EL
DÍA DESPUÉS
Quién se acordará de ti el
día después, y después
y después del después.
Quién se acordará de ti,
de todos tus demás días
y los demás, detrás de los
demás.
Al menos, te quedará este poema
para tachar uno,
entre tantos olvidos.
FUE
Fue
primero semilla, luego brote
más tarde retoño.
Fue
suave capullo, crisálida
etérea
candor de infante.
Fue
pasajera ilusión, acorde
apagado,
sueño inconcluso.
Fue
otoño...
ocaso...
limbo.
LA
CHIMENEA CHARLATANA
Es
invierno y hace frío
cuando
juego y salgo al patio
tengo
un buzo como abrigo
y de
piel son mis zapatos.
Miro
al cielo y allí veo
que en
bocanadas de letras
la
chimenea del techo
con
humo me hace señales.
De
repente… me imagino
que
ella es espía enemigo
y con
espada de lata
de
pronto la desafío.
Otras
veces ella cuenta
historias
de laberintos
imagino
que es la torre
de un
inmenso castillo.
Que
lindo que es ser un niño
pues
siento que el mundo es mío
y
mientras yo me divierto
mis
sueños son mis amigos.
ME
DI CUENTA…
Me di cuenta
de que estabas esperando,
de que
habías transitado la mitad de
nuestro puente,
de que
mirabas pensativa el pasar de
los minutos
mientras
crecía tu ansiedad del
soñado encuentro.
Me di
cuenta de que estabas
esperando
y que
de tantos suspiros construiste
vientos
y que
de tantas lágrimas formaste
lagunas
y de
tantas sonrisas construiste
soles.
Hoy
recorrí mi mitad de nuestro
puente,
y
allí estabas plena y
radiante,
con
las manos extendidas y
anhelante,
ofreciéndome
un abrazo
de
miradas tiernas y besos
pendientes.
Hoy,
en el medio de nuestro puente,
NOS
ENCONTRAMOS…
GOTAS DE ROCÍO EN LA PEQUEÑA ALDEA
Llegaron
de repente una mañana.
Eran
una pareja de mediana edad y,
aunque sonrientes,
parecían
dos adolescentes
atravesando
aún su edad temprana.
El
pueblo les sonría y, aunque
curiosos,
les
ofrecieron su franca bonomía
pueblerina.
Tan
cercanos al mundo concreto y,
sin embargo,
inmersos
en la apacible quietud de su
universo.
¿Qué
los trajo por aquí? —arriesgó
el anciano
que
aparentaba ser el dueño de la
historia
atesorada
en sus plateadas sienes
en
las que quedaran entrelazados
tantos años.
Pues
éste, —prosiguió con voz
serena—
es
un pueblo tranquilo y
diferente,
aquí
la vida transcurre como arroyo
y
desanda en el canto su magia
saltarina.
La
gente es simple, sus corazones
grandes,
es
solidaria, cordial y
enamorada.
Sólo
aquel que conozca las
estrellas
podrá
encontrar aquí la que
buscaba.
—Pero
vengan y pasen; no se
arredren,
que
ya he visto en sus ojos la
esperanza.
Esta
aldea será la gran familia
que
a sus hijos, lejanos,
esperaba.
Pues
ya he visto que existe en sus
pupilas
el
mensaje de amor que es
requerido
para
entrar a vivir en esta aldea:
en
lugar de ojos comunes, dos
gotas de rocío.
PUNTA DE
FLECHA...
Alma pétrea, silenciosa,
oculta la herida latente que
provocar pudiera,
hondo surco que, al
atravesar mi cuerpo,
quebraría la incolumidad de
mi alma enceguecida.
De ti dependerá que su
cruenta arista
no lastime la tersura del
espejado lago
conformado por el entorno de
hechizados sueños
que juntos construyéramos
en mágicas búsquedas.
Punta de flecha, sensible
señal,
al entretejer en complicidad
nuestras historias,
marcó derroteros cuyos
rumbos
confluyen al vértice de
nuestro encuentro.