SUR
& ABC|Jueves, 2 de
junio de 2006
ocío Jurado falleció en su casa de Madrid a las 5.15
horas de la madrugada de ayer.
La artista, que llevaba días
semiinconsciente, entró en coma
profundo el pasado miércoles,
en lo que ya se preveía como el
desenlace fatal de la lucha que
mantenía desde hace casi dos
años contra el cáncer de
páncreas. La muerte le
sorprendió «tranquila, sin
grandes angustias y rodeada de
los suyos, como había
deseado». Así lo expresó su
hermano, Amador Mohedano, poco
después del fin. Hoy, a mediodía, será
enterrada en el
cementerio municipal de su
Chipiona natal, tras una misa a
las doce en el santuario de
Nuestra Señora de Regla.
La
muerte la encontró peleando
Si no la más grande, ella ha sido la de la voz más
potente, la prima donna
de las folclóricas. Con su timbre operístico, sus ampulosos trajes de noche
y su melena de fuego, Rocío
Jurado, cantando, defendía el
territorio escénico como una
fiera. Cuando le tocaba hablar
ante una cámara, rebajaba mucho
el tono y gesticulaba
elegantemente con sus bellas
manos de dedos largos y uñas
esmaltadas, tratando de ocultar,
tras un velo de finura, toda la
pasión que llevaba dentro. La
Jurado siempre fue un volcán,
hasta en el modo de enfrentarse
a su enfermedad. Con un coraje
ejemplar, optó por luchar a
brazo partido contra ella. Y aunque el
enemigo le ha ganado la batalla,
la muerte la encontró peleando.
Unos
datos biográficos
María del Rocío Trinidad
Mohedano Jurado nació el 18
de septiembre de 1944 en
Chipiona (Cádiz). Vino al mundo
en una improvisada escuela de
canto, porque sus padres,
Fernando Mohedano, zapatero de
profesión, y Rosario
Jurado, ama de casa, eran dos
portentos del flamenco, aunque
nunca se dedicaron a la canción
profesionalmente.
Rocío era la
mayor de tres hermanos. Los
otros dos, Amador y Gloria, han
permanecido siempre cerca de
ella. Amador ha sido su
representante y en Gloria se
inspiró para ponerle nombre a
su hija adoptiva, Gloria Camila.
Y es que la chipionera no concebía
la vida lejos de los suyos: son
«mi gente», como se dice en el
Sur. La familia y la canción, y
su idolatrada Virgen
de Regla fueron sus tres
principales pasiones.
Rocío
estudió en dos colegios. En uno
de ellos, en “La divina
Pastora”,
colegio
religioso de monjas de Chipiona,
fue donde
aprendió a cantar desde muy
niña. A la joven Rocío le gustaba mucho la
música clásica, pero lo que
ella más amaba era el flamenco
y las coplas, esas canciones
populares que tan a menudo oía cantar
en casa. Su primera presentación en
público tuvo lugar en una obra
que se representó en su colegio. Tenía ocho años.
«La
Niña de los Premios»
En
1958, con apenas 14 años,
logra su primer premio en
Radio Sevilla, en un programa de
canto de coplas que se
transmitió desde el teatro
Álvarez Quintero de Sevilla. El
premio fue 200 pesetas, una
botella de gaseosa y un par de
medias.
A Rocío le llegaron a llamar “La Niña de los
Premios”, ya que ganaba
todos los premios de las
emisoras de radio en que
participaba. Pero su ambición no era
seguir viviendo de los premios
de la radio. Ella quería volar
mucho más alto que las gaviotas
que vuelan sobre las crestas de
las olas del mar de su
Chipiona.
Cuando
sólo contaba 15 años, una gran pena
rasga el corazón de Rocío:
muere su padre. Económicamente,
la familia no quedó bien
parada, así que Rocío y su familia se
fueron a vivir a casa de la abuela. Rocío fue
zapatera y trabajó en la
vendimia por un jornal, pero, en
el fondo, ella sabía que lo suyo
era cantar, cuando podía
participaba en los concursos que
convocaba Radio Sevilla con el
patrocinio de alguna firma
comercial importante.
No
fue un camino de rosas
La trayectoria profesional de Rocío, igual que la
personal, nunca fue un camino de
rosas. Rocío soñaba con
ir a Madrid para darse a
conocer y hacerse una artista de
las grandes, pero
tuvo problemas con su abuelo. El
hombre pensaba que el mundo de los
artistas era medio oscuro,
promiscuo; que los artistas son gente de mala vida, y no le dio permiso
para ir.
