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gallo, ese altanero animal que impera en nuestros
corrales, celoso pachá de nuestros gallineros que
cuida su nutrido harén con bizarra agresividad,
esa ave majestuosa que canta a la salida del sol,
ha recibido, a lo largo de los tiempos y en las
distintas sociedades, desigual favor de parte de
la superstición popular. Emblema de la vigilancia
y la actividad, es además símbolo del valor, la
abundancia, la fecundidad, pero también es el
animal predilecto para prácticas de adivinación
y hechicerías.
Ya
en la época clásica se hace mención del gallo.
Las últimas palabras de Sócrates, según Platón,
fueron: «Critón, le debemos un gallo a
Asclepios. Así que págaselo y no lo descuides». Muchos especialistas han analizado el sentido de esta frase y
aún no se ha logrado unanimidad en su
interpretación. Asclepios es el dios de la
Medicina y, como ofrenda, se le entregaba un
gallo, al cual se le han atribuido también, desde
muy antiguo, virtudes medicinales por la
alectoria, un cálculo de naturaleza pétrea que
se halla en su hígado. Existe una gran literatura
sobre los poderes del gallo como sanador de los
enfermos, capaz de devolver la fe a los no
creyentes y alejar a los demonios, etc.
Por otro lado, se sabe que los romanos
dividían la noche en cuatro ciclos: tarde (de 6 a
9), medianoche (de 9 a 12), canto del gallo o gallicinium
(de 12 a 3) y madrugada (de 3 a 6).
Es,
sin embargo, con la llegada del Cristianismo
cuando esta ave de canto mañanero tendrá una
gran simbología religiosa, ocupando un lugar muy
destacado en el folclore peninsular hispano.
Incluso llegaron a utilizarse estos animales para
ordalías, pruebas rituales usadas en la Edad
Media para establecer la certeza o falsedad de una
acusación, principalmente con fines jurídicos,
una de cuyas formas era el ‘juicio de Dios’.
Las
referencias al gallo son múltiples, sobre todo en
la literatura hagiográfica cristiana; por
ejemplo, el canto del gallo por parte de los
cuatro evangelistas al narrar la negación de San
Pedro. Sebastián de Covarrubias, en su preciado
libro Tesoro de la lengua castellana,
comenta su consideración de símbolo por este
predicador evangélico, e incluso a Jesucristo se
le ha llegado a llamar Gallus Mysticus. Y
no debemos olvidar que la misa del gallo es
la que se celebra en Nochebuena para conmemorar el
nacimiento del Mesías.
Covarrubias
nos habla también de la inteligencia del gallo en
lo que respecta a su puntualidad para indicarnos
las vigilias de la noche y la madrugada, así como
de su ubicación en la parte más elevada de la
veleta de los cimborrios de catedrales y las
torres de las iglesias, por «el oficio que tiene
de despertar y convidar a las divinas alabanzas
desde el punto de la medianoche». Ese uso simbólico
parece hallar también su justificación en el
hecho de que, cuando alguien se iba a vivir una
casa nueva, era habitual el sacrificio de un
gallo, con cuya sangre se regaban las estancias
que iban a habitar las personas y los animales
para invocar la protección sobre ellas. Por
contra, tener en casa un gallo completamente
blanco era de mal agüero.
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Desde
antiguo, ya se sabía de la inteligencia del gallo en
lo que respecta a su puntualidad para indicarnos
las vigilias de la noche y la madrugada, de ahí su ubicación en la parte más elevada de la
veleta de los cimborrios de catedrales y las
torres de las iglesias. |
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Diversos
pueblos, como babilonios, romanos y árabes,
realizaban prácticas de adivinación (alectoromancia)
teniendo en cuenta el movimiento y el paso de
estas aves. En
concreto, los romanos colocaban un gallo blanco
sobre un tablero de 28 casillas, que venían a
corresponderse con las 28 letras del abecedario, y
se ponía un grano de trigo en cada una de ellas;
sobre el tablero, se soltaba un gallo, al que
previamente se le había hecho tragar determinadas
palabras cabalísticas; se observaba qué letras
iba picando y con ellas se formaba un mensaje del
que podía deducirse el porvenir. El canto del
gallo también sirvió de base para la práctica
de la adivinación o por la piedra de su hígado
(alectoria), a la cual se han asociado, desde muy
antiguo, diversas propiedades y virtudes
medicinales, según queda dicho. El color del
animal es también importante; así, en las misas
negras se sacrificaban gallos y gallinas negros
para obtener los favores de Satanás; sin embargo,
en las ceremonias de rito vudú, el gallo o la
gallina que se sacrifican han de ser blancos.
