SUR|M醠aga, 17 de febrero de 2006
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Konrad
Kujau, el falsificador
alem醤, presentando los
diarios falsificados de
Hitler en 1984. |
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l cumplirse los 25 a駉s de la m醩 notoria y
espectacular falsificaci髇
hist髍ica, cuando en febrero de
1981 fueron hallados los
presuntos diarios de Hitler, es
buena ocasi髇 para revisar
algunos de los fraudes
documentales m醩 notorios de
los 鷏timos cien a駉s, por no
mencionar algunos m醩 antiguos
como los que dieron lugar al
llamado 玹ubalismo? que
pretend韆 un origen m韙ico
para Espa馻 como naci髇 merced
a un pretendido rey T鷅al,
nieto de No? que propiciar韆
fantas韆s vasco-iberistas para
dar un soporte falsamente
leg韙imo al nacionalismo vasco
de Sabino Arana, a partir del
libro de Andr閟 de Poza De
la antigua lengua, poblaciones y
comarcas de las Espa馻s (1587),
cuyas fantas韆s son sabiamente
desmontadas, no sin sarcasmo,
por Julio Caro Baroja en su obra
fundamental Las
falsificaciones de la Historia
(1996).
Antes de entrar en las m醩 llamativas, por lo populares,
falsificaciones hist髍icas del
siglo XX, que no ser韆n sino
los diarios falsos de Jack el
Destripador y de Adolf Hitler,
conviene hacer un recorrido por
otras que, si no tan conocidas,
s?han producido a veces da駉s
de gran alcance.
Mentiras
antisemitas
Los autores del exterminio de los nazis hacia el pueblo
jud韔 justificaban sus actos
citando el libro Protocolos
de los sabios de Si髇, que
sigue siendo el credo, junto al
autocomplaciente y delirante Mein
Kampf, para los neonazis, y
para no pocos fan醫icos
islamistas, que siguen creyendo
la mentira, ya desmontada pieza
por pieza por los historiadores,
de esta presunta obra an髇ima
seg鷑 la cual un grupo de
sabios hebreos trazaban un plan
para adue馻rse del mundo. Algo
as?como una obra de Dan Brown
pasada por la esv醩tica antes
de que los nazis surgieran.
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Algo similar consigui? Max Aub en 1971 con su novela Vida
y obra de Luis 羖varez Petre馻. |
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En concreto, este libro, que se sigue imprimiendo para
uso de exaltados, apareci?por
entregas en un diario ruso en
1903 bajo el t韙ulo Programa
para la conquista del Mundo por
los jud韔s. Basado en una
obra historiogr醘ica del
cl閞igo franc閟 Barruel sobre
el jacobinismo, y en la novela Biarritz
del alem醤 Hermann Goedsche y
empapada del antisemitismo que
propici?las grandes matanzas
de jud韔s en las d閏adas
finales de ese siglo, la
autor韆 de esta falsificaci髇
pertenece al agente zarista
Sergu閕 Nilus. El resultado, a
la larga, se convertir韆 en 6
millones de muertos, adem醩 de
tantos jud韔s perseguidos antes
y despu閟 de la Segunda Guerra
Mundial.
El
Necronomic髇
No todas las falsificaciones han sido tan nocivas, ni
buscado intereses pol韙icos ni
econ髆icos. Entre las
inocentes, pero inquietantes,
est?el celeb閞rimo Necronomic髇,
o Libro de los nombres
muertos, invenci髇 de uno
de los padres de la literatura
de terror y fant醩tica moderna,
H. P. Lovecraft, que menciona
por vez primera esta obra en
1922, atribuy閚dola a Abdul al-Hazred,
揺l Ciego? autor persa de
hacia el a駉 700.
Esta obra, capaz de hacer comparecer a los demonios y
destruir el mundo, ha sido
buscada por legi髇 de
admiradores de Lovecraft, y
hasta se han reproducido
p醙inas de antiguas ediciones
(se habla de una versi髇 griega
impresa en Italia en el siglo
XVI, y de una edici髇 inglesa
de 1571 traducida por el mago
John Dee).
Fichas catalogr醘icas de este libro perdido han sido
halladas en la Biblioteca
Nacional de Francia y en la
British Library de Londres, pero
se debe m醩 a bromas de
eruditos que a la existencia,
nunca comprobada, de la obra.
Resultado de lo sugerente del
libro es que se han editado
diversas versiones del libro,
todas espurias, en las 鷏timas
d閏adas. Lovecraft, con su
mirada extra馻 y magn閠ica,
sonreir韆 siniestramente al
comprobar el resultado de su
invenci髇.
El escritor espa駉l, m醩 tarde nacionalizado mexicano,
y cosmopolita, desarraigado y de
or韌enes franceses y alemanes,
jud韔 y republicano, es en
Espa馻 el maestro de este
g閚ero de la falsificaci髇.
Pero no es un falsificador. De
hecho, a su obra m醩 conocida
adscribible al g閚ero, Jusep
Torres Campalans (1958) fue
considerada siempre por su autor
como una novela, aunque se trate
de una h醔il biograf韆,
profusamente ilustrada con
fotograf韆s y obras de
Campalans, de un olvidado autor
de la vanguardia pl醩tica
espa駉la, mezcla de Picasso y
de Juan Gris, y que no tard?en
ser cre韉a cierta, hasta el
punto de que el inter閟 por la
obra de Campalans (realmente
hecha por Max Aub) no tard?en
despertar el inter閟 de
coleccionistas, galeristas y
museos.
Algo similar consigui?Aub en 1971 con su novela Vida
y obra de Luis 羖varez Petre馻,
que recoge los avatares y textos
de un escritor de tal nombre con
tal verosimilitud que s髄o la
palabra 玁ovela?sobre la
portada de la primera edici髇
alertaba al lector que se
encontraba ante otro juego
literario del autor nacido en
Par韘 en 1903.
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Similar
tambi閚 es el caso de Garc韆 M醨quez. El poema circul? por las emisoras de radio
colombianas en 1996 y por
Internet con el t韙ulo
de La
marioneta de trapo. |
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Quiz醩, de las falsificaciones recientes m醩 exitosas
sean las atribuidas a Jorge Luis
Borges y a Gabriel Garc韆
M醨quez, ambas en forma de
poemas en los que ambos autores,
conscientes de la cercan韆 de
玪a postrera sombra que me
llevare el blanco d韆? en
verso memorable de Quevedo,
recapitulan sobre su vida. En el
caso de Borges, el poema,
titulado Instantes,
comienza con ?span style="font-size:11.0pt;
mso-bidi-font-size:10.0pt;font-family:"Book Antiqua";mso-fareast-font-family:
"MS Mincho"">Si pudiera vivir nuevamente mi vida. / En la pr髕ima
tratar韆 de cometer m醩
errores. / No intentar韆 ser tan perfecto, me relajar韆 m醩. / Ser韆 m醩 tonto de lo que he sido, de hecho / tomar韆 muy pocas cosas con seriedad.?/span>
En todo caso, se trata de una pieza mediocre, sin
afinidad ninguna con el
esp韗itu ni el estilo del autor
argentino, aunque se publicara
en 1989 en la muy prestigiosa
revista mexicana Plural,
y debida a la pluma de la
norteamericana Nadine Stair, que
lo public?en prosa en ingl閟
en 1978 (ocho a駉s antes de la
muerte de Borges), con el
t韙ulo Si tuviera que vivir
nuevamente, y que es casi
una versi髇 exacta, previa y
norteamericana, del ap骳rifo.
As?pues, enigma borgiano
resuelto.
El
caso de Gabo
Similar es el caso de Garc韆 M醨quez. El poema circul? por las emisoras de radio
colombianas en 1996 y por
Internet. Titulado La
marioneta de trapo,
comenzaba diciendo 獿o dice una
marioneta de trapo: / Si por un
instante Dios se olvidara de que
soy una marioneta de trapo, y me
regalara un trozo de vida,
posiblemente no dir韆 todo lo
que pienso, pero, en definitiva,
pensar韆 todo lo que digo. /
Dar韆 valor a las cosas, no por
lo que valen, sino por lo que
significan...? En fin, algo
muy apropiado para lectores de
Jorge Bucay o de Paulo Coelho.
No fueron pocos los que lo creyeron obra del Nobel
colombiano, enfermo de c醤cer,
en la opini髇 de que se trataba
de otro adi髎 a la vida. La
autor韆 no tard?en
desvelarse: se trataba de Johnny
Welch, un ventr韑ocuo que
incluy?ese poema, en el mismo
1996, en su libro Lo que me
ha ense馻do la vida. La
reacci髇 de Gabo al poema se
concentra en una frase de una
entrevista: 獿o que me mata es
que crean que escribo as砘.
縔
Jack el Destripador?
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Mientras que la falsedad del diario de Hitler est?m醩
que demostrada, sigue
discuti閚dose la del presunto
diario de Jack el Destripador. |
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Para terminar esta galer韆 de desprop髎itos y enga駉s,
examinemos someramente dos
diarios falsos. El 18 de febrero
de 1981, el escritor Gerd
Heidemann ofreci?a un grupo
editorial alem醤 62 vol鷐enes
de unos diarios manuscritos de
Hitler encontrados entre los
restos de un avi髇 derribado en
la Segunda Guerra Mundial.
Aunque los primeros peritos los
dieron por falsos, la editora
decidi?apostar por su
autenticidad y pagarle a
Heidemann dos millones de
d髄ares. El magnate de la
prensa Rupert Murdoch compr? los derechos, a su vez, por
3.750.000 d髄ares en 1983 y
contrat?a Hugh Trevor-Roper,
serio historiador del nazismo,
para que los autentificara. Y el
historiador mordi?el anzuelo.
Dos semanas despu閟 de que la
revista Stern publicara
la primera entrega de los
diarios con el art韈ulo de
Trevor-Roper que les daba
credibilidad, los expertos
cient韋icos hallaron por la
composici髇 qu韒ica de los
productos usados que su
elaboraci髇 era posterior a
1945. Heidemann no tard?en
confesar: el falsificador era
Konrad Kujau. En 1985 los dos
urdidores fueron condenados a
cuatro a駉s de prisi髇 por
estafa.
Mientras que la falsedad del diario de Hitler est?m醩
que demostrada, sigue
discuti閚dose la del presunto
diario de Jack el Destripador,
seg鷑 el cual el asesino y
diarista era James Maybrick, un
comerciante de algod髇
asesinado por envenenamiento por
su esposa en 1989, un a駉
despu閟 de los cr韒enes de
Jack. El 慸escubrimiento?se
hizo en 1992. Cre韉o como
cierto, los expertos cal韌rafos
de Scotland Yard no tardaron en
dictaminar que la letra hab韆
sido alterada con florituras
victorianas. Tambi閚 se puso en
duda el tipo de tinta. Y
tambi閚 hab韆 contradicciones
de detalle con los hechos del
Destripador.
Finalmente, en el a駉 1995, el hombre que apareci?como
el descubridor del diario de
Maybrick, un comerciante del
metal llamado Michael Barrett,
admiti?que 閘 y su mujer Anne
falsificaron el diario. Su
actual propietario sigue
batallando, en diversos libros y
contra toda esperanza, por la
autenticidad de su posesi髇. Y
es que el que no se enga馻 es
porque no quiere.