Dando cuenta de un fuerte
carácter que luego se
convertiría en su santo y
seña, Rocío se declaró en
huelga de hambre y así estuvo
10 días, hasta que su abuela se
decidió por intervenir a favor
de la nieta. Su
abuelo cedió y le dio 8.000
pesetas a su madre para que
Rocío emprendiese el viaje de sus
sueños. Pero nada más llegar a Madrid, ambas pillaron un
fortísimo catarro que las
obligó a guardar cama varias
semanas y casi las
envía de vuelta a Chipiona.
Rocío creía que, al
llegar a Madrid y al escucharla
cantar, todo sería como una
varita mágica, pero no contaba
ella con los obstáculos que le
esperaban. Los días pasaban y el poco dinero
que tenían se les estaba
agotando. Fue entonces cuando
Rocío se acordó de una señora
madrileña que había conocido en su pueblo
y que siempre le decía que, cuando fuera a Madrid,
la llamase, que ella la
ayudaría.
Concha Fernández, que así era
el nombre de esta señora, la presentó a las
grandes figuras del flamento de
la época, como la Niña de los
Peines, Manolo Caracol y Pastora
Imperio, quienes,
al escucharla cantar, quedaron
prendados de aquella joven
promesa, hasta el punto de que
decidieron contratarla en su tablao
“El Duende”, donde
la joven chipionera pronto empezó a despuntar. Como Rocío era menor de
edad, tenía que vestirse con
ropa que la hiciese verse mayor,
ya que entonces no permitían
trabajar a los menores en los
espectáculos.
Su
encontronazo con Concha Piquer
Por
este tiempo, Rocío recibió
un desaire de quien menos lo esperaba. Ella admiraba a la
entonces “Señora de la
Copla”,
a Concha Piquer. Un día, Rocío
fue presentada a “Doña
Concha”, ante
la cual Rocío cantó dos temas
suyos: Mañana sale y Romance de
valentía,
y
la Piquer, como un jarro de agua fría, le dijo:
«Tú vas a llegar muy lejos con esa linda cara dura que
tienes», y, déspotamente, le echó en cara que nadie,
ni siquiera artistas ya
consagradas, se habían atrevido
a cantar sus canciones y que
Rocío tenía la desfachatez de
hacerlo en su cara. Todas estas
palabras calaron en Rocío en lo
más profundo de su ser. Sin embargo... ¿intuía ya la
Piquer que aquella jovencita de
largas piernas y voz
potentísima iba a moverle el
sillón?
Sus
primeros triunfos
En
1968 fue seleccionada como Lady
España y, el año siguiente, gana el tercer puesto
en el certamen de Miss Europa, celebrado
en Italia. Este
mismo año, en 1969, el éxito le llegó a
través del espectáculo
Paso Doble, que puso en
cartel el maestro Solano en el
teatro de la Zarzuela, en Madrid.
Éste le proporcionó sus
primeros éxitos con canciones
como Un rojo clavel y Tengo
miedo, canciones que
hasta los niños de entonces,
con tener poco de folclóricos,
nos quedábamos extasiados ante
tanto poderío.
También
el Séptimo Arte se hizo eco del
bien hacer de Rocío, y así
debutó con Manolo Escobar en la
película Los
guerrilleros
(1962), a la que siguieron Proceso
a una estrella (1966), En
Andalucía nació el amor
(1966), Lola la Piconera,
basada en la obra de José
María Pemán
y rodada para TVE en 1970; Una
chica casi decente (1971), La
querida (1976), El amor brujo
(1986), aunque quizá
el éxito de su
carrera musical y sus múltiples
compromisos no le dejaron
mucho tiempo para triunfar
también como actriz del
celuloide.
Sus dos últimos títulos fueron
Sevillanas (1992) y La
Lola se va a los puertos
(1993). También
llevó al teatro Cancionera, y
en
Argentina, Rocío rodó una
serie de películas, algunas de
ellas para la televisión, que
no llegaron nunca a exhibirse en
nuestras pantallas, ni siquiera
en Televisión Española.
Cuentan títulos como La
zapatera prodigiosa, un
musical sobre la obra de
Federico García Lorca; De
Madrid al cielo, Lola
Montes y Aquellos tiempos,
película por la que fue
nominada como mejor actriz al
premio “Martin
Fierro”, uno de los máximos
galardones que se otorgan en el
cine de aquel país.
Lejos de España.
Por esta película, Rocío fmás importante que se
otorga en el cine de Argentina.