En
otras sociedades, como ocurre entre las
comunidades hebreas modernas, se acostumbra a
sacrificar un gallo por cada miembro de la familia
y se sacuden tres veces con la cabeza del animal,
siempre nueve días antes del comienzo del año.
Por otra parte, el gallo es también símbolo del
valor y del buen guerrero, y, por ello, este
animal era consagrado a determinadas divinidades bélicas.
Así, en Grecia, las peleas de gallos (denominadas
también alectriomaquia) tenían un marcado
objetivo pedagógico. Los jóvenes aprendían del
valor y el coraje de estas aves en el sentido de
pelear hasta la muerte. Esta práctica también se
realizaba en España, pero fue prohibida entre
1928 y 1945. Actualmente, en Filipinas, Bangkok y
México continúa siendo muy popular.
Su
canto matinal marca el fin de los aquelarres,
ahuyenta la muerte, nos exorciza de demonios y espíritus
malignos, y expulsa a los diablos, brujas y
duendes que, se supone, pululan la soledad de las
noches. Y en muchos pueblos ribereños de la España
mediterránea, el canto de un gallo antes de la
medianoche era augurio de un naufragio o de la
huida de una joven del hogar paterno, y en el
Centro y Norte, era presagio de triunfo y de
victoria sobre un contendiente. Pero si lo hacía
en el interior de la casa, auguraba una
desavenencia grave entre los cónyuges y, en la
puerta de la calle, anunciaba una visita de
alguien. El canto a deshora era señal de cambio
del tiempo o de que se acercaban las brujas. Para
neutralizar sus malos augurios, se hacía
necesario echar un generoso puñado de sal al
fuego.
En
las montañas de Cantabria existe una sorprende
creencia acerca del gallo de la muerte. Se
dice que, una vez cada cien años, los milanos
ponen un huevo colorado, del que sale una pájara
mitad negra y mitad blanca, que vive justamente
cincuenta años. Al morir, la descomposición de
su cuerpo genera un tipo de gusano que acaba
convirtiéndose en un gallo negro; es el “gallo
de la muerte”, tan benéfico como maléfico.
Los
testículos del gallo eran utilizados para la
elaboración de filtros de amor y atravesar el
corazón con alfileres servía para favorecer la
consecución de amores deseados. El gallo es
asimismo un símbolo de la lujuria y de la pasión,
con lo cual también tiene una connotación
sexual. El modo vulgar de designar el órgano
sexual masculino en inglés es ‘cock’ (gallo)
y, en francés, el vocablo ‘coquard’ significa
«gallo viejo», expresión equivalente a la que
nosotros empleamos para decir que alguien es un
“viejo verde”.
También
existe una explicación para determinadas
costumbres muy arraigadas, como regalar huevos de
Pascua (de chocolate) en Navidad, huevos sorpresa,
etcétera, ya que el huevo es otra referencia a la
fecundidad en la simbología del gallo.
Existe
una multitud de expresiones que muestran la
extensión de este campo semántico. Entre las que
nos ofrece el diccionario de la Real Academia,
destacan: en menos que canta un gallo; engreído
como gallo de cortijo; otro gallo le cantara;
entre gallos y media noche; ponerse gallito; como
el gallo de Morón, cacareando y sin plumas,
etcétera.
En
cuanto a las costumbres de determinados pueblos de
España, en Málaga, por ejemplo, era frecuente
apedrear gallos por Navidad, sangrienta práctica
ilegalizada ya desde los años 50. En Hispanoamérica
aún existe esta costumbre, bajo otras
denominaciones, como correr el gallo o el
gallo de San Pedro.
Por
fin, y en relación con el carácter premonitorio
del gallo, cabe decir que muchas de estas
creencias perviven aún en nuestros días en
muchos pueblos de España, tal como muestra, entre
otros, el siguiente dicho: «Si el gallo canta a
las nueve, al otro día llueve; si canta pares,
agua a mares; si canta nones, sólo a montones.»
Se cree también, por ejemplo, que cuando la
gallina canta como el gallo, morirá alguna
persona de la familia, y que si el gallo canta a
una hora que no es la acostumbrada, cambiará el
tiempo.