as c醡aras legislativas o los parlamentos son
los aut閚ticos centros donde se enfrentan las
prerrogativas de los distintos grupos de la
comunidad en los Estados
liberal-democr醫icos[1]. As? este proceso de
resoluci髇 de los conflictos propios de la vida
comunitaria comienzan con la audici髇 de las
propuestas, ya sean originadas por los partidos
pol韙icos, el ejecutivo o los mismos ciudadanos,
para, a continuaci髇, discutir el nuevo proyecto
en un proceso de doble lectura con un primer
di醠ogo en el seno de las distintas comisiones
asamblearias y su consiguiente deliberaci髇 de
plenario de la c醡ara para su aprobaci髇, su
rechazo o su enmienda.
A este respecto, la fundamentaci髇 de la
aprobaci髇 o el rechazo de una propuesta tiene
un car醕ter claramente legitimador[2], lo que se
interpreta como la aceptaci髇 o la denegaci髇 de
un proyecto legislativo que se adapta o
pervierte los principios de la sociedad
representada, respectivamente. En este sentido,
el lenguaje pol韙ico juega un papel fundamental
en los procesos de deliberaci髇 de los
conflictos en las c醡aras legislativas, con unas
caracter韘ticas y una configuraci髇 distinta a
la que algunos autores[3], sesgados por la
visi髇 del fen髆eno pol韙ico en los medios de
masas, otorgan al lenguaje pol韙ico de los
discursos proyectados desde los medios de
comunicaci髇 audiovisuales.
Por ello, la misi髇 de conocer las
singularidades adoptadas por el lenguaje
pol韙ico en los debates plenarios, tanto de una
c醡ara nacional como de una c醡ara local[4], es
necesario tomar la definici髇 de otros autores
como L醶aro Carreter y Rodr韌uez D韊z que
conciben esta modalidad como un lenguaje
sectorial. As? para comprender la problem醫ica
del discurso pol韙ico en el seno de los 髍ganos
legislativos, cabe establecer este lenguaje de
los parlamentarios como el lenguaje sectorial
usado por los representantes pol韙icos con el
objeto de argumentar, demostrar, refutar y
consolidar las distintas posturas adoptadas por
ello durante un debate plenario concreto en
torno a una propuesta legislativa para obtener
el resultado final, ya fuere una aprobaci髇 o
una denegaci髇 de la propuesta discutida, lo que
podemos denominar como lenguaje legislativo[5]
en cuanto que es la modalidad, integrada en el
lenguaje pol韙ico, de la lengua empleada en las
deliberaciones asamblearias.
En un principio, antes de entrar en el
establecimiento de las distintas caracter韘ticas
de este lenguaje pol韙ico en el contexto de los
髍ganos colegiados, ser韆 preciso advertir, como
se menciona anteriormente, de la existencia de
dos deliberaciones diferenciadas, las efectuadas
en el seno de las comisiones parlamentarias y
las realizadas en el pleno de la c醡ara. As?
las primeras guardan las mismas caracter韘ticas
que las segundas con la diferencia del marcado
uso del lenguaje t閏nico que adoptan las
primeras debido a la naturaleza especializada en
la que se desenvuelven dichos debates, pues
estas divisiones parlamentarias est醤 compuestas
por representantes pol韙icos competentes en sus
respectivas materias. De ah?que el lenguaje
t閏nico predomine, o bien se combine, con los
rasgos del denominado lenguaje legislativo en el
interior de los debates de las comisiones
asamblearias.
Por tanto, para definir la configuraci髇 de la
lengua empleada por los miembros de los grupos
pol韙icos en las c醡aras legislativas es preciso
apuntar una serie de cuestiones causantes de
estos rasgos desde la politolog韆. En primer
lugar, se trata de di醠ogos entre miembros de un
mismo argot o lenguaje especial. De lo que se
desprende, a continuaci髇, que su deliberaci髇
es cerrada y est?dirigida a reforzar y contener
actitudes hacia ellos mismos, pero no, al menos
en primera instancia, con objeto a los
ciudadanos.