Rocío
y Pedro
Rocío
aumentó su fama casándose en
1976 con una gloria nacional: el
campeón mundial de boxeo, de
peso Welter, Pedro Carrasco. Al
cabo de un año nació su única
hija biológica, que más tarde
sería conocida, a su pesar,
como Rociíto. Por esa época,
la cantante recibió otro duro
golpe. Su madre murió de
cáncer de páncreas. «Lo que
se llevó a tu abuela, ahora me
quiere matar a mí», le
confesaría años después la
cantante a su hija, al conocer
su enfermedad. No se equivocaba.
Pero
en los años ochenta, aún faltaba mucho
para eso. Fogosa y desinhibida,
la Jurado, que en el cine hizo
de guerrillera, de zapatera
prodigiosa y de Lola la
Piconera, sorprendió una vez
más llevando la fiebre del
destape al mundo de la copla.
Ella fue la primera que cambió
la bata de cola por el traje de
noche. La única que se atrevió
a lucir en los platós
televisivos escotes tan
generosos que apenas podían
contener una delantera aún más
sobresaliente que su voz. Así
vestida, o mejor, desvestida,
tenía el cuajo de cantar cosas
como: «Hace tiempo que no
siento nada al hacerlo
contigo...», o también: «Se
nos rompió el amor de tanto
usarlo». Y así debió de
ocurrir en su matrimonio, porque
en 1989 se separó,
civilizadamente, de Pedro
Carrasco.
Del
boxeador al torero
Tres
años después, en 1992,
mientras representaba el
espectáculo Azabache, en
la Expo de Sevilla, Rocío se
enamoró de José Ortega Cano.
De un boxeador, pasó a un
torero. El amor le llegó «Como
una ola», igual que su
canción, pero como una ola de
varios metros de altura. En
cuanto logró la nulidad,
volvió a casarse por la
Iglesia.
Cuando
Rocío supo que tenía cáncer,
en verano de 2004, la mala racha
mediática ya había pasado. Su
hija mantenía una relación
estable con Fidel Albiac y
vivía alejada de los turbios
negocios del ‘corazón’. Sus
dos hijos menores crecían
sanos, y su marido, incapaz de
retirarse del todo, cada vez
toreaba menos. Los dos estaban
muy ilusionados porque su finca,
La Yerbabuena, empezaba a ser
explotada como escenario de
banquetes y celebraciones.
Llamó
al cáncer por su nombre
La
noticia de la enfermedad fue un
mazazo. Convocó a la prensa,
llamó al cáncer por su nombre
y anunció que estaba dispuesta
a luchar. Y comenzó una
peregrinación a Houston, con la
misma fe y alegría con la que
acudía al Rocío. Ese gesto de
valentía y coraje animó a
muchos enfermos y contribuyó a
restaurar su imagen. Ahora era
por unanimidad, “la más
grande”, como se titula uno de
sus discos más recientes y
polémicos, por lo osado del
título.
Nunca
estuvo sola
Mucho
más delgada, pero con excelente
imagen, Rocío reapareció por
última vez en televisión en
diciembre, en un emotivo
concierto y en una entrevista
realizada por Jesús Quintero.
«No estoy curada, pero sí
dispuesta a seguir adelante»,
dijo al Loco de la Colina. Fue
su último y quizá más sincero
testimonio. En él confesó que,
antes de la primera y larga
operación, tuvo terror a morir
sola, sin poder despedirse de
los suyos. Pero Rocío no ha
estado sola, como temía, porque
sus seres más queridos [y
España entera] la han rodeado
en todo momento, en Houston o en
Madrid, para que ella pudiera
sentirlos, hasta el último
suspiro, a su lado.
Rocío,
en Chipiona
El
santuario de la Virgen de Regla
de Chipiona (Cádiz),
que se encontraba repleto de
gente, acogió la capilla
ardiente con los restos mortales
de Rocío Jurado, y se cerró al
público a las diez de la
mañana, tras haber permanecido
abierto durante toda la
madrugada y recibir la visita de
miles de personas.
Tras
el funeral, que fue oficiado por
el obispo de Jerez, Juan del
Río, el féretro, cubierto por
las banderas de Andalucía y de
España, abandonó el santuario
a hombros de familiares poco antes de las 13.00
horas, con dirección al
cementerio donde recibirá
sepultura.
Entre
los familiares que portaban el
féretro, destacaba, en un
primer término, José Ortega
Cano, viudo de la cantante, y su
hermano y representante Amador
Mohedano, quienes pudieron
comprobar el atronador aplauso
con que las miles de personas
que rodeaban los alrededores del
santuario daban su último
adiós a la tonadillera más
conocida, a “La
Más Grande”,
a Rocío Jurado.