COLIBRÍ EN LOS AIRES
DIVINOS DEL SONIDO
A mi buen amigo Antonio
Garrido Gamonoso,
en
esta celebración en su honor.
Colibrí en los aires
divinos del sonido
que aleteas alrededor
de una gramola,
y cual áspid adormeces
los sentidos
en el tenue rumor de una
libélula.
Deja tú que se afine la
flauta y el romance
para que hoy mismo baje
Dios de los altares,
pues no cabe esperar
señal ni signo
para que pronto tu batuta
se proclame.
Así también hoy sonará
el mirlo,
como alegórico ayudante
de tu gloria,
porque Natura te brinda
una corona
si no de perlas, de
flores y de granas.
Valverde
del Camino, año 2004.
LA
BÚSQUEDA DE LA PANACEA
¿Dónde reside la
panacea
de todos los dolores?
Deseo que se abra mi boca
para que ostente mi voz
y la recoja el aire.
Ella es Rosa-Abierta
de todos mis deseos,
de todos mis confines
y de todos mis parajes.
Yo no tengo vida
si su cuerpo enfermo
no lo cura nadie
y sigue sufriendo
la Ventura Negra
de lo irremediable.
Abridme un sendero
donde a mí me lleve
con la mujercita
de mis mil ensueños,
con la “Medianita”
de todo mi cuerpo.
¡Ay, que no te nombro
por si te haces ascua
dentro de mi cuerpo!
Valverde del Camino,
julio de 2004.
HA MUERTO LA VIEJITA DE
LOS GRABIELES
Achaparradita ella como enjuto
su cuerpo, como una flor seca y mustia por el rocío,
como algo perseverante que hiriese los sentimientos de
nuestras almas. Rígida y pálida en la limitada levedad
del tiempo... en esas horas de la muerte y de la
legalidad establecida.
Y ahora... ¡silencio
circunspecto en el área de su campo! De su campo –que
no era suyo– y que hasta parecía llorar su propia
naturaleza... ¡Silencio en todo! Hasta en el ramaje de
las encinas que, alicaídas, parecían acusar una
sensibilidad sin llanto... Mudas y esparramadas en su
grandeza y con cierta solemnidad de agravio...
¡Todo
el campo triste! Tristes los silencios de los pájaros,
y hasta triste el cielo, como avergonzado de su azul...
Tristes y cabizbajos los campesinos que se asomaban a su
habitáculo y triste también el páramo y el valle; el
huerto perdido acusando su fin... ¡Ya se murió la
viejita pobre y santa que tanto trabajaba para nadie, y
que sólo ella alcanzó a ganarse el pan nuestro de
cada día.
¡Salve,
mujer, pastora de los campos! ¡Viejita golondrina sin
un nido de amor! Yo también hoy lloro por ti y por
todos aquellos designios maltrechos.
Descanse en paz quien
tanta piedad hubiera merecido.
Valverde
del Camino, 4 de abril de 2004.