DIBUJAN
MIS OJOS TU ROSTRO
Dibujan
mis ojos tu rostro
en
la última luz de la tarde.
Voy
con los pies descalzos
sangrando
esquirlas de congoja.
Oigo
un murmullo de
duda
desde
el pedregal del río,
añoro
la caricia de los sauces
vastedad
de tus manos puras.
Humedece
el jazmín de mis versos
sin
poder encontrar tu huella.
Un
tristísimo presagio espanta
y
estremece mis latidos.
Solaz
de mi vida,
en
tu arbolar acúname,
que
soy hoja a la deriva
anhelando
tu sosiego,
y
torna pronto
a mi ribera
que
está tiritando
ausencia.
CAMINO
DESCALZA
Camino
descalza
por
los senderos de mi historia,
mientras
mis manos se sumergen
en
manantiales de esperanza.
Camino
descalza
tras
el velo sutil de rostros de apariencias,
y
en libre vuelo voy, con la piel desnuda,
buscando
el horizonte por donde sale el sol.
Camino
descalza
cuando
nos maquillan la Dignidad
por
el deber obsoleto inobjetable.
La
mía posee raíces siempre eternas.
Camino
descalza
sobre
los vidrios rotos de la nostalgia,
que
esgrime la adversidad
de
mi auto exilio.
Caminando
descalza,
en
un tiempo, no sé cuando, cruzaré el puente
con
mi ilusión a cuestas
y
sabré como llegar al destino de mi alma.
ÁNGEL
CAÍDO
¡Qué
ilusión traía!
Tomó
de equipaje su alma.
Remontó
el vuelo de pájaro,
siguió
las huellas de sus cantos.
No
importaba nada.
Rodaron
los tules del pudor
en
el clamor de sus ansias
y
fundieron su piel en una.
¡Qué
ilusión traía!
iba
en busca de sus brazos,
mil
espadas estrujaron su ser.
Ella
ya lo sabía.
No
importaba nada.
Encontró
por fin a su amado.
Sólo
anhelaba beber del dulzor de su mirar,
aunque
en ello se le fuese la vida...
JARDÍN
EQUIVOCADO
Eclosiona
en eco la flor dormida
del
letargo invernal que la ensoñaba,
anhela
tocar con sus labios la luna
y
beber del elíxir con exuberante deleite.
Se
viste de perfume y nácar,
sale
en busca de su
ruiseñor
bailando
va con la luna ensortijada
para
escuchar sus canciones al alba.
Mas
el péndulo de la noche gira a contramano,
borrascosos
caminos la sobresaltan,
sangran
espinas de su utopía
y
suena la alarma de regreso.
Arden
sus pétalos en holocausto,
lívida
está con los pies descalzos
y
encuentra su sed una copa vacía
en
el jardín equivocado.
BEBÍ
DE TUS OJOS
Bebí
de tus ojos,
tu
bebiste de los míos,
y,
en un haz de luz,
nacimos
primavera.
Bebí
de tus ojos
claves
de sol
que
entonaban himnos de ternura
nuestros
pentagramas en uno.
Bebí
de tus ojos
el
verde de los campos,
con
el fulgor de tu luz
me
alimenté de tu horizonte.
Bebí
de tus ojos
el
gozo por la vida,
me
así de tu mano
y
me sentí embelesada.
Bebí
de tus ojos
un
cielo de paz,
que
alivió el camino
de
mi boleto de partida.
Bebí
de tus ojos
tus
pensamientos más dulces,
que
besaban los míos
como
yo besaba los tuyos.
Mientras
bebía de tus ojos
y
mis labios reían con tus labios
aromas
a hierba húmeda,
mi
alma, muy calladamente,
iba
dejando lágrimas diversas,
lágrimas
de nuevas alegrías,
lágrimas
de tristeza al marcharme:
te
las dejo, mi amor,
para
que riegues nuestro jardín
hasta
el día de nuestro encuentro.
Aunque
tú sabes,
que
bebiste de mis ojos
hasta
el último pliegue de mi vida.
ECO
DE SU VOZ
Te
habita en misterio de resonancia
el
dulce eco de su voz amada.
Eres
la esencia pura del sacrificio
en
diluvio del sentimiento ahogado.
Vas
acallando los pétalos en flor
que
se desbordan arrobados de tu cuerpo.
El
eco de su voz te cubre de luces
en
espejos con prismas de colores.
En
sueños, te transportan
a
sus manos que hablan con
tu piel
y,
en suaves susurros de palomas,
invaden
tus rincones solitarios.
Rozas
tus labios en sus palabras
para
mitigar el sonido de su ausencia.
Cultivas
rosas azules de los vientos
en
ofrenda de tu cáliz de esperanza.
Así,
lentamente, te vas quedando dormida
arrullada
por el eco de su voz.
REMITENTE
SIN CORREO
Ya
no sé dónde caminarán mis palabras,
si
en arpegios de partituras inconclusas,
o
en las alas de un pájaro que canta
―trovador
de mensajes errantes―.
Ya
no sé si se irán con el viento de las mareas,
o
con las aguas mansas del horizonte ignoto,
o
se perderán solitarias en las rutas de mi
memoria.
Sólo
tengo como destinatario: el infinito azul,
una
lámpara que alumbra,
mis
pestañas palpitando
y
tus ojos transparentes al pensarte.
La
remitente: mis alas con perfume a jazmín.
Mi
alma: bordada de tímido trébol en flor,
mientras
la acacia va
creciendo...
―esperando―.