.
Medicina y terap閡tica
En el Quijote aparecen pocos m閐icos, un
boticario, de refil髇, y algunos cirujanos. Es
normal. Lo mejor de la acci髇 transcurre en
aldeas y despoblados; all?s髄o hab韆 cirujanos
romancistas
—que
actuaban a la vez de barberos y sangradores—
y algebristas
—a
quienes acude Sans髇 Carrasco cuando es
derrotado, la primera vez, por Alonso Quijano,
para curarse—.
Un m閐ico est?presente en su muerte.
Diagnostica fiebres cuartanas y melancol韆 como
causas del deceso, aunque a m?me parece que fue
una indigesti髇 de realidad. Aparece otro en la
韓sula para embromar a Sancho. 蓅te, Pedro Recio
de Tirteafuera (‘tirte fuera’ quer韆 decir, en
1605, ‘ete!’) es un esperpento, si se me
permite mencionar el t閞mino tantos siglos antes
de la escritura de Valle-Incl醤, con varios de
los estereotipos de la 閜oca; le impide comer a
Sancho, pero Cervantes no se preocupa de mirar
las dietas de Lobera de 羦ila o Francisco Nez,
suficientemente grotescas en s?mismas; se
inventa otras para hacernos re韗.
En la literatura contempor醤ea, los m閐icos son
extraordinariamente maltratados. No es de
extra馻r: su impotencia terap閡tica resultaba
pat閠ica y, pese a ello, no se rindieron,
siguieron cuidando a sus pacientes y recetando
esperanza. Cervantes los trata much韘imo mejor;
a los sabios, como a las Santas Escrituras o las
leyes reales, los pone sobre su cabeza. No en
vano era hijo de cirujano romancista y nieto de
m閐ico cordob閟, seg鷑 unos jud韔
—?/span>por
qu?no morisco?
—,
de donde podr韆 salir su pitorreo con el
supuesto traductor del Quijote.
La locura del protagonista
En el Quijote sobresale la locura del
protagonista. Su creador as?lo quiso. Pudo
inspirarse en Huarte de San Juan, quien
describ韆 un tipo en donde tanto la raz髇 como
el sentimiento permanecer韆n normales, pero no
as?la fantas韆; hay cientos de p醙inas escritas
sobre el tema. Incluso algunos pretenden
psicoanalizar ya no a un personaje hist髍ico,
sino a uno literario… u?dir韆 Yehuda! Parece
existir un cierto consenso sobre el car醕ter de
juego literario, bien estudiado por Torrente
Ballester, empleado para decir lo que le viniera
en gana sin demasiados peligros
—de ah?sus tard韆s semejanzas
y relaciones con la t閏nica de los erasmistas—.
Don Quijote sufri?una discreta locura, pero no
acab?en el manicomio, adonde lo llev?
Avellaneda.
Aparecen varias enfermedades
—s韋ilis, azogados, apopl閖icos,
tocados de viruela...—
y varios remedios. Don Quijote, el pobrecillo,
es apaleado desde las primeras p醙inas. Navokov
se ha sentido asombrado por la crueldad del
texto. La Barroca era una sociedad cruel. Si no,
l閍se el Discurso de mi vida, del
aventurero y espadach韓, amigo de Lope, Alonso
Contreras o los Piratas de Am閞ica, del
cirujano ingl閟 Alexander Oliver Exquemelin.
Para curarlo, Cervantes acude a los remedios
simples, el romero que le ponen los cabreros en
su oreja o los emplastos, del mismo simple
arom醫ico, aplicados por la Maritornes; serv韆n
de poco, lo mismo que los polif醨macos de las
boticas.
Su remedio por excelencia es el b醠samo de
Fierabr醩, el mecanismo de una inmensa y
desternillante broma. Seg鷑 la saga de
Carlomagno, Fierabr醩 habr韆 robado en Jerusal閚
los 髄eos de la unci髇 del cuerpo de Cristo: era
la reliquia de las reliquias. En primer lugar,
se burla de la credulidad de las novelas de
caballer韆, pues curar韆 todo, incluso cuando,
en la batalla, le partieran por la mitad; como
la s醫ira era demasiado para la Inquisici髇, se
olvida del car醕ter sacro y empieza a jugar.
Sancho le llama Feo Blas, con lo que de Fier de
Bras, “orgulloso de sus brazos”, pasa a
Fierabr醩 y de all?al Feo Blas. Don Quijote
proporciona una sencill韘ima receta a base de
romero, aceite, sal y vinagre; se r韊 de las
oraciones de los curanderos y de los f醨macos
pseudom醙icos de los boticarios y nos
proporciona alguno de los momentos m醩
divertidos de la novela.
El Quijote puede leerse del principio al
fin, del fin al principio, o escogiendo algunos
cap韙ulos. No es la Biblia; todos los
textos han de emplearse para nuestra finalidad.
Si uno es sanitario, quiere divertirse, pasarlo
bien, reflexionar un poco y perfeccionar el
castellano, puede empezar por leer todo lo
referente al b醠samo del bueno de Feo Blas, o lo
relativo a las dietas a que le somet韆 el m閐ico
de los duques a Sancho en la 韓sula Barataria.
Cuando huyen de all? le recuerda don Quijote:
“La libertad, amigo Sancho, es el m醩 preciado
don de los seres humanos”. Tampoco, ahora yo,
digo m醩.
Art韈ulo publicado en la revista
digital
EL M蒁ICO INTERACTIVO, N.?/span>
1576, Febrero de 2006.