ALMA
EN VENTA
Inmerso
en la añoranza de tus añoranzas,
cautivo
de tu presencia en un recuerdo,
agotado
de tanto y tanto pensarte,
quise
pedir un pozo negro profundo
para
perder, de vista y de ausencia, tu cara.
Desesperado,
desesperanzado, deshecho,
al
borde de encontrar la vida en mi suicidio,
busqué
un demonio negociante, no usurero,
a
quien dar mi alma a cambio de tu cuerpo.
No
acudió a mi pregón ningún diablo.
¿Tan
poco valgo?
¡Tan
poco valgo!
Un
alma como la mía, torturada, sufrida,
siempre
fue querida para uno de estos tratos.
¿Sería
compasión del demonio no acudir a mi reclamo?
¿Sería
que Dios le tapó los oídos y le distrajo?
¿O
será que tu cuerpo vale mil vidas, mil almas?
Yo
sólo sé que cada día estás más lejos,
que
intento rememorarte y ya no te encuentro,
que
te amo con desesperación,
que
cada día, cada respiración, cada sueño,
la
distancia crece y el infinito es cada vez más grande.
JURO
QUE ES LA ÚLTIMA LÁGRIMA
QUE
ESCRIBO POR TI
Cada
vez que he escrito sobre ti
he
repetido un breve vocabulario:
llanto,
soledad, penas, te odio...
pero
mis poesías son más que palabras:
son
sentimientos.
Cada
cosa que digo no es sólo una idea:
está
vivido.
Cada
palabra que utilizo
quiere
decir lo que dice.
Ahora
cierro mi corazón a dolores que me envíes,
prohíbo
a mi mente que piense en ti,
paso
el borrador por el sitio que ocupabas,
quemo
tu presencia en cada rincón de la casa,
hago
borrón,
con
llorosas gotas que vienen a despedirte,
y
cuenta nueva,
con
letras de oro engalanadas,
y
juro que es la última lágrima que escribo por ti.
CALDO
DE CULTIVO
La
tarde lluviosa y mi estado triste
se
aliaron para traerte a mi memoria.
Te
rescataron del mundo de los olvidos
al
que el tiempo y yo te habíamos condenado.
Fuiste
apareciendo poco a poco:
primero,
tu nombre,
después,
el vínculo que nos mantuvo atados,
más
tarde,
la
imagen de la cara seca que expresaba tu rabia,
y,
por fin, entre los muchos dolores y sufrimientos,
colándose
por un resquicio o atravesando el muro,
un
gramo de aquel amor que hubo,
aunque
no sé qué hacía aún allí.
Con
todos esos ingredientes se formó una pena
que
me condujo, sin mi oposición, a llorar.
Y
no supe qué hacer con mi llanto de hombre.
Quise
esconderlo tras mis párpados cerrados,
pero
encontraron una salida hasta el lagrimal;
quise
ocultar la llorera detrás de mis manos,
como
si fueran embalses conteniendo emociones,
pero
se desbordaron por el rebosadero.
No
tuve otra solución que salir a la calle
y
mojarme entero, bautizarme todo yo,
para
esconder mis lágrimas en la lluvia.
TINTA
DE LLANTO
Por
enésima enésima vez
vierto
mis confidencias
en
el papel receptivo.
Otra
vez,
otra
de las muchas,
me
rodeo de música,
y
de silencio,
extiendo
mi corazón,
abro
mis sentimientos,
despierto
los recuerdos
y
te recuerdo.
Y
escribo con tinta de llanto.