Consiguientemente, el lenguaje pol韙ico empleado
en las c醡aras o el lenguaje legislativo
atendiendo a las condiciones del contexto en que
se resuelve, tendr韆 las siguientes
caracter韘ticas:
Cripticismo:
el lenguaje empleado toma uno de los mayores
grados de oscurecimiento y ambig黣dad para el
destinatario o la audiencia, ya que el
interlocutor manifiesta su postura de la
propuesta discutida desde la ideolog韆 de su
partido, del que considera su representante o de
su punto de vista propio. Generalmente, los
mandatos imperativos[6] hacen que este lenguaje
se codifique sobre la base de las prerrogativas
del partido pol韙ico del que forma miembro dicho
parlamentario.
Eufemismos:
los parlamentarios emplean construcciones
eufem韘ticas para esconder o refutar las
cr韙icas vertidas por la oposici髇. As? los
significados de la ideolog韆 representada
disfrazan y matizan los aspectos negativos o
despectivos del objeto deliberado.
Disfemismos:
este recurso consiste en el uso consciente del
concepto interdicto en el modo m醩 directo
posible, de forma que el incremento de la
connotaci髇 negativa de una propuesta adquiere
una presencia constante en los debates
parlamentarios para aumentar la refutaci髇 o la
contraargumentaci髇 de una desventaja
cuestionada en dicho objeto.
Lo pol韙icamente correcto representa los
par醡etros lim韙rofes[7] de los t閞minos que
van a emplearse, ya que se dise馻 un lenguaje
adaptable a los valores imperantes en el seno de
la ciudadan韆 y de la sociedad. Por ello,
establece una frontera entre las posibles
palabras que se van a emplear y aquellas otras
que son necesariamente prescindibles.
Deformaci髇 del significado por el empleo
recurrente del eufemismo, el disfemismo y el
lenguaje pol韙icamente correcto por parte de las
ideolog韆s representadas.
Aumento de los ensalmos, plegarias, ruegos y
palabras enervantes con una manifiesta
finalidad de conseguir acaparar la atenci髇 de
la audiencia parlamentaria y de los ciudadanos.
Empleo de tecnicismos en aquellos
di醠ogos en los que se hace necesario debatir
sobre los aspectos singulares de la propuesta
deliberada.
Cultismos:
las citas literarias y los aforismos son
empleados cuando el pol韙ico busca adoptar una
postura superior por encima de sus rivales
parlamentarios.
Lenguaje totalitario[8],
marcado por la estereotipaci髇 y la funci髇
apelativa dirigida a recaudar la reafirmaci髇 de
los compa馿ros de partido y de los ciudadanos.
Empleo de la funci髇 metalingstica para
aclarar los t閞minos t閏nicos no asimilados por
la audiencia plenaria.
Recurrencia excesiva a la funci髇 po閠ica[9]
en situaciones con una argumentaci髇 pobre.
Empleo de t閏nicas no verbales para
reforzar las fundamentaciones de las posturas
esgrimidas.
Recurrencia a la funci髇 conativa con el
empleo de los giros anteriormente manifestados,
pues su pretensi髇 tiene como objetivo afirmar,
refutar y reafirmar una postura en torno a la
propuesta legislativa.
Con todo ello, el lenguaje pol韙ico empleado en
el seno de las discusiones parlamentarias tiene
una manifiesta intenci髇 de convencer y
fundamentar la raz髇 sobre la que se asienta su
voto a la propuesta. Por ello, la funci髇
conativa es una r鷅rica primordial del lenguaje
de los asamblearios, algo que los convierte en
oradores con unos rasgos cercanos al lenguaje
eclesi醩tico o al lenguaje period韘tico
empleado en los textos de valoraci髇 y
enjuiciamiento[10].
Observados, pues, sus rasgos, podemos reafirmar
que el lenguaje legislativo es el lenguaje
especial propio de los representantes pol韙icos
en el desempe駉 de sus funciones en el seno de
los debates parlamentarios con la intenci髇 de
fundamentar las decisiones adoptadas de cara al
resultado final de la deliberaci髇, tanto para
la aprobaci髇, como la denegaci髇 o la enmienda
del objeto debatido. Por eso, este lenguaje
legislativo, adem醩 de suponer una
submodalidad del lenguaje pol韙ico,
tambi閚 representa, a su vez, un lenguaje
sectorial propio de un grupo de personas que
lo emplean con el objeto de resolver los
conflictos de los intereses opuestos de la vida
en la comunidad